Norberto Codina ha dedicado, como bien dice, las dos terceras partes de su vida profesional a La Gaceta de Cuba. La edición y la escritura han ido de la mano a lo largo de su formación. La modestia y la ética son, al mismo tiempo, dos armas poderosas que defiende.

Ser editor resulta, para el entrevistado, más que el arte de acotar signos de puntuación, todo un ejercicio de sugerencia. Por ello, cree que este oficio acoge a quienes devienen nervio vital de toda publicación.

“Norberto Codina ha dedicado, como bien dice, las dos terceras partes de su vida profesional a La Gaceta de Cuba. La edición y la escritura han ido de la mano a lo largo de su formación”.

Con motivo del recibimiento del Premio Nacional de Edición 2021, La Jiribilla dialogó con Codina para conocer sus experiencias en más de 30 años de labor.

La Gaceta de Cuba es una revista con una exquisita trayectoria. ¿De qué forma ha sabido ser expresión de la historia cultural del país?

La revista el pasado 15 de abril cumplió 60 años de fundada por Nicolás Guillén y un grupo de intelectuales cubanos. Tuvo como su primer jefe de redacción a Lisandro Otero. En sus inicios, fue un escenario de polémica, debate y una visión desde lo cubano a lo universal de la cultura.

Me ha tocado, en los últimos 34 años, retomar la revista. Lisandro Otero tiene mucho que ver con esta nueva etapa. Junto a Carlos Martí en el año ’86 nos convocó a un grupo de jóvenes intelectuales a formar parte de su consejo editorial y a tomar la publicación en nuestras manos.

Desde abril del ’84 estoy en La Gaceta…, más de la mitad de la vida de la revista. Hemos tratado, por un lado, de retomar aquella experiencia de los ’60, pero indiscutiblemente con el contexto y la dinámica actuales.

Hemos tenido varias líneas de trabajo. Logramos lo que en algún momento Miguel Barnet dijo: que éramos “una ONG dentro de una ONG”, es decir, siendo una revista de carácter institucional, hemos sido un espacio alternativo. Nos debemos a la Uneac, como expresión de los escritores y artistas cubanos; pero, por otro lado, tratamos de tener una voz propia e independiente para reflejar esos temas polémicos, que van más allá del campo de la cultura y que atañan a nuestra sociedad. Por ejemplo, los temas de género, la racialidad, lo homoerótico, la diáspora cultural han logrado estar dentro de La Gaceta…

También convocamos concursos, que nos han ayudado a oxigenar la publicación y a lograr una presencia significativa de los más jóvenes escritores de todo el país. Recordemos el concurso de cuentos de la Revista, que estuvo más de 20 años, y el concurso de poesía, que ha tenido 25 años. Estos premios se convirtieron en desafíos y en eventos consagratorios para algunos autores cubanos.

El primer concurso de cuentos lo ganó Francisco López Sacha, con Dorado Mundo, en pleno periodo especial. Un texto que es una crónica deliciosa de esos años.

“El primer concurso de cuentos lo ganó Francisco López Sacha, con Dorado Mundo, en pleno periodo especial. Un texto que es una crónica deliciosa de esos años”.

Además, están los dossieres de la diáspora cubana, que La Gaceta… publicó de la mano de Ambrosio Fornet. Ambrosio fue muy cercano a la Revista, colaboró desde los años ’60 porque, además, era un editor y revistero de raza. Entre esas colaboraciones fundamentales están estos dossieres, que luego se publicaron como Memoria recobrada. En aquellos momentos, era como sentar la pauta en el reconocimiento de la cultura cubana como una sola, algo que ya es lugar común en la academia y en espacios públicos. A Ambrosio y a La Gaceta… se le debe mucho de esto.

¿Cómo aunar la diversidad de voces en una publicación como La Gaceta…?

