“No hay monarca como un periodista honrado”.
José Martí, La Nación, Buenos Aires, 28 de marzo de 1886

“El periodista es en sí una forma de historiador. Él es el cronista de su tiempo”.
Alejo Carpentier, Granma, 15 de enero de 1975

No es práctica habitual, dentro del catálogo editorial cubano de estos tiempos, que los lectores tengan ocasión de acercarse, a la vez, a dos libros firmados por un mismo autor, ambos publicados por sellos territoriales y nacionales y ambos relacionados con una apasionante profesión.

Feliz la coincidencia de que Reinaldo Cedeño Pineda (Santiago de Cuba, 1968) haya podido presentar, casi al mismo tiempo, sus dos libros más recientes, titulados Ser periodista, ser Quijote y Las pequeñas palabras; obras nacidas gracias a su fecunda y enriquecedora experiencia de más de tres décadas en el ejercicio periodístico.

“Uno de los más inteligentes y leídos cultivadores del género en la Isla”. Fotos: Cortesía del autor

Dos libros que se complementan. En ellos el autor logra, quizás sin proponérselo, no solo teorizar sobre las angustias y esperanzas del periodismo, sino también demostrar cómo es posible, a través de su práctica cotidiana, contribuir al mejoramiento humano que reclamaba el Maestro.

Páginas en que Cedeño Pineda hábilmente entremezcla los presupuestos éticos y estéticos que sustentan su periodismo con una muestra de sus crónicas, esas que lo convierten en uno de los más inteligentes y leídos cultivadores del género en la Isla.

En Ser periodista, ser Quijote (Ediciones La Luz, Colección Homenaje, Holguín, 2019, 80 pp.), que ya tuvo, en el año 2017, una más breve edición en soporte digital, se reúnen, en dos secciones, seis artículos enriquecidos con cinco crónicas fechadas en los últimos años. Son textos en que Cedeño Pineda, mediante un discurso directo y sustancial, como en ráfagas de pensamiento, analiza temas como la condición de ser periodista, el arte de la entrevista, la magia de titular, los secretos del periodismo cultural, etcétera.

“Sabe el periodista cómo cautivar desde la razón y el corazón”.

Comento, por su alcance, uno de los artículos reproducidos en estas páginas, un esclarecedor texto que, con destreza y elegancia, indaga en un tema de incuestionable trascendencia para el periodismo y los periodistas que hoy ejercen la profesión. En “José Martí: el periodismo como sanación”, sabe el periodista cómo cautivar desde la razón y el corazón, cómo develar las enseñanzas, las lecciones que se encuentran en las páginas legadas, para su tiempo y para el porvenir, por el Héroe de Dos Ríos.

Se inicia el texto con el comentario de una fotografía y una historia —publicadas en la prensa nacional— que emocionaron a los cubanos: la imagen de un niño que, luego del paso devastador del huracán Irma, rescata, entre los destrozos, el busto del Apóstol que presidía su escuela. “Un simbolismo conmovedor —escribe— nos recorre. En su esencia más pura, el niño no ha salvado solo una representación de Martí, sino al mismísimo Martí, y con él, se ha salvado. El genio de Paula se nos aparece en las situaciones más insospechadas”.

Se pregunta entonces Cedeño Pineda dónde encontrar la inextinguible lumbre de Martí; qué capacidad de surtidor tenía el Maestro; por qué una y otra vez, siempre, se nos aparece vencedor del tiempo, hacedor de caminos; cómo poder tocar sus alas.

Las respuestas a sus interrogantes las busca —y llega a encontrarlas— en esa lectura inteligente de algunos textos martianos, pues —como asegura— es necesario “transitar sendas ya recorridas y abrir otras escrutando siempre, con ojos de descubridor”.

Se acerca así, entre otros artículos, a “Céspedes y Agramonte” (El Avisador Cubano,Nueva York, 10 de octubre de 1888), en que el Maestro retrata a ambos próceres, con el empeño de “hallar el cemento de la unidad, incluso en el camino de los desencuentros”.

Se ocupa, igualmente, del prólogo que Martí escribiera a la antología Los poetas de la guerra, en que, con meridiana claridad, el Apóstol valora el real alcance de esos versos, escritos por los mambises en el fragor de las batallas por la independencia de la patria amada.

Concluye “José Martí: el periodismo como sanación” con esta certera valoración:

Pese a las diferencias o las lejanías, Martí, en un esfuerzo francamente conmovedor, no se dejó arrebatar a ningún cubano —y a ningún humano— de valía.

