Rafael Consuegra (Santiago de Cuba, 1957) es un escultor cubano que se ha consagrado enteramente a esta manifestación. En su intensa vida creativa —que comenzó en los ochenta— ha transitado, como muchos, por diversas etapas y ha empleado múltiples materiales y soportes.

El ensamblar, reciclar y, sobre todo, la intencionalidad comunicativa han sido signos presentes en el quehacer de este artista que hasta finales del presente septiembre exhibe Paisaje Cotidiano II, muestra personal a disfrutarse en el Laboratorio de Arte Corral Falso 259, ubicado en municipio habanero de Guanabacoa, y que es un proyecto multicultural que impulsa el también escultor Tomás Núñez (Johny).

Hace poco, y recorriendo la muestra, sostuvimos el siguiente diálogo con Consuegra quien, en paralelo a su obra, se desempeña como profesor titular de escultura en la prestigiosa Academia de Artes de San Alejandro.

Siento que cada una de las piezas que conforman esta muestra expresan no solamente una o varias ideas sino una tesis en sí mismas. Se habla mucho del arte conceptual y del arte como instrumento para comunicar. ¿Cómo logra un discurso curatorial coherente y, a la misma vez, que cada una tenga una manera distinta de comunicar o de expresar una idea?

No soy ni me considero un artista conceptual. Me interesa la armonía entre la idea y la manera de expresarla: la morfología de la pieza es muy importante para mí. Tengo muchas inquietudes, pero todas responden a una sola cosa: el ser humano.

Y aunque hay diferentes morfologías, estoy hablando de lo mismo. Cuando usted habla de guerra, de violencia, de insatisfacciones, o de emociones o anhelos, estas refiriéndote a la persona: un hierro no padece de esas emociones; los animales tienen funciones vitales y específicas, pero no imagino a un animal proyectando planes para dentro de diez años. El ser humano es más complejo, y de ahí, quizás, esa necesidad que tengo de variar tanto.

“Yo me mantengo absolutamente fiel a la escultura”. Foto: Rafael Consuegra / Tomada de Artcrónica

¿Alguna influencia familiar relacionada con las artes visuales?

Comencé a estudiar artes visuales en el año 1972, en el nivel medio en la Escuela Provincial de Arte José Joaquín Tejada. Tuve excelentes profesores que fundaron la base para que me decidiera, definitivamente, por la escultura. La escultura la descubrí en la propia escuela, porque al ingresar mi intención era convertirme en pintor de caballete.

¿Qué tiene la escultura que le hizo a usted, tempranamente, optar por ella?

Siempre tuve relación con el volumen y me doy cuenta de que, de niño, más que dibujar me gustaba moldear, por ejemplo, con plastilina, y crear formas.

Las esculturas en miniatura me llamaban sobremanera la atención: quizás ahí esté el embrión que, luego de germinar, ha quedado para siempre. Tengo otros muchos colegas que incursionan en otras manifestaciones: en cambio yo me mantengo absolutamente fiel a la escultura.  

Termina la Academia y viaja a la Habana para estudiar en el Instituto Superior de Arte (ISA), ¿qué mundo se le abrió?

Todos los mundos. La idea que traía de los fenómenos artísticos, de los procesos artísticos, se me ensanchó. Cuando entro en el ISA —la Escuela Nacional de Arte (ENA) estaba al lado— todo aquello funcionaba como una gran burbuja de arte en la que uno tiene relación con alumnos de todas las especialidades. Ese tipo de intercambio amplia el panorama, la visión y el criterio que uno tiene de cómo desenvolverse en el mundo artístico. Digo que aprendí a escuchar música en el ISA, y aún como alumno de artes plásticas pude ir a clases magistrales, por ejemplo, que impartía ese gran compositor, guitarrista y director de orquesta cubano que es Leo Brouwer: sin duda, un lujo.   

“La escultura la descubrí en la propia escuela, porque al ingresar mi intención era convertirme en pintor de caballete”.

Tengo entendido que su primera exposición fue en el año 1994 y usted ha dicho que no acostumbra a hacer muchas exposiciones personales, ¿por qué razón?

No tengo una razón específica. Me gusta mucho confrontar, pero no desde el punto de vista competitivo sino a partir del diapasón que se establece en las exposiciones colectivas en las que, por lo general, hay varias propuestas con varios criterios y eso me hace sentir muy cómodo.

