Cuando Viengsay Valdés terminó de bailar ParAlicia y se inclinó para reverenciar al público —y de alguna manera a Alicia Alonso— solo recibió ovaciones. A su lado, el destacado pianista Frank Fernández apreciaba el éxito de una composición que se escribió para rendir tributo a la Prima Ballerina Assoluta. Así, entre aplausos, trascurrió la gala por los 75 años del Ballet Nacional de Cuba (BNC) el pasado sábado en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional. 

Viengsay Valdés, primera bailarina y directora del BNC, baila ParAlicia, pieza compuesta por el destacado pianista Frank Fernández.

El telón subió cerca de las 7 de la noche y en el escenario estaban los creadores “anónimos” que hacen posible la realización de todos los espectáculos: vestuaristas, sonidistas, maquillistas, luminotécnicos, utileros, tramoyistas. Y entre ellos, el cuerpo de baile, columna vertebral del BNC, preparándose para interpretar Giselle, obra cumbre del romanticismo danzario y una de las piezas más emblemáticas de la compañía. Chabela Riera dio vida a Myrtha, la reina de las Willis y Ernesto Díaz a Hilarión. 

Luego, los estelares bailarines Dani Hernández, Ányelo Montero, Víctor Álvarez y Jorge Guerra interpretaron Canto Vital, coreografía de Azari Plisetski que describe mediante movimientos al hombre primitivo y su lucha contra el medio. El quinto movimiento, “Rondó final”, de la Sinfonía número 5 en Do sostenido menor, de Gustav Mahler, le dio un plus enigmático a este pas de quatre para hombres. 

Los primeros bailarines Anette Delgado y Dani Hernández en Muñecos, coreografía de Alberto Méndez.

La primera bailarina Sadaise Arencibia fue esa noche el ave herida de La muerte del cisne, uno de los más célebres solos de la historia de la danza. Después, la primera bailarina Grettel Morejón y Alejandro Virelles, ex primer bailarín del BNC, que pertenece actualmente al Staatsballett Berlín, interpretaron Grand Pas Classique, un homenaje a la más pura danza académica y una exaltación a la elegancia de la escuela francesa de ballet. 

Yolanda Correa y Ricardo Castellanos, bailarines cubanos integrantes del Ballet Nacional de Noruega, mostraron su dominio escénico y coreográfico en Diana y Acteón, al igual que los primeros bailarines Anette Delgado y Dani Hernández en Muñecos, coreografía de Alberto Méndez. El primer bailarín Yankiel Vázquez y María Luisa Márquez —ascendida en este 2023 a la categoría de bailarina principal— bailaron el “IV Movimiento” de la Séptima Sinfonía, con música de Ludwig van Beethoven.

El Ballet Nacional de Cuba es, como lo calificó Fidel cuando hace dos décadas inauguró la 18 edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana, el milagro del talento y la voluntad de sus fundadores Alicia, Fernando y Alberto Alonso, quienes gestaron un genuino movimiento danzario cubano de inspiración popular y alcance universal, dijo antes Rogelio Polanco, jefe del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido, durante las palabras de apertura de la gala.

La primera bailarina Grettel Morejón y Alejandro Virelles, ex primer bailarín del BNC, interpretaron Grand Pas Classique.

“Es el milagro coreográfico interpretativo de Alicia cuya genialidad le permitió recrear obras legendarias, preservar su aliento esencial, y dotarlas de renovado esplendor. Este es el milagro y el ejemplo de varias generaciones de artistas que contribuyeron a enaltecer la Escuela Cubana de Ballet en todos los confines del mundo y, también el milagro de una compañía de ballet que fusionó sus sueños y aspiraciones con los de una revolución triunfante que elevó la cultura al olimpo de las artes”.

Precisamente, toda la gala fue un homenaje a los fundadores, la tríada Alonso, a los que han pasado por los tabloncillos del BNC y contribuido de alguna manera a llevar a esta compañía a la cúspide de la creación artística. Un desfile de todos los bailarines y un video arte con los rostros de los primeros bailarines selló con broche de oro la función. Aplausos y más aplausos.