Como homenaje póstumo a Pedro Medina, quien llevó siempre con orgullo como deportista y como persona las cuatro letras de Cuba.

En noviembre de 2024 conversé por última vez con Pedro Medina Ayón, y recordamos de forma jocosa entre otras anécdotas su actuación en la película En tres y dos. Nuestro encuentro fue en la Plaza de Armas y él había comprado un poemario de un amigo que yo acababa de comentar en el habitual Sábado del Libro. Me presentó a su familia ─fue hombre de familia a tiempo completo―, que le acompañaba en ese paseo sabatino. Mencionamos amigos comunes como Félix Julio Alfonso y Rodolfo Puente, y me aceptó sonriente la broma de verlo repasar con curiosidad con sus manos de cátcher y jonronero ejemplar el pequeño volumen de versos con las mismas manos, como diría un admirado poeta beisbolero─, que fueron una muralla en home o pegaron por el jardín central algunos de los batazos más largos que he visto en mis tantos años de aficionado. El 21 julio de 2025 fallecería de golpe quien fuera para muchos el receptor más completo de Cuba, quien llevó siempre con orgullo estas cuatro letras como deportista y como persona.

Este año se cumplen cuarenta del estreno de En tres y dos, filme debido a Rolando Díaz y uno de los contadísimos largometrajes, me atrevería decir el segundo en toda la historia del cine cubano, que aborda la temática de nuestro deporte nacional, hoy Patrimonio Cultural de la Nación. El primer largometraje data de 1951 con el consagrado pelotero Roberto Ortiz interpretándose a sí mismo en Honor y Gloria, dirigida por el incansable Ramón Peón y con guion del ilustrado cubiche que fue Eladio Secades. Sobre esa gran deuda y la presencia y ausencia del beisbol en nuestro cine, el crítico Joel del Río ha comentado:

… entre las paradojas más singulares del cine, y del audiovisual cubano en general, se cuenta la escasez de filmes musicales y deportivos en una nación con extraordinario potencial en ambos derroteros. Se ha escrito mucho sobre la escasez de largometrajes de ficción donde los personajes sean también cantantes o bailarines (el documental presenta otro panorama), y menos se reflexiona en torno a ese otro déficit, amparado tal vez en el argumento de que el cine se encargaba de otros temas, supuestamente más trascendentales, mientras el beisbol, nuestro deporte nacional, ocupaba el tiempo de unos pocos documentalistas […]. Deben mencionarse, entre otros que se escapan a mi memoria, los documentales Redonda y viene en caja cuadrada (1979, Rolando Díaz), Algo más que una medalla (1992, Rogelio París) y Fuera de Liga (2002, Ian Padrón). También existen otros testimonios, de corte televisivo, pero de estimable contenido, como Un poco de historia sobre el beisbol en Cuba con Eddy Martin, Con la Historia a cuestas (sobre la frustración del equipo de Santiago de Cuba por la derrota de 2005, en los play off más largos del deporte cubano) y Bola y corredor, que se refiere abiertamente a la rivalidad eterna entre los equipos de La Habana y Santiago de Cuba. Además, hay importantes escenas de pelota en las tramas de Los pájaros tirándole a la escopeta, Plaff y Páginas del diario de Mauricio. [1]

Autor de antológicos batazos, Medina es considerado el receptor más completo de la pelota en Cuba. Foto: Tomada de Jit

En un excelente programa para la televisión debido al comentarista Evyan Guerra, grabado en 2021 pero replicado con gran aceptación hasta hoy en día y dedicado al mencionado filme, el periodista logra un legítimo contrapunteo entre pasajes de la película comentada y la lectura y testimonio posterior de Pedro Medina, estelar receptor industrialista y de los equipos Cuba, desdoblado en actor en este largometraje, quien rememora la grata experiencia y los desafíos de recrear la realidad, experiencia que disfrutaron y en la que creyeron tanto peloteros-actores, como actores-peloteros, y todo el equipo de filmación, cómplices desde el guion de Eliseo Lichi Diego y Rolando, la música de los Van Van, hasta la profesional fotografía de Guillermo Centeno.

Vi En tres y dos en una función especial, invitado por su guionista Lichi Diego, quien siempre de broma me dijo por teléfono que me identificara con su secretaria Olguita como Manuel Alarcón, conociendo mi simpatía por El Cobrero. Compartí asientos en una sala pequeña con algunos de los peloteros que colaboraron en la filmación, todos con el jolgorio de quienes disfrutaban verse actuando por primera vez. Hay una escena donde un jugador de Industriales, bueno a la defensa pero flojo al bate, es sustituido en su turno a la ofensiva en un momento climático del filme. Los espectadores, que eran sus compañeros de equipo, por aquello de que la realidad y la ficción suelen parecerse, celebraron la escena con el jocoso comentario de “hasta en la película lo sientan”.

En una entrevista que le concede a la documentalista Gloria Arguelles, Rolando reitera que este largometraje es un tributo a su afición de toda una vida por el pasatiempo de las bolas y los strikes, y que por lo mismo reclutó como director de fotografía a otro aficionado a esta diversión, el camarógrafo Guillermo Centeno. A propósito de este filme, menciona cómo ese maestro del séptimo de arte que fue Tomás Gutiérrez Alea celebró la manera en que el binomio Díaz-Centeno logró visualizar el gran espectáculo que es ese deporte.

Los aficionados cubanos colmaron las salas de cine para ver En tres y dos, con actuaciones estelares de Samuel Claxton y Mario Balmaseda. Foto: Tomada de Internet

El también aficionado beisbolero que es el director de cine y escritor Arturo Sotto, me escribió a tenor del desenlace de uno de los play off de la temporada sesenta de nuestro campeonato nacional, cuando en dramático desenlace, propio de una puesta en escena, permitió a los cocodrilos matanceros clasificar para la gran final, derrotando a los leñadores tuneros:

Cuando la ficción anuncia lo real, fue lo que pensé en el momento que Eduardo Blanco se empinaba sobre la cerca y le arrebataba un jonrón a Danel Castro en el tercer juego de la semifinal entre Matanzas y Las Tunas. En ese momento Las Tunas perdió el campeonato.

Recordé entonces el rostro de Samuel Claxton, en la película En tres y dos de Rolando Díaz, y advertí que se parecía muchísimo al de Danel Castro que ni siquiera llegó a pisar primera, entre el desconcierto y una seria lesión que no le permitía correr. Al menos Claxton pasó por la segunda, unos segundos más de disfrute, y se enteró de lo sucedido por la cara que le puso Mario Balmaseda, como coach, desde la tercera almohadilla.  Pensé también lo que hubieran disfrutado ese momento, por su relación con el cine, mis entrañables Roberto Viña y Juan Carlos Tabío.

A lo que le respondería: “Gracias, Arturo, por compartir esto… y por lo mismo de que la realidad puede copiar a la ficción, Danel tenía entonces cuarenta y cuatro años (muchísimo para un pelotero, y más si es cubano), con cara de setenta… y la voluntad de un adolescente… y es cierto que ahí su equipo perdió el campeonato”. Ambos protagonistas, en esa frontera imaginaria ficción-realidad, se enfrentaban en esos momentos al duro dilema del posible abandono del deporte activo, pero a diferencia del personaje de El Truco López, interpretado por Claxton, que se conjetura por el filme que asume su retiro; Danel, ya en sus incombustibles cuarenta y siete, jugó hasta el 2024 como líder natural de su novena, y con ella ganó el campeonato por tercera vez a manera de feliz despedida de los diamantes.


Nota:

[1]  Joel del Río. “Beisbol en el cine cubano: En tres y dos, treinta años más tarde (sitio digital La Jiribilla, 23 de septiembre al 6 de octubre del 2017).