Tengo unos cuantos amigos escritores que solo cuando se han ido de Cuba dicen haber respirado la fragancia divina de las cosas, y comprendido el significado de la palabra libertad. O sea, que todo cuanto escribieron en Cuba arrastraba grilletes y carecía de buen olfato, por tanto, según se infiere, era una literatura coja y de mal gusto.

Lo asombroso, sin embargo, es que una vez en el “paraíso” dejan de publicar, con lo cual los pobres “esclavos” de acá nos privamos de conocer sus luminosos pensamientos. Nos trasladan una insondable sed por conocer la prístina materia de que está compuesta la piedra filosofal, o los arcanos elementos que fecundan el huevo cósmico, pero callan y callan, y no escriben, aunque siempre nos digan que solamente ahora son escritores.

A desentrañar este insondable asunto pudiera ocuparse el PEN Internacional, paladines como son en la lucha contra la censura y la represión. Según parece, asomarse a semejante enigma al menos serviría para que uno deje de comerse las uñas, o beber cocimiento de tilo, pues como una y otra vez escuchas decir que en Cuba estos escritores fueron censurados y reprimidos, permanece uno en puro nervio a la espera de esos párrafos y esos versos que alguna vez sufrieron el “hachazo de la dictadura”. Caramba, es que pasan los años, y con ellos todas las reencarnaciones de Perséfone, y no los acaban de publicar.

“Quizá el PEN tan solo esté promoviendo una literatura para no lectores o algo semejante”.

Ya sabemos que la palabra PEN —cuyo significado es lápiz en inglés— es acrónimo que antiguamente se refería a Poetas, Ensayistas y Novelistas, aunque ahora en esa organización también incluyen a periodistas, historiadores, traductores y hasta blogueros. Todos estos señores de algún modo vinculados con la literatura, pero al parecer ese misterio de los escritores cubanos residentes en el exterior también los mantiene perplejos, pues para hablar de la represión literaria en Cuba jamás los mencionan, y ahora han tenido que poner de ejemplo el caso de un rapero.   

Y no uno cualquiera, sino al mismísimo Maykel Osorbo, “El Rapero de la Pacificancia”, aquel que ha pedido acabar con cualquier atisbo de censura en Cuba, mediante una invasión militar yanqui que arrasaría con el país y donde morirían cientos de miles de personas: o sea, muerto el perro, se acaba la rabia.

Desde luego, hasta el último jardinero o CVP del PEN internacional sabría que primero pasa un camello por el hueco de una aguja, antes que un recurso literario por el “pen” de Maykel Osorbo; pero no nos apuremos en censurar al PEN: si esta reprimenda ha sido por un rapero, cómo sería entonces la denuncia a favor de ellos mismos: quién sabe si hasta acusarían al gobierno cubano de censurar el realismo mágico o la literatura de zombis.

En fin, quizá el PEN tan solo esté promoviendo una literatura para no lectores o algo semejante: ello explicaría que, en su nueva demanda contra la represión, no aparezca ni una triste mención a los cientos de periodistas que son asesinados en diversos países del mundo, o a los 14 raperos que por estos tiempos han sido condenados en España: Valtonyc, Pablo Hasel, y los 12 miembros del grupo La Insurgencia.

Desde luego, no será lo mismo el desacato de Osorbo a la policía, que los alfilerazos que los raperos españoles dirigen a su Majestad don Juan Carlos. Ya sabemos que todo depende del color con que se miren las cosas; incluso de la sustancia donde se imprima determinado color, y si bien los policías cubanos visten de azul, es obvio que no tienen la sangre añil como el monarca putativo.

“Para el PEN Internacional todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que los otros”. Foto: Internet

Por lo pronto, acá estamos a la espera de que un día el PEN Internacional decida condenar a Estados Unidos, pues resulta que el bloqueo que impone a Cuba es la mayor censura y violación de derechos humanos que sufren los escritores de la Isla. Como es de suponer, esto lo digo con el mayor respeto, no vaya a ser que el PEN, cuya función última es la de policía mundial, me acuse de desacato. 

Por semejante bloqueo, las editoriales cubanas no pueden vender en sitios como Amazon, ni los escritores podemos acceder a foros o eventos online en plataformas como Zoom, ni recibir legítimas regalías si estas llegan en dólares, ni participar en concursos literarios en Estados Unidos, a no ser aquellos financiados por la Ned o la Usaid, en los que la escritura siempre tendrá como pie forzado la mera propaganda política contra la Revolución, mientras más panfletaria mejor.

Y tampoco podemos usar pasarelas de pagos como PayPal (a no ser que te llames Yoani Sánchez), ni buscar financiamiento para acometer un proyecto en sitios de crowdfunding como Kickstarter (salvo si eres Tania Bruguera): a fin de cuentas ya lo dijo Orwell: para el PEN Internacional todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que los otros.

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