Tener una voz propia, responde evidentemente a la afinidad de un grupo determinado. Hace algún tiempo, todos los que han entrado a la revista son mucho más jóvenes que yo y eso nos ha permitido retroalimentarnos, y más en el trabajo colegiado que debe tener una publicación.

Estamos hablando de fomentar el debate y el diálogo, con la poca cultura de ello que tenemos los cubanos. Por tanto, ha sido un desafío importante. Lo logramos algunas veces y otras no; esa, precisamente, constituye una apuesta.

¿Qué retos tienen las revistas culturales y, por supuesto, La Gaceta de Cuba?

Antes de la pandemia estábamos atravesando una fuerte crisis con el tema del papel, con la posibilidad de impresión de la Revista. Después se agudizó la crisis económica y se desató el fenómeno de la pandemia. Se debe ir pensando, cuando se recupere el soporte papel, que cada revista tenga un especialista que permita esa alternancia entre los sitios digitales y el impreso, para que se complementen.

Debemos rescatar las revistas en soporte papel, aunque sea en tiradas más limitadas, incluyendo las presentaciones de las revistas, que durante muchos años logramos que fueran una fiesta en La Gaceta…

“Debemos recuperar el espacio consagratorio que fueron siempre las revistas culturales para cualquier autor, sobre todo, para los que están empezando”.

Debemos recuperar el espacio consagratorio que fueron siempre las revistas culturales para cualquier autor, sobre todo, para los que están empezando. En un momento determinado publicar en Carteles, Orígenes, Ciclón o Lunes de Revolución era casi tan importante para un escritor como estar publicando su primer libro. En mi generación lo fue el Caimán Barbudo y Casa de las Américas.

El diálogo con el lector debe ir de la mano en el espacio digital y en el soporte de papel. Estamos hablando de una sociedad en la que el 25% de la población es mayor de 60 años, la lectura en computadoras y tablet es más limitada, no solo por el acceso. Lo cual, repito, no quiere decir que una forma sustituye a la otra; las dos tienen su rol y sus dinámicas propias.

Asimismo, hemos padecido la explosión de demasiadas revistas y de tratarlas a todas por igual. El igualitarismo es una de las peores desigualdades. No se trata de que florezcan 100 revistas, sino que sean publicaciones con perfiles definidos. Cuando las revistas, como las orquestas de música popular, se parecen unas a otras y se confunden, no están cumpliendo su objetivo.

No se trata que cada provincia o Ministerio tenga su revista. Hay publicaciones como Temas y Casa de las Américas que se han ganado un derecho sobrado con los lectores en la cultura cubana y, por tanto, no se puede meter todo en el mismo saco.

¿Qué singularidad tiene el proceso de edición en las revistas culturales?

El editor, en principio es un editor universal, pero indiscutiblemente se especializa. No es lo mismo un editor de revista que de libro o el trabajo en un periódico que en un espacio digital. Estoy pensando en algo que decía Retamar: el editor se mide más por las veces que dice que no a las que dice que sí. Por ello, debe ser un cómplice del autor.

En el caso de las publicaciones , el editor es medular a la hora de hacer la curaduría de la revista, de la dramaturgia, incluso, de pedir colaboraciones puntuales. Hay ejemplos ilustres de Premios Nacionales de Edición como Desiderio Navarro, Pablo Pacheco, Ambrosio Fornet que crearon colecciones editoriales, fomentaron proyectos editoriales, generaron diversos títulos y libros.

La Gaceta de Cuba, más allá de lo que es el espacio de la publicación, tiene una veintena de libros que algunos de sus textos se han dado a conocer por primera vez en la revista. Estoy hablando de libros con autores como Pedro Pablo Rodríguez, Rafael Hernández, Arturo Arango, Leonardo Padura, Leonardo Martínez Heredia, Desiderio Navarro, Arturo Soto, Carlos Leiva, entre otros.

“Debemos rescatar las revistas en soporte papel, aunque sea en tiradas más limitadas, incluyendo las presentaciones de las revistas, que durante muchos años logramos que fueran una fiesta en La Gaceta…”.

La revista ha tenido libros propios: dos tomos de cine, un tomo de artes escénicas, dos tomos de narrativa, uno de poesía, varios tomos de música y todavía tenemos una deuda con las artes plásticas.  Estas iniciativas nacieron del trabajo en La Gaceta e indiscutiblemente el editor es el nervio de la publicación, de la mano del diseñador.

Lamentablemente, el editor no es lo suficiente valorado en nuestro sector, incluso hay autores que se resisten a que le cambien un adjetivo, para no decir que le sugieran un título o un orden determinado en un libro de cuentos o poemario.

He tenido experiencias difíciles, pero también agradecidas. El tema está en que es el autor quien decide lo que se va a publicar. Es una retroalimentación.

¿Cómo entra a jugar la ética del editor cuando se enfrenta a situaciones así?

 La ética del editor debe empezar por publicar cosas que no tienen que ver con su estética literaria. Escribo poesía, mucho de lo que he publicado en la revista no tiene que ver con mi arte poética, lo cual no me puede impedir reconocer cuando estoy ante textos excelentes, por lenguajes muy heterodoxo que sean.

El gusto personal no es el patrón, sí es el gusto en cuanto apreciación estética general; pero no en cuanto a preferencias y afinidades. Igual que no pueden serlo ni las filias ni las fobias personales, ya esto devine un desafío mayor.

Tengo por suerte, los ejemplos de autores significativos como Orlando Castellanos. Nos llevaba sus colaboraciones, nosotros nos ensañábamos en sus textos, el hacía broma de eso, tomaba lo que le convenía y había un respeto de él hacia nuestro trabajo y de nosotros al de él.

“Él se sentaba a leer por placer y tomaba un lápiz y se ponía a tachar y era una obra ya terminada. Retamar constituye un ejemplo cabal de lo que debe ser un editor”.

He tenido la experiencia también de que los escritores de más renombre son los primeros en respetar nuestra labor, tal vez porque tienen la vocación de editor. Retamar es un ejemplo de que el editor lo es las 24 horas del día. Él se sentaba a leer por placer y tomaba un lápiz y se ponía a tachar y era una obra ya terminada. Retamar constituye un ejemplo cabal de lo que debe ser un editor.

¿En qué medida la edición tributa a su oficio de escritor?

Han pasado las dos cosas. Cuando empecé, en los primeros años de la revista, ponerme al día con la dinámica, estar al corriente con el oficio del editor, fue un buen pretexto para abandonarme de mi escritura y durante unos años apenas publiqué, porque estaba volcado en La Gaceta…, lo cual reconozco que era una justificación para cierta pereza intelectual. Después, retomé eso y la revista me lo devolvió con creces, pues del trabajo ahí han salido siete u ocho libros que son compilaciones y volúmenes que hice a partir de La Gaceta…

También da una actualidad como lector, en el caso mío de la poesía. Seguirás haciendo tu poesía, pero te da un nivel de información sobre lo que acontece en el país y te permite conocer las voces más emergentes de la narrativa y la poesía cubana.

“El Premio Nacional de Edición 2021 constituye una alegría. (…) Además, es el reconocimiento a un grupo de personas y a lo que ha sido La Gaceta de Cuba”.

Primeramente, hay que tener claro el respeto a la profesión, no solo como un oficio mecánico, sino como una formación integral y universal. Desarrollar cursos de edición, es algo muy necesario. Un título de Filología o de Periodismo no te hace ni profesor de literatura, ni te hace periodista, ni editor; te da las herramientas, pero la vida es la principal escuela.

El Premio Nacional de Edición 2021 constituye una alegría. Como todo premio que se respete, hace años me era esquivo y lo ganaron otros valiosos compañeros. Es el reconocimiento también por primera vez a un editor revistero en estado puro, como señaló Omar Valiño. Además, es el reconocimiento a un grupo de personas y a lo que ha sido La Gaceta de Cuba.

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