Después de once horas rodando de Santiago a Sancti Spíritus, solo un milagro es capaz de borrar la fatiga. Y este aparece: un abrazo es el mayor de los milagros. Lo trae Carlo Figueroa, que es decir la radio, que es decir la casta, de los que siempre encuentra el modo de tender velas. Y allá nos vamos, hermanados otra vez, por la Avenida de los Mártires, por su fronda mínima, hasta casa de Juan Carlos Castellón y Yamilet Valdés, voces, letras de la radio espirituana. La tarde se funde con la noche. Aprieto el paso.

Habitación 219. Hotel Plaza. En el latido mismo de la villa, frente al parque Serafín Sánchez. Directo al plato. Agua caliente. Caigo redondo.

Facultad de Humanidades, Universidad José Martí. Voy de gala esta mañana, porque tengo a mi lado a la escritora Saily Alba, quien dirige el Centro de Promoción Literaria Raúl Ferrer. Subimos la Avenida. Ojos curiosos frente a mí, estudiantes de Derecho y Gestión Sociocultural. Todo preparado, proyección lista, pero… el apagón nos muerde.

La poesía, eso sí, es luz. Ella ilumina.

Tomo mis libros, es decir mis dolores. Y encomiendo a la voz que saque sus matices, que funda el arcoíris. Las estrías de la emigración, un canto a Scarlett O’Hara; el viajero que regresa a casa, consigo mismo, sin engaños; el niño que se traga un prendedor con la imagen de Lenin, la madre que llora frente a la Virgen. La lírica, la crónica.

Un escritor quisiera inundar las calles con sus libros, quisiera; pero si solo tiene unos pocos ejemplares, sobreviene la rifa: Las pequeñas palabras (Editorial Oriente, 2019) y Tejiendo un país (Roque Libros, 2023). Las letras a solas son el diálogo perfecto.

“Tomo mis libros, es decir mis dolores. Y encomiendo a la voz que saque sus matices, que funda el arcoíris”.

Quinta Santa Elena: una guayabera, un libro 

Las calles empedradas y sinuosas de Sancti Spíritus me conducen al Yayabo, al río. “Y tú que me decías…”, un viejo tema repica dentro. Asoman el puente, los arcos. Salta la chispa cuando traspaso el umbral de la Casa de la Guayabera en la Quinta Santa Elena. Esta es una de las instituciones culturales más prestigiosas y polivalentes del país, con un sólido equipo que dirige Carlo Figueroa.

Una guayabera gigante me recibe. Y Pelusín del Monte, una réplica que obsequió Zenén Calero a este proyecto. Y piezas de Miguel Ángel Asturias, del Gabo, de Alicia, de Fidel. El reboso de Haydée Santamaría. Cada urdimbre, cada puntada es una historia. Una muestra pequeña de un fondo bordado en la excelencia, en la paciencia, como la propia pieza.

Poetas espirituanos leen para mí, leen conmigo.

Me conducen al patio. Comienza la más hermosa, la más entrañable de las presentaciones. Ailén Rosa está con su cámara. Bajo los robles, escritores, periodistas, bibliotecarios, radialistas, promotores, artistas. Gente de la cultura y de la vida. Tomo el micrófono y algo se abalanza sobre mí. Me sujeto para acompañar con imágenes mis poemas del lente, intertextos entre la pantalla y el verso.

Poetas espirituanos leen para mí, leen conmigo.

El libro ¡Apunten…!(Roque Libros, 2023) toma nuevos aires, se oxigena al lado del Yayabo. En un título sobre la Cuba de ahora mismo, la que soñamos y la que sufrimos, hay mucho que apuntar. Claustrofobias Promociones Literarias ha expandido al mundo su versión digital. (Descargas en: https://www.claustrofobias.com/apunten/).

El libro ¡Apunten…! toma nuevos aires, se oxigena al lado del Yayabo.

Conexiones de otro mundo

Como un escolar sencillo espero en las arcadas del hotel Plaza a mi colega Elsa Ramos, capaz de tocar el deporte y la vida sociocultural espirituana con la misma autoridad. En la pantalla, en la radio y en la tinta. Cuando la abrazo, toco a Cuba. Ella la encarna, en el afán de persistir y en las batallas del periodismo, las cotidianas; tantas veces, peleas cubanas contra los demonios

Hay un aguacero de anécdotas. Me deja tres besos. No sabe lo que ha hecho.

Estoy en la Villa del Espíritu Santo, para cerciorarme. Ya lo escribí, ya lo conté; pero tener frente a frente a este chico, es harina de otro costal, es una dimensión desconocida. Instructor de teatro devenido radialista, Alien Fernández Martínez (Alienpro), tomó una frase de mi crónica dedicada a Martí, a la música… y se la tatuó en su brazo, se la grabó en su carne: “Si la música tiene notas, las palabras han de tener sonidos”.

Desenvaino unas palabras tímidas, ensayo una declaración, hay incluso una pulsada para la foto; mas lo hecho me sobrepasa. Es puro surrealismo.

Los espirituanos insisten. Me sientan a la mesa para la serie audiovisual “Café por medio”. Carlo Figueroa saca del carcaj sus flechas. Para el periódico Escambray, Lisandra Gómez, la doctora en Ciencias de la Comunicación, la culpable de tantas cosas en esta historia, me mira con fijeza. Y suelta las preguntas sencillas, las preguntas tremendas.

Desenvaino unas palabras tímidas, ensayo una declaración, hay incluso una pulsada para la foto; mas lo hecho me sobrepasa. Es puro surrealismo.

Un periodista frente a otro es un juego de espejos.

Ella me cobija en el trayecto hasta la emisora Radio Sancti Spíritus. Sol, sol vivo. Los anémicos árboles son un decorado. En el trayecto nos asalta una voz ―redonda, legendaria―, la de Ernesto Valdés, Premio Nacional de Radio. CMGL son las siglas de esta casa radial. Los estudios son gigantes. Hay un asalto a “El show de la tres”. Entro a la cabina, Jairo Alberto Pacheco al micrófono.

No pude cumplir lo prometido. No llegó la botella de ron Santiago, con su aroma de culto, su sabor mítico. Será una oportunidad para volver, para brindar. A Jailer Cañizares, a su maestría en la musicalización, le debo más. Sabe leer mis crónicas radiales y les deja caer el ingrediente exacto. Son crónicas viajeras, crónicas humanas, crónicas a un clic.

La radio cubana es de gente como él, de una callada grandeza, de una esplendorosa sencillez.  

Hay una larga conversación en el parque para cerrar el día, después de la crema Aurora, de la crema Virginia. Tal vez ando rasgando el velo, levantando el hábito de esta ciudad sin apremios, sin insomnios, donde los chicos caminan en puntas de pie.

Coda

Y cuando la villa y el espíritu dan su último acorde, ella aparece. Yolanda Franco Sagué, artífice de Tele Rebelde en Santiago de Cuba, de aquel canal fundacional, de aquel gran casting. Poeta de la nostalgia, santiaguera fiel que siguió a sus hijos hasta el Yayabo. Trae en sus manos octogenarias, en sus manos de madre, un pan recién calentado, un poco de café. Y lo deja en las mías.

¡Ay, Yolanda de todos los caminos!

Once horas de regreso requieren otro milagro. Y este aparece. Mi cabeza se reclina a los recuerdos, se envuelve en los abrazos. Tengo ganas de decirle a Fragancia que no la puedo olvidar…