Tengo el hábito de trabajar sistemáticamente, pero no pensando en una exposición puntual, lo cual favorece la acumulación de cierta cantidad de obras. Hacer una exposición personal es de una gran responsabilidad porque tienes que mostrarte, y una manera de exhibir criterios muy personales en relación con el arte.

En sus primeras etapas la herencia africana tuvo mucho peso. Con el paso del tiempo, además del hombre como centro de su quehacer, ¿continúa siendo la identidad médula de atención?

Santiago de Cuba, de donde provengo, es un lugar en el que el acervo cultural emana de raíces africanas muy fuertes, aunque como práctica religiosa en mi familia cercana nadie profesa religiones de origen africano, pero en la atmósfera estaba, en el medio estaba.

Creo que más que una religiosidad militante lo que tenía era una influencia del ambiente, sobre todo, la música: la rumba me ha gustado toda la vida y no me puedo apartar de las congas y eso, por supuesto, llevaba implícito la cercanía; estaba muy próximo de los cabildos carabalíes y eso fue una influencia cultural decisiva.

Por otro lado, y aunque parezca contradictorio, en los inicios había una influencia más marcada de la religión católica que, paulatinamente, se fue transformando. También fue un momento en el que el tema religioso se abrió, y aunque siempre me cuidé de no caer en lo que puede ser una moda, traté de aportar algo sin asimilar lugares comunes.

Ese fue el momento en que empecé a trabajar con los detalles tratando de no repetir y de no hacer una obra mimética. Eso ocupó una parte de mi tiempo y después continué con mi gran interés, que es el ser humano. De hace un tiempo a esta parte, lo afrocubano no está presente en mi obra y el hombre está en el mismo foco de todo mi quehacer.

“No soy ni me considero un artista conceptual. Me interesa la armonía entre la idea y la manera de expresarla”. Foto: Cortesía del artista

Definitivamente usted ha transitado varias etapas en su carrera como creador…

Cuando uno revisa la bibliografía de los artistas nacionales hay un hilo conductor que a la gente le es más fácil reconocer, y en ese sentido tengo muchas inquietudes que canalizo en dependencia de momentos y de técnicas diferentes, porque cada preocupación contiene diferentes maneras de materializarlas.

En ese sentido no tengo ningún prejuicio —y no soy el único— hay un montón de artistas que han tenido variaciones dentro de su producción. Puedo poner, por ejemplo, a Flavio Garciandía, quien es un excelente artista que no se encasilla en una sola manera de hacer. Eso es una licencia que tenemos cada uno de los artistas: cada quien va estructurando su obra en consecuencia con sus criterios y con su manera de pensar.

Lo que en mí se hace evidente es que en una misma etapa, en un mismo momento, tengo dos o tres propuestas diferentes y se superponen técnicas con materiales. Paralelamente puedo estar haciendo algo muy abstracto y otras obras con una figuración más reconocible y palpable, y nunca he dejado de utilizar objetos, incluso, en las piezas de metal grande. Una de mis características es que dentro de una misma pieza mezclo técnicas y creo obras de diferentes morfologías.

“Lo que en mí se hace evidente es que en una misma etapa, en un mismo momento, tengo dos o tres propuestas diferentes y se superponen técnicas con materiales”.

Hablaba de ensamblar, de utilizar objetos y darle una nueva vida, ¿por qué?

Todos los artistas, creo, somos deudores de la historia del arte y la utilización de elementos no es ajena al arte. Es una práctica validada desde hace mucho tiempo: es un recurso utilizado en el mundo entero. Cada uno de los artistas que tiene este tipo de estrategia tiene sus propias motivaciones.

En mi caso, la historia, la impronta que tienen en sí mismo esos objetos, vienen con una validación que perfectiblemente pueden ser usados en función de diferentes motivaciones.

En lo personal tengo una vocación por recolectar y aunque no me considero un coleccionista poseo una gran cantidad de elementos que voy recuperando, aunque intencionalmente no los tenga pensados para una escultura específica. Es decir, que mi relación con estos objetos reciclados va más allá de la escultura.

“Notificación”, 2014, 66 cm x 48 cm x 26 cm, madera, metal, PVC. Fotos: Cortesía del artista
“Mundos”, 2021.