Trascender es adentrarse en la vena de las cosas. Martí es un llamado perenne. Es nuestro contacto más precioso, más preciso con la futuridad.

Ser periodista, ser Quijote no es el primer libro relacionado con el periodismo publicado por Reinaldo Cedeño Pineda, ya que antes habían aparecido Cartas a Saturno (2003), El diablo y la luz (2004) y El hueso en el papel (2011).

“Trascender es adentrarse en la vena de las cosas”.

Graduado de la Universidad de Oriente como licenciado en Periodismo (1991) y máster en Comunicación Social (2004), ha sido reconocido, entre otros galardones, con el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro por la obra de la vida, concedido en el año 2021.

De manera paralela a sus más de 30 años de labor profesional en la prensa escrita, la radio, la televisión y los medios digitales, Cedeño Pineda ha incursionado en otros géneros como la poesía, la narrativa y la investigación.

En su bibliografía aparecen, entre otros títulos, el cuaderno de versos Poemas del lente (2013 y 2017; Premio Nacional de Poesía Hermanos Loynaz, 2011), el libro de cuentos La edad de la insolencia (2013) y la investigación audiovisual A capa y espada, la aventura de la pantalla (2011).

El otro libro de Cedeño Pineda, también pensado y escrito desde la práctica del periodismo, se titula Las pequeñas palabras (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2019, 192 pp.), en que se presenta una colección de casi 70 crónicas. Los textos reunidos en este libro, fechados en los últimos años, se estructuran en tres secciones que el autor sugerentemente ha decidido titular “Hay aplausos que nunca terminan”, “Abrazos” y “Traigo mi isla debajo del brazo”.

“Cedeño Pineda ha incursionado en otros géneros como la poesía, la narrativa y la investigación”.

“Hay aplausos que nunca terminan” agrupa “retratos” en que, con un sabio dominio de las emociones, se presentan al lector miradas muy personales a esas vidas que, desde la fama o el anonimato, han despertado la curiosidad y el respeto del periodista.

Recomiendo la lectura de “Luis Carbonell: el artista total” —premiado en el X Concurso Nacional de la Crónica Miguel Ángel de la Torre, 2015—, lúcido y emotivo acercamiento, desde el recuerdo y la admiración, a quien se definió “primero santiaguero y después cubano”.

Los textos antologados en “Abrazos” se clasifican, según Cedeño Pineda, como “diversidades” y resultan novedosas propuestas que, a partir de actitudes y sentimientos, develan el inimaginable universo que atesora la propia existencia humana.

Una de esas crónicas, titulada “El hombre que peinó a la Virgen”, es un excelente ejemplo de cómo es posible, si se es dueño de talento y sensibilidad, de motivar el interés del lector por conocer la historia narrada.

Las “aproximaciones” de “Traigo mi isla debajo del brazo”, la última sección del volumen, se acercan a temas tan diversos como la injustamente olvidada Eusebia Cosme, el infatigable estudioso Joel James, el desconocido saxofonista Leonardo Acosta, y otros.

“La crónica es una apuesta al ser humano. No hay oxígeno sin memoria, ni memoria sin cronistas”.

En este conjunto aparecen otros textos, como el revelador “Cronicar es salvar”, interesante reflexión —también incluida en Ser periodista…— que concluye con este certero juicio: “La crónica es una apuesta al ser humano. No hay oxígeno sin memoria, ni memoria sin cronistas. Cronicar es salvar”.

Las pequeñas palabras constituye, incuestionablemente, un libro visceral, escrito desde lo más profundo e íntimo del ser y el pensar. Un libro que solo puede leerse, entenderse, comprenderse, sentirse, con la sensibilidad y la emoción a flor de piel.

Mientras leía estas dos obras de Reinaldo Cedeño Pineda recordaba las palabras con que, en cierta ocasión, Dulce María Loynaz respondía la interrogante formulada por un periodista: ¿Qué es para usted un poeta? “Un poeta —afirmaba la autora de Poemas sin nombre— es alguien que ve más allá en el mundo circundante y más adentro en el mundo interior. Pero además debe unir a esas dos condiciones una tercera más difícil: hacer ver lo que ve”.

Con la lectura de Ser periodista, ser Quijote y Las pequeñas palabras es fácil comprobar —y permítaseme parafrasear a la escritora galardonada con el Premio Cervantes— que Reinaldo Cedeño Pineda, quién puede aún dudarlo, hace ver lo que ve.