“Si la información es importante, imprescindible, más vital aún es que sea oportuna. A nuestra ya corrosiva cotidianidad, se añaden dificultades que bien podrían solucionarse sin depender de nada que no sea buena voluntad”, dijo Víctor la tarde que nos reunimos en casa de Brígida Sepúlveda, un poco para cerrar el verano (o mejor dicho, resumir cómo nos fue en el período vacacional, porque verano, lo que se dice verano, dura en Cuba once meses, como sabemos todos).
Fefa, a pesar de su espíritu aguerrido, se encontraba, —como ya va siendo frecuente en ella—, en un estado anímico a medio camino entre la apatía y el desánimo, razón por la cual también nos habíamos reunido.
“Fefa, hermana querida, no puedes permitir que cualquier nimiedad cause en ti una depresión, de eso nada. Levanta el espíritu, que la vida es bella”, dijo Cándida con su candidez habitual.
“La semana pasada te notamos ligeramente entusiasmada”, añadió Hilda, “porque te tocaba retirar los intereses de tu cuenta bancaria a plazo fijo, y con ese dinero, ibas a invitarnos a dos días en la playa. ¿Qué pasó entonces para que cayeras en este pozo de tristeza? ¿Acaso te inhabilitaron la cuenta, te dieron menos dinero del esperado, desaparecieron los intereses o sólo tu interés en invitarnos? Cuéntanos, por favor.”
“Ay, ni me lo recuerden. Resulta que como en todo mes de agosto que se respete, los Bancos están más repletos que nunca, con colas que parecen serpentinas humanas, una cosa espeluznante, de verdad. Y decidí, luego de varios intentos fallidos, amanecer un día allí, afuera de la escalera que da acceso al Banco. Desde las cinco de la madrugada marqué en la cola, y era el número cuatro”, contó Fefa.
“¿En cuál cola estabas?”, preguntó Brígida. “Porque hay que saber exactamente si una va para Caja, para Comercial, para recoger tarjetas o si, por el contrario, representa una empresa y tiene prioridad”.
“Resulta que como en todo mes de agosto que se respete, los Bancos están más repletos que nunca, con colas que parecen serpentinas humanas, una cosa espeluznante, de verdad”.
“Estaba en la cola para Cajas, como he hecho desde hace seis años, en todos los agostos, que es cuando me corresponde retirar los intereses de mi cuenta a plazo fijo, la cual, como su nombre indica, ni es una cuenta común ni se puede tocar si no es a plazo predeterminado, en mi caso, agosto. Bueno, sigo”, respondió Fefa. “Entre las cinco de la madrugada y las ocho y treinta, hora de apertura del Banco, se armó una molotera impresionante. Sobre todo, la fila de Comercial, que era tumultuosa. Yo, tranquila. Pues resulta que cuando abrió el Banco, fui de las primeras en entrar. Para Caja o ventanilla, como hago siempre desde hace seis años. Yo, feliz, entré”.
“¿Tú feliz?” señaló Cándida. “Qué maravilla, esa es la actitud, verlo todo con optimismo, con espíritu, con fe en un mundo mejor, sin quejarse de los apagones, sin lamentar la falta de agua, sin recondenarse porque no hay gas, sin fijarse en los molotes de desperdicios que pululan en la ciudad, que por cierto…”.
“¿Puedo continuar?” Quiso saber Fefa “¿O además de tu candidez habitual ahora vas a hablar con consignas?”
“Sigue, sigue”, dijo Víctor. “Dinos qué opacó tu felicidad”.
“Pues, sabiendo que hay dinero en cualquier parte menos en un Banco, yo llevaba lista una tarjeta magnética, para que la mitad de mis intereses fueran ingresados en ella. Pero…la cajera o ventanillera me rechazó de inmediato”.
“¿Cómo que te rechazó?” preguntó Hilda. “Pero bueno, vamos a ver: Si pasas un año entero sin tocar esa cuenta, lo lógico es que acumules intereses, y los obtengas en el plazo establecido, ¿no?.. ¿Eso también ha cambiado? Son tantos los cambios que me desordenan, me desordenan”.
“Eso se mantiene igual”, respondió Fefa. “Pero no como siempre. Ahora, escuchen bien, presten atención: antes de que la cajera entregue una tercera parte del dinero acumulado (y digo tercera para no entrar en detalles, porque en realidad es una mísera parte, y solo en billetes de baja numeración lo que el Banco puede darte) , hay que solicitar que los mismos intereses que he venido ganando en doce meses, pasen a una tarjeta magnética, también mía, como es lógico y después, fíjense bien , solo después de esa gestión, en Caja o ventanilla hacer la operación de dejar en tu tarjeta la mayoría del dinero, y solo así te entregan el simbólico resto que el Banco tiene disponible.”
“Pues, sabiendo que hay dinero en cualquier parte menos en un Banco, yo llevaba lista una tarjeta magnética, para que la mitad de mis intereses fueran ingresados en ella. Pero…la cajera o ventanillera me rechazó de inmediato”.
“Yo no veo gran complicación” dijo la de candidez habitual. Fácilmente puedes pasar intereses a una cuenta y listo”.
“Qué fácil ves la vida, muchacha”, murmuró Fefa. “¿Algo aquí es coser y cantar? De eso nada, querida. Para la gestión del pase pase hay que ir a otro departamento, que no es la Caja, sino Comercial, departamento que, como ya dije, estaba repleto de solicitantes de diversa índole.
“¿Cómo?” dijo Sepúlveda. “¿Tenías que retirarte, descender a los fosos de la cola de Comercial, volver a entrar y después de pasar tus intereses, repetir la operación colística para Caja? Increíble, francamente. No digo yo si pierde interés Masantín el torero”.
“¿Y no protestaste, no armaste la de San Quintín ahí mismo para acabar como la fiesta del Guatáo?”, dijo Hilda, mientras Cándida guardaba silencio sepulcral.
“Por supuesto que lo hice”, aclaró Fefa. “Me quejé en voz alta, sentí unos bríos inesperados, grité que eso no era posible, que llevo seis años haciendo la misma operación bancaria y jamás he tenido que deambular de un departamento a otro para legalizar algo que es mío. Sin disfraz ninguno, me convertí en una desgreñada protestona, pero la cajera se limitó a llamar a una jefa de no sé qué. La jefa de algo acudió, y aunque tuve la esperanza de que iba a apoyar mi demanda, consistente simplemente en que todo se resolviera igual que desde hace seis años, la misma no hizo más que repetirme lo mismo. O sea, que era obligatorio hacer la cola de Comercial, solicitar que pasaran todos mis intereses a una cuenta, misma que yo llevaba encima en modo tarjeta, luego hacer la cola de Caja, y una vez frente a la ventanilla, pedir que tres cuartas partes de los intereses quedaran allí, en la tarjeta, y me entregaran la partecita posible, en billetes de diez pesos. Esa fue la conclusión”.
“De padre y muy señor mío”, dijo Hilda. “¿Pasaste ese vía crucis?”
“Por supuesto que no”; respondió Fefa. “Taciturna, vencida, derrotada, me fui sin medio centavo. Y aquí me tienen, sin interés ninguno en mis intereses, y sin interesarme en nada. Aunque ahí no terminan las tribulaciones de ese día”, añadió.
“¿Qué más pudo pasarte, hermana, ya que el pesimismo, la desidia y el desamparo embargan tu ánimo?” dijo Cándida, ante la mirada de reproche que le lanzaran Brígida e Hilda.
“Pues que al llegar a mi casa, abatida como ya dije, no había electricidad, imagínense”.
“Ay no, no vamos a victimizarnos con el machacante tema de los apagones, por favor, dijo Cándida con énfasis. Ya eso lo hemos analizado, y sabemos que puede suceder un DAF, estropearse una chumacera, romperse una caldera, ocurrir un salidero en una manguera, puede romperse una tubería, o faltar combustible para ir a buscar combustible. No hablemos del tema, se los ruego”.
“Se nota que vives en una zona protegida, querida. Si no tienes apagones, no sabes lo que es la vida. Pero no pretendía mencionar ninguna de esas causas, ya que, al igual que en el Banco, hay nuevas modalidades”, acotó Fefa, disgustada además de deprimida.
“Es cierto”, dijo Víctor. “Por ejemplo, ahora hay una forma de afectar el fluido eléctrico, novedosa y bastante incomprensible, llamada manipulación. No se entiende en qué consiste, pero sí se corresponde con un apagón no planificado, Y…algo aún peor: Si tu bloque es anunciado como de reserva, en lugar de alivio, produce mayor desasosiego.”
“¿Mayor aún que un apagón planificado?”, dijo Hilda, espantada. No es posible, no es posible. Tiene que ser broma tuya, Víctor.
“Yo les dije al inicio, advirtió Víctor, que la información debe ser oportuna. ¿No es cierto? Bueno, pues no lo es. Así de simple: El canal de Telegram informa…
“Para querernos, no necesitamos razones. Ni tampoco corazones. Mejor toma chocolate y paga lo que debes. Pero antes, durante y no después, infórmame, por favor, infórmame”.
“No menciones ese canal”, agregó Brígida. “Es casi un chiste de mal gusto. Ahí hay seres que informan los apagones que ya tenemos, los alumbrones cuando ya llegaron, hablan de manipulaciones y de chumaceras, de postes caídos siempre detrás del palo y pidiendo el último. Esa es la verdad”.
“Precisamente el día nefasto en que tuve la pésima idea de retirar mis intereses, dijo Fefa, a mi bloque le tocaba día de reserva según el cronograma, por lo cual creí que no sólo iba a disponer de dinero, sino también de luz al regresar del Banco. Creí, obviamente, que sería un día ideal. Pues no. Ante la sorpresa de verme sin electricidad, sudando a mares y superenojada, consulté el ya mencionado canal de Telegram, y…y…”
“¿Qué pasó, cuál fue la respuesta?”, quiso saber Hilda.
“La respuesta fue que cuando un bloque está de reserva, es imposible determinar cuándo y hasta cuándo durará el apagón. No puedo, no puedo, de veras que no”, gimoteó Fefa.
Fue entonces el momento escogido por Cándida para decir lo que dio fin a la reunión: “Hay cosas que se reservan para no molestar, compañeres. Yo, en lo personal, los insto a todes a tener mucho, pero mucho corazón”.
Hablando en plata, dije yo por primera y última vez. Para querernos, no necesitamos razones. Ni tampoco corazones. Mejor toma chocolate y paga lo que debes. Pero antes, durante y no después, infórmame, por favor, infórmame.

