Encarnar el personaje de Andoba, en la pieza teatral del mismo nombre, significó para el experimentado actor Julio Marín Hernández un regreso a sus comienzos en el arte de las tablas. “Interpreté por primera vez Andoba en 1982, cuando todavía no había cumplido los 20 años de edad. Hoy tengo 59. Por ello este Andoba es totalmente nuevo, diferente para mí”.

De formación autodidacta, Marín Hernández inició su paso por los escenarios cubanos como aficionado en el grupo de teatro Olga Alonso. Beneficiado por una Resolución del Ministerio de Cultura “alcancé la categoría de profesional. Después de transitar por varias agrupaciones, llegué a esa gran escuela formadora de varias  generaciones de actores y directores que es la Compañía Teatral Rita Montaner”.

De esta prestigiosa institución de reconocimiento nacional y mundial, asegura que “es una de las más longevas de nuestro país, con más de seis décadas de creada. Haber llegado a ella representa para mí un privilegio inmenso. Actualmente me enorgullezco de ser uno de sus integrantes”.

Encarnar el personaje de Andoba significó para Julio Marín Hernández un regreso a sus comienzos en el arte de las tablas. Foto: Dunia Álvarez Palacios / Tomada de Granma

¿Por qué traer de vuelta a Andoba en pleno siglo XXI cuando este personaje desarrolló su accionar en el contexto de los años 70?

En mi opinión Andoba, junto a Santa Camila de la Habana Vieja, son, si no las más, dos de las obras más populares de nuestro teatro. Andoba es, además, muy cubano. En él, el público se siente representado.

Es una puesta que refleja las problemáticas, los conflictos por los que continúa atravesando la gente humilde que reside en nuestros barrios. Esas problemáticas están todavía vigentes en la actualidad, a pesar del empeño extraordinario puesto por los propios vecinos, de las autoridades del Partido y el Gobierno en sus diferentes instancias, para resolverlas.

En todas las épocas y circunstancias, en cualquier barrio de Cuba habrá siempre un Andoba. De ahí la gran acogida que tuvo entre los espectadores, primero en el Parque Trillo, en Centro Habana y después en la Güinera, tan receptiva a estos espectáculos artísticos y culturales, que en alguna medida coadyuvarán a cambiar las maneras de pensar y actuar de muchos vecinos.

“Las nuevas generaciones de actores, al margen de su talento, deben de ganar en responsabilidad y disciplina, en sentido de pertenencia y, sobre todo, en amor a la profesión que desarrollan”.

Con más de cuatro décadas de experiencia en las tablas cubanas, Julio Marín refiere que el maestro Huberto Llamas, director artístico de esta puesta en escena, “tuvo en cuenta mi desempeño artístico, mi interpretación de cientos de personajes, para asumir Andoba. Por citar solo algunas actuaciones, personifiqué al Ñico de Santa Camila de la Habana Vieja, al Anselmo de Contigo pan y cebolla, al controvertido Yarini. Mientras que en el teatro universal todavía se recuerda con cariño al reconocido personaje de Hamlet, del ingenioso dramaturgo William Shakespeare. En todos los casos, asumí roles protagónicos”.

La  compañía teatral Rita Montaner.

Más allá de los conocimientos adquiridos, le debo a esta Compañía mi formación integral como actor y ello ha sido posible por la dinámica con que se trabaja en esta agrupación que no se detiene en su quehacer ni siquiera por un instante.

Rita Montaner estrena tres o cuatro obras en el año. Asimismo, mientras una parte de su elenco trabaja en la presentación de Andoba, otra se encuentra en Pinar del Río, Camagüey, Ciego de Ávila, o en cualquier provincia, realizando otras presentaciones. Al tiempo que otros integrantes se enfrascan en el estreno de obras como la que tiene lugar por estos días titulada Terapia sexual, que está teniendo muy buena acogida.

A principios de enero la Compañía estrenó también la obra Infieles en la sala de teatro El Sótano, que es su sede oficial, y realizará de la misma manera presentaciones en otros espacios como el Bertolt Brecht y el Hubert de Blanck.

“Para mí el trofeo más importante que puede recibir un actor es esa ovación cerrada de un público emocionado”. Foto: Tomada del perfil de Facebook de Julio Marín

¿Qué opinión le merecen las nuevas generaciones de actores y actrices?

Ante todo hay que considerar que aunque los tiempos no son los mismos, el arte, su esencia, será siempre la misma. Eso no cambiará nunca. Las nuevas generaciones deben nutrirse de las experiencias y conocimientos de los actores consagrados. En las escuelas se preparan académicamente, pero otra cosa muy distinta es el enfrentamiento, el encuentro directo con la realidad. Concuerdo en que deben de estar a tono con las nuevas corrientes, con las nuevas formas de hacer teatro ya sea universal o cubano. Sin embargo, nunca deben olvidar la simiente.

Las nuevas generaciones de actores, al margen de su talento, deben de ganar en responsabilidad y disciplina, en sentido de pertenencia y sobre todo en amor a la profesión que desarrollan. Y no digo esto ahora que tengo 59 años. Actuaba de la misma manera con 17 o 20 años. Siempre he sostenido el criterio de que el escenario es un templo y como tal merece respeto y obediencia.

¿Premios, reconocimientos?

Aunque he sido merecedor de algunos y los agradezco, nunca me ha gustado hablar de ellos. Para mí el trofeo más importante que puede recibir un actor es esa ovación cerrada de un público emocionado. Es ese aplauso prolongado de los espectadores. Ese es, a mi juicio, el mayor y mejor premio. El mayor y mejor reconocimiento al esfuerzo, a la entrega que hay detrás de cada puesta en escena.

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