La idea original de la serie Las cinco puntas de la estrella es del ensayista y poeta Víctor Fowler. La Jiribilla dialogó con el intelectual cubano sobre la necesidad de volver siempre al pensamiento de Fidel Castro Ruz, motivo esencial de esta entrega documental.

¿Cómo surge la idea de la serie Las cinco puntas de la estrella? ¿Por qué el nombre?

Es difícil explicar “cómo” surge una idea. En todo caso, este producto audiovisual refleja el deseo de trasladar una parte mínima de los profundos problemas que abordó, descubrió, desarrolló Fidel Castro como figura mayor de un proceso liberador nacional en un país del subdesarrollo, en condiciones de Guerra Fría, en un esfuerzo de ruptura de las dependencias estructurales con la política y economía del imperio estadounidense.

En cuanto al nombre, se le debe a su director, Arturo Santana.

“En tanto mayor ha sido la violencia del sistema imperial (…) en contra del proyecto revolucionario cubano, más extraordinaria y grandiosa se torna esa condición de revolucionario”, asegura Víctor Fowler.

¿Cómo se estructuran estos primeros capítulos dedicados al pensamiento de Fidel? ¿Otras entregas se conectarán con el pensamiento y la obra revolucionaria cubana, sus logros y derrotas?

Los capítulos son conversaciones que tienen como base y punto de partida un discurso o intervención concreta de Fidel. En cada capítulo el anfitrión (yo mismo) dialoga con su invitado(a) de manera que se intenta resaltar las ideas fundamentales del discurso o intervención elegida; establecer una línea de continuidad entre dichas ideas y el desarrollo en el tiempo del pensamiento de Fidel; y, finalmente, señalar las líneas de conexión entre todas las exposiciones. De una parte, es lógico imaginar que todo capítulo precisa de una contextualización mínima y, junto a ello, que el enlace entre las diferentes exposiciones termina resaltando la coherencia del pensamiento fidelista.

En lo tocante a otras entregas, desearía trabajar en un segundo grupo dedicado al pensamiento de Fidel Castro, uno más sobre el pensamiento de Ernesto Guevara y un tercero al que se me ocurre llamar —recuérdese que es un deseo— Martí hoy. Junto con ello, me encantaría abordar en productos audiovisuales, hasta donde puedo hacer como creador cultural, problemas de la teoría/práctica contemporáneas como son la colonialidad, la recolonización cultural, el feminismo, el racismo, las identidades sexuales, la representación, el sistema-mundo, el marxismo contemporáneo.

¿Por qué dialogar con jóvenes intelectuales cubanos en torno al pensamiento de Fidel?

De las muchas maneras en las que esto puede ser contestado, elijo dos bien simples. Una, que pide atender al tiempo del proceso revolucionario cubano en su duración, sería decir: es algo que el propio Fidel hizo siempre. La otra sería recordar que fue ante una audiencia de jóvenes que Fidel lanzó aquella pregunta ardiente: “¿Puede ser o no irreversible un proceso revolucionario?, ¿cuáles serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la reversión de un proceso revolucionario?”.

¿Cómo se renueva la condición de revolucionario? ¿Cómo someterse a prueba constantemente?

Solo puedo decir que es esa una palabra que —cuando tropiezo con alguien al que siento merecedor de ella en toda su extensión, profundidad y significados— provoca reverencia. En tanto mayor ha sido la violencia del sistema imperial (más sus concomitancias) en contra del proyecto revolucionario cubano, más extraordinaria y grandiosa se torna esa condición de “revolucionario”, más distinguida y bella.

La única manera de renovarla es vivir el absoluto de la vida en un mundo-Revolución; es decir, vivir, hacer, crear, soñar, impulsar, entrelazar, discutir, rechazar, incidir, compartir, sin pensar el grado o cantidad de materia revolucionaria que se pone en ello. Dicho de otro modo: creer, soñar, estudiar y superarse mucho, hacer y ser solidario sin límite.

¿Todos los días? El planteo mismo de la pregunta es ya el error, pues se trata de algo que, sencillamente, es y para que suceda de otra forma tendría ya que estarse hablando de otra persona.

“En términos políticos es un poeta, un creador de realidades, fundó mundos y todavía está ahí. Esa es su fuerza”.

¿Cómo la formación ideológica en Cuba acortó las brechas del conocimiento de la población en la búsqueda del genio colectivo, de la conciencia social?

