No basta con repetir que el son es lo más sublime para el alma divertir. Si cada 8 de mayo, para celebrar la llegada al mundo de Miguel Matamoros en 1894 y de Miguelito Cuní en 1917, nos damos el gusto de celebrar el Día del Son Cubano, corresponde no solo gozar nuestro sello musical identitario de mayor alcance y arraigo, sino también tomar el pulso de su actualidad.

Frescas están las huellas del desvelo de Adalberto Álvarez por honrar al son y los soneros. Lo hizo en momentos cruciales, cuando a juzgar por lo que se iba entronizando en determinado sector de la población y ante realidades impuestas por el dictado hegemónico de la industria del espectáculo, creyó conveniente concentrar en una jornada los motivos enaltecedores de un complejo musical y danzario que nunca debe ceder ni en significación ni en jerarquía.

“Frescas están las huellas del desvelo de Adalberto Álvarez por honrar al son y los soneros”. Foto: Tomada de la página de Facebook de la orquesta Adalberto Álvarez y su son

El 4 de septiembre de 2012 fue consagrado el son como Patrimonio Cultural de la Nación. La proclamación tuvo lugar en Santiago de Cuba y allí estuvo Adalberto con su obra y orquesta, flanqueado por dos excelentes septetos de la urbe oriental, Santiaguero y Turquino, y los versos dichos como solo sabía decirlos Luis Carbonell.

En la ruta crítica de los reconocimientos se instala ahora mismo la elaboración y presentación del expediente que sustenta la candidatura del son como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, que debe ser sometido al escrutinio del comité de la Unesco que concede tan encumbrado título.

El Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Música Cubana (Cidmuc), una de las instituciones de mayor proyección y fortaleza del sistema de ciencias del Ministerio de Cultura, ha dedicado tiempo, sabiduría y poder de convocatoria en la consecución del empeño.

Los reconocimientos inclinan, pero no obligan. Los estudios resultan imprescindibles para colocar al son en su lugar. Pero tampoco, por decreto, justifican la vitalidad de las especies soneras ni apuntalan los nuevos desarrollos.

Hay que ir, por supuesto, a la raíz para comprender la naturaleza compleja y a la vez enjundiosa del nacimiento y evolución del son. Entenderlo como un proceso para nada lineal, como lo apreció acertadamente el doctor Danilo Orozco, una de las principales autoridades en el rastreo de sus orígenes, y valga el plural. Seguir las pistas de lo que Danilo, a partir de una perspectiva antropológica cultural sólidamente argumentada, describió como una interrelación entre el campo y la ciudad, y elementos afrohispanocaribeños, en un toma y daca dialéctico de apropiaciones y decantamientos.

También, y no menos importante, conviene interiorizar los sones tal como lo apreció Danilo, en una interacción con otros tipos genéricos y sus nutrientes, díganse canciones y guarachas, rumbas y bailes de salón, a lo que yo añadiría la vertiente cubana del jazz del último medio siglo, por lo que estamos ante una expresión inclusiva y abierta, fundamento de su carácter omnisciente en los sonidos de la Isla.

“En la ruta crítica de los reconocimientos se instala ahora mismo la elaboración y presentación del expediente que sustenta la candidatura del son como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”.

Visto el punto de partida debemos escrutar los puertos de llegada en la hora actual. ¿Es el son, o mejor dicho, los sones, una música que define, más allá de lo cubano, al cubano de este tiempo? En otras palabras, ¿el cubano y la cubana, para estar a tono con la justísima paridad de género, sienten el son, y los sones, en el centro de su existencia espiritual?

Para recibir, lo primero es dar, y ello corresponde a los artistas y los promotores: agrupaciones soneras, solistas de una parte y de otra los encargados de la programación en vivo, los registros fonográficos y la difusión en radio, televisión y redes digitales.

Allí queda mucho camino por recorrer y zonas por enmendar. Cabría un análisis pormenorizado del tema, mas a primera vista, o mejor dicho, oída, se observan asimetrías promocionales e incoherencias manifiestas. La programación, lo sabemos, estará afectada hasta tanto no se resuelvan los problemas estructurales y de organización que impiden el funcionamiento eficaz de las empresas de la música, los cuales, también sabemos, se hallan en vías de estudio y solución.

Sin embargo, no hay que esperar por ello, como tampoco descansar en lo que se logre a partir de ello, para que la programación sea intencionada y coloque en su justo punto el balance entre tradición y contemporaneidad en el tratamiento sonero, así como la necesaria e imprescindible jerarquización de las propuestas.

Porque, para decirlo de una vez, por cada interpretación rutinaria de las especies soneras, se espanta a más de un cubano o cubana potencialmente identificado con sus raíces. En todo movimiento artístico existen brechas entre la vanguardia y la medianía, pero la medianía no tiene por qué desembocar en la mediocridad.

Un ejemplo plausible de gestión del patrimonio sonero se localiza en Santiago de Cuba, donde una agencia especializada promueve una tradición cimentada que cuenta con jóvenes exponentes. Si el Septeto Santiaguero es la punta del iceberg, favorecido por su inserción en circuitos internacionales, al lado, no debajo, se mueven y brillan otros septetos y conjuntos que animan la trama sonora de una ciudad que respira son y sabe situarlo en escenarios apropiados, no solo en eventos puntuales sino como parte de la cotidianeidad.

Septeto Santiaguero. Foto: Tomada de Prensa Latina

Otro ejemplo de concertación y empuje se tiene en la Alianza Musical de Cuba, concebida por artistas que respondieron al llamado de Adalberto Álvarez hace un trienio. En su centro, la promoción de la creación de varios de los colectivos de más alta convocatoria en la música popular bailable contemporánea. No está de más subrayar lo evidente: la timba nace en el son, es son transfigurado y la vanguardia en esa línea se fortalece en la Alianza, hecho que no siempre ha sido bien comprendido desde el acompañamiento constructivo a escala institucional.

Hay mucha tela por donde cortar y, por supuesto, que coser. Las audiencias se forman, no se dejan a la espontaneidad y es mucho lo que tenemos que avanzar en esa formación, sin que sea impositivo. Cuando encontramos a un cubano o cubana joven que disfruta el son, en sus formas tradicionales o actuales, en sus experiencias de vida encontramos un entorno sonoro propicio, sustancial e inclusivo a la vez, desde edades tempranas. Es entonces cuando comprendemos que para ellos el son sí es lo más sublime para el alma divertir.      

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