Una obra de amor

Dayma Crespo Zaporta
2/10/2018

Aun cuando el mérito de la creación del psicoballet responde al ingenio de una mujer cubana muy prominente en el campo de la psicología, Georgina Fariñas, es común encontrar entre nosotros personas que lo desconocen o lo circunscriben a determinadas patologías. Lo cierto es que este método, creado en 1973, aún brinda resultados maravillosos y les da a los pacientes una nueva razón para vivir, una meta por la que luchar y un oficio al cual dedicarse.


Calentamiento inicial de la clase de psico-ballet, los profesores: Jorge Orozco y Alina Canasí.
Fotos de la autora

 

Al principio, fue una manera de refinar a un grupo femenino de jóvenes con trastornos en la conducta que tendían a ser muy violentas. Luego, con la anuencia y colaboración de Alicia Alonso, el proyecto fue creciendo hasta aunar a bailarines del Ballet Nacional de Cuba como profesores; a madres de pacientes que han devenido especialistas de la rama; y como estudiantes, a pacientes con todo tipo de discapacidades.

Los especialistas no le llaman terapia, sino clase, en aras de motivar a los alumnos. No es una visita al médico, sino una divertida sesión de ballet en la que aprenden posiciones complejas de esta danza originalmente europea; interactúan socialmente, hacen amistades, y sobre todo, se divierten.

La mayoría de ellos comienzan desde muy pequeños, reciben clases de psicoballet durante nueve meses aproximadamente, y al final, realizan un ejercicio de graduación en el que ponen en práctica todo lo aprendido. Esta presentación conclusiva resulta indispensable para el tratamiento pues sienten que devienen artistas y los aplausos constituyen una muestra de autorrealización, fácticamente un logro después de tantos ensayos.


Momento final de la función, donde agradecen los aplausos del público
 

Actualmente, existe un grupo que ensaya cada miércoles en la Casa de África, una institución que abrió sus puertas a tan noble misión hace muchos años. Allí se pueden encontrar estudiantes sordos, hipoacúsicos, con retraso mental, lento aprendizaje, autismo, síndrome de Down, esquizofrenia o paranoia. Muchos de ellos ya se encuentran rondando los 40 años de edad, pero resulta vital que continúen practicando, en tanto, la enseñanza especial en Cuba solo llega hasta los 18 años, una vez finalizada esta no hay manera de integrar a las personas con características especiales al entramado social. De ahí que el psicoballet se muestre como una alternativa más que viable para evitar el retroceso de los avances logrados en las terapias. Asimismo, el método ha sido implementado en pacientes sordos y ciegos, logrando igualmente resultados satisfactorios.

El papel de las madres es indispensable en este sentido, pues funcionan como apoyo a los profesores y a la propia Georgina, son quienes hacen posible el desarrollo de sus hijos gracias a este método. Algunas se involucran en la clase y realizan los ejercicios, se ocupan de llevarlos puntualmente al encuentro, los preparan para la función como estilistas profesionales, son parte del espectáculo, a la vez que se documentan y pasan cursos en aras de mejorar cada día su labor. Muchas de ellas abandonan el trabajo para dedicarse enteramente al cuidado de sus hijos cuando estos cumplen 18 años y finalizan la escuela.

El psicoballet les ha brindado a ellas la oportunidad de entender las particularidades de sus hijos y de saber lidiar con ellos de la manera adecuada. Ha sido un punto de apoyo, ya que juntas conforman un equipo, en el cual cada una soporta a la otra en momentos de crisis o desesperación.


Presencia de las madres en el espectáculo de psico-ballet
 

Este método cuenta con 45 años de creado y aún sigue marcando una diferencia, en la medida en que convierte a estos pacientes en artistas ansiosos por recibir aplausos y por pasarla bien al regalarle su arte a los otros. Además, ha sido exportado como aporte científico a más de 20 países, sobre todo de América Latina, donde se ha constatado su valía. Más que un método de tratamiento psicológico, el psicoballet es una obra de amor, en la cual todos se juntan en la búsqueda de un objetivo común: integrar a estas personas con una condición especial en la dinámica social cubana. La práctica ha demostrado que merece la pena intentarlo.