Si tengo que responder de forma básica, pienso que mediante la confluencia de cuatro enormes fuerzas, verdaderas riadas monumentales para la transformación social: el cumplimiento de demandas de justicia acumuladas durante muchos decenios, en las clases y grupos históricamente desfavorecidos e incluso más allá, en todos los sectores que aspiraban a un no-sometimiento a la rapacidad económica del capital extranjero (muy especialmente, de los Estados Unidos) y a una soberanía nacional; el nacimiento, multiplicación y continuidad de una pedagogía acerca del hecho revolucionario en un país latinoamericano y del subdesarrollo (pedagogía cuyo primer archivo monumental es el discurso de Fidel mismo); en tercer lugar, el surgimiento, extensión y normalización de opciones de conocimiento, superación y comprensión del nuevo ser nacional y ciudadano después del triunfo de la Revolución de 1959 (fuerza que, en sus más destacados aspectos, abarca el desarrollo del sistema de educación en todos los territorios y niveles del país, la creación y desarrollo de un sistema nacional de cultura, más la reformulación de un sistema de información y comunicación públicas); en cuarto lugar, la posibilidad de acción popular común mediante la articulación dialéctica entre estructuras tradicionales (como los sindicatos), otra planteada con un sentido y alcance territorial enteramente nuevo (como la FMC) y una completamente original, como son los CDR.

Creo que la suma de todo esto, ramificado a partir de la conducción política de un Partido.

¿Cómo es posible acortar las brechas entre la vanguardia y esa totalidad (pueblo) que usted refiere en la serie, en la Cuba de hoy?

Escuchar, escuchar, escuchar. Ir, estar presente, compartir y ser parte de los lugares y ambientes más desfavorecidos. Preguntar y preguntar por los que menos disfrutan o tienen, ya sea en el ámbito material o espiritual. Abrir puertas a los que busquen mejorar la existencia de la colectividad, que deseen cuidar la soberanía e independencia de la nación. Ser profundamente autocrítico, además de propiciar, aceptar, analizar e interiorizar la crítica recibida por alguna actuación errada o limitada. Ser el más severo vigilante ante cualquier rasgo de autosuficiencia, incultura, doblez, arrogancia, manipulación o conducta autoritaria. Pensar, en todo momento, en las condiciones del subdesarrollo: en la belleza de cualquier logro y mejoramiento humano allí. Amar sin descanso y sin límites.  

“Allí hay vanguardia: en el sacrificio, la entrega y la solidaridad más radicales”.

¿Bajo qué premisas se construye el nuevo sujeto de la Revolución?

Si alguna premisa encuentro con sentido es tener presente, en cada microsegundo, que un proceso emancipatorio como es, debe y tiene que ser una Revolución socialista significa la reactualización permanente de las ilusiones de partida, las metas, las alianzas, los puntos de giro y profundización del proceso. Dicho de otra forma, una ilusión y esperanzas sin límites (respecto a la justicia, el valor de la solidaridad y a que los seres humanos merecemos y podemos construir sociedades orientadas a potenciar estos contenidos), en combinación con el estudio incansable de lo más elevado hecho o producido por la especie humana y sus problemas. Además, agréguese el estímulo a la autocrítica y la humildad, el respeto al trabajo, el reconocimiento al sacrificio, la alegría ante la creatividad y la simple alegría de estar compartiendo con personas extraordinarias que dan vida a un sueño: la humanización de los humildes.

En sus palabras “para que la destrucción de la naturaleza se convierta no en un peligro potencial sino en una amenaza realizada, bastaría con que no hagamos nada, lo que implica que hay alguien que sí está haciendo algo” y aquí alude a los países que provocan las guerras. ¿Cree entonces que de la concepción anticapitalista de Fidel deviene su concepción ecologista?

Es curiosa esa pregunta. Si recordamos que uno de los conceptos claves de la ciencia ecológica es el “ecosistema”, cualquier referencia al entorno natural nos obliga a razonar que está constituido por un encadenamiento de organismos, procesos, flujos, reacciones y, en fin, la acción de formas vivas interdependientes, entrelazadas entre sí y jerarquizadas. Si esto es correcto, entonces no hay cómo afectar un mínimo punto de la cadena sin dar estímulo a una modificación (al menos cuando se alcance determinado grado o intensidad).

En este sentido, el anticapitalismo en el pensamiento de Fidel tiene raíz en su convicción de que la única forma en la cual es posible la vida digna de las grandes masas y el desarrollo autónomo de un país como Cuba, es a través del logro de una independencia verdadera y la obtención/preservación de una total soberanía sobre el destino propio. En términos de naturaleza, por cierto, significa ser dueño de la naturaleza propia y de los beneficios que su uso y explotación inteligentes puedan reportar al bien común de la nación en cuestión.

En el caso de Fidel, cuyo pensamiento forma un complejo sistema, no es solo cuestión de ese lugar extremo que es la guerra, sino que no hay cómo ser anticapitalista radical sin ser ecologista.

¿Cuál es la vanguardia en Cuba hoy?

A mi entender, podemos pensar en la palabra “vanguardia” cuando se tiene en mente a los numerosos grupos que —pese a la incansable violencia del circuito imperial contra la Revolución y el pueblo cubano— todavía insisten en alimentar la soberanía, la autonomía, la independencia nacional, el desarrollo de la nación, que todavía proyectan, sueñan y trabajan para desarrollar sus proyectos de vida en el país y para él.

Es un término que se alimenta de batallas múltiples que lo mismo tienen escenario en espacios de la producción y los servicios, que en la academia o en la creación artístico-cultural, en el ejército que en las organizaciones políticas y de masas.

Allí hay vanguardia: en el sacrificio, la entrega y la solidaridad más radicales.

¿Qué le ha aportado esa transición de matemático a literato, a intelectual, a fidelista?

Cuando terminé el grado doce, con enorme ilusión, solicité la continuidad de estudios en la carrera de Cibernética Matemática. Apenas llevaba unos meses en las aulas y descubrí que me interesa más la literatura que las ecuaciones y fórmulas; de este modo, recuerdo que mientras en la gran pizarra del aula de conferencias sucedían eventos maravillosos, yo abría el librito que escondía dentro de la libreta, abierta y vacía, donde se suponía que tenía que copiar las novedades de la asignatura. Entre esto y la música rock (¡mi padre había regresado de la antigua Unión Soviética con una enorme grabadora de cinta!) enfilé al desastre y así terminé suspendiendo, analizado en una reunión de agria recordación y abandoné el terreno de un mundo al que no pertenecía de manera auténtica.

De tantas cosas que aprendí en el camino, ¿cómo separar a la Revolución misma? En aquella reunión amarga una de mis compañeras de aula (Dania, era su nombre) propuso que me expulsaran de la Universidad por no ser ejemplo de juventud revolucionaria; en paralelo, y con mejor argumentación, otra de mis compañeras (Vivian, a quien eternamente estaré agradecido), intervino diciendo que la Revolución no destruye a nadie y que yo merecía una segunda oportunidad. Esa fórmula —hecha con números de la vida, la justicia, el humanismo y la solidaridad— la aprendí para siempre.

“Su manera de abordar el tiempo (…) obliga siempre a pensar sobre lo otro; no lo que existe, sino lo que podría sobrevenir”.

¿Por qué volver al pensamiento de Fidel hoy y siempre?

Porque resume y proyecta, al mundo y al futuro, lo que somos. Nuestras angustias y sueños más profundos. Nuestros dolores, ansias de transformación y posibilidad histórica. Tan ardiente en la pregunta como en la respuesta. La esperanza, muy dura, de que aún es posible crear algo diferente a la dominación absoluta, planetaria sin resquicios, del capital corporativo desatado. Su manera de abordar el tiempo (presente, pasado y futuro) obliga siempre a pensar sobre lo otro; no lo que existe, sino lo que podría sobrevenir. Es un aviso, una guía, una convocatoria al diálogo crítico sobre nuestro mundo, sobre su propio pensamiento y el que teníamos antes de comenzar el intercambio con sus ideas. Nos desafía siempre: se adelanta.

En términos políticos es un poeta, un creador de realidades, fundó mundos y todavía está ahí. Esa es su fuerza y por eso fueron tan desmesurados, abundantes, descabellados, salvajes o grotescos inclusive los esfuerzos para silenciarlo, ridiculizarlo o matarlo. Porque la extensión, hondura, coherencia interna, aplicación universal (en todo el circuito del subdesarrollo y más allá) y radicalidad de su pensamiento lo convertían en algo intolerable para los espacios de poder dentro de ese circuito imperial; ya fuesen estos militares, políticos, culturales, comunicacionales, académicos y otros muchos que se nos ocurran en refinadas cúpulas de dominación o en escalones de obediencia. Porque insistió, hasta el último minuto, en la proposición de una vida diferente, con sentidos, lenguaje y valores diferentes.

Puesto que esa pregunta/respuesta sigue en pie, hay que volver a ese pensamiento: preguntando, cuestionando, discutiendo, reconstruyendo, rehaciendo, absorbiendo su esencia, insertándolo en nuestra circunstancia presente y haciendo que dialogue con las ideas que hacen el futuro.

Aunque ninguna pregunta se refiere a ellos, me gustaría manifestar mi agradecimiento a varias personas que hicieron posible la realización de este proyecto. en primer lugar, al ministro de cultura, Alpidio Alonso cuyo entusiasmo y apoyo estuvo con nosotros  desde que presentamos la idea; al viceministro, Fernando León Jacomino. también al director de la serie Arturo Santana quién se empeño en trabajar incluso cuando apenas acababa de salir de una infección por covid. Al equipo de filmación de Arturo, para todos 1000 gracias. A los jóvenes que se entregaron al proyecto y a mi familia que soportó largas horas de conversación sobre lo mismo.