Hay una Cuba diversa y plural que también queda documentada en su literatura. El verso, sutil o filoso, se abre paso en la carne del país para mostrarnos la riqueza de colores y texturas que somos y que hoy conviven dentro de un proyecto social que difumina sus márgenes en pos de una sociedad más inclusiva. 

El dolor persiste, pero más que el dolor, la poesía festeja el placer y esas zonas de libertades condenadas que ayer eran obligadas a convivir en lo oscuro o en los límites del cuerpo y ahora son ganancias, certezas, conquistas de una pluralidad a la que han aportado muchas voces. 

Esa Cuba secreta del deseo condenado, ya no existe y hoy, el deseo por el cuerpo semejante, no sólo sirve para exaltar la belleza o reivindicar un derecho tantas veces negado sino que es asumido con total naturalidad para dialogar, desde esa sensibilidad “queer” con temas que nos incluyen a todos. 

Sirva esta pequeña muestra que no es más que un segmento de esa diversidad, para dar fe de lo conquistado, mostrar calidades que van más allá de la sexualidad, y apuntar (y apuntalar) la isla que entre todos soñamos.

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