Una de las exposiciones más relevantes realizadas en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes en el transcurso del presente 2025 fue Rafael Blanco, en el umbral de la modernidad, que se exhibió en la sala del segundo piso, del 16 de mayo al 24 de agosto. Con un amplio despliegue museográfico que reunió 141 obras, además de recortes de prensa, la curadora de la exposición Delia María López Campistrous, estudiosa del período conocido como “Cambio de siglo”, propicia una visión renovadora de una de las figuras más trascendentes y, paradójicamente, más desconocidas de ese período.

Con un dominio notable de esa época ya Delia había realizado dos importantes exposiciones en las cuales sorprende al público y los estudiosos por el dominio de este espacio temporal tan poco valorado de nuestras artes visuales: Ardid para engañar el tiempo y La patria de la luz, resultaron exposiciones que constituyeron auténticas tesis de estudio y que deben ser evaluadas más allá de tiempo finito de su exhibición.

Con un amplio despliegue museográfico que reunió 141 obras, la exposición propicia una visión renovadora de una de las figuras más trascendentes y, paradójicamente, más desconocidas de ese período.

La curadora hace gala de su dominio del tema y convoca al espectador a meditar sobre la vigencia y trascendencia histórica de esta figura singular. Quince años antes de que Víctor Manuel fuera reconocido como el “padre” de la pintura moderna cubana, ya Rafael Blanco era un precursor de la modernidad, como lo muestra su exposición realizada en el Ateneo y Círculo de La Habana en 1912.

Pocas veces el curador tiene la oportunidad de alzar su voz valorativa, reflexionar con el lector sobre los motivos que lo llevaron a proponer una exposición, a seleccionar a un artista particular, en fin, penetrar la época en que transcurrió su obra. Entonces le damos la palabra a Delia María López Campistrous para que nos hable de esta auténtica creación artística, perdurable en la memoria, que es esta exposición de Rafael Blanco.  

¿Qué te motivó a hacer una exposición de Rafael Blanco?

Desde que asumí la colección de “Cambio de siglo”, tomé la resolución de no plantear exposiciones personales —que considero una tendencia contraproducente a la comunicación de los fondos museales históricos–, salvo la de Rafael Blanco, porque es un artista tan intrigante, una personalidad tan diferente en este momento de entresiglos, que merece que el museo muestre la extensa colección que guarda en sus reservas. Además, después de 40 años de la última exposición de Rafael Blanco que se hizo en el museo, pretendí actualizar la visión del artista.

Rafael Blanco, (…) es un artista tan intrigante, una personalidad tan diferente en este momento de entresiglos, que merece que el museo muestre la extensa colección que guarda en sus reservas. Fotos: Cortesía de la autora

¿Cuáles son las obras iniciales en la exposición, de qué época?

Prácticamente todas las secciones de la muestra tienen obras de 1912, que es su primera exposición personal, la sección de la caricatura personal inicia con las de Morey y Coello. Estas caricaturas fueron donadas al Museo, en el momento de su fundación, por el propio Rodríguez Morey, evidentemente un regalo de Rafael Blanco después de esa primera gran exposición en el Ateneo y Círculo de La Habana en 1912.  Pero en todas las secciones hay obras de ese año, salvo en la pintura.

Analizando la crítica sobre Rafael Blanco se planteó una secuencia desde este tipo de caricatura personal hecha con tempera, con acuarela, con plaka, que se ha calificado de expresionista, para que se pudiera ver de conjunto, no solo lo que se ha dicho sobre estas obras sino también la evolución que va teniendo Rafael Blanco dentro de esa propia tipología.

Las aguadas indiscutiblemente había que separarlas. Jorge Mañach fue el primero —o uno de los primeros— en considerar que las aguadas de Rafael Blanco son pinturas, que forman parte de una obra pictórica donde él se expresa a partir de la tinta, de los sepias, de la utilización de los tonos y no del óleo.

La sección de los dibujos a líneas también ocupan otro espacio destacado, porque no solo tenemos esos importantísimos dibujos de la época en que Rafael Blanco está trabajando en la prensa en El Mundo, que es donde él hace todos estos “monos” que tienen que ver con la situación política, con elementos cotidianos, como que pones en la mesa, y donde el vínculo de los títulos que él le pone a las piezas o los comentarios escritos en la composición, demuestran la utilización de la leyenda o del texto directo dentro de la caricatura, en algunas ocasiones son tan impactantes, tan fuertes, tan expresivas, que reflejan inmejorablemente el momento histórico que está viviendo Cuba en esa década del veinte.

La sección de la caricatura personal inicia con las de Morey y Coello.

Esa leyenda que él pone debajo —mecanuscrita—, funciona como un título, pero es también un comentario social, que te hace reflexionar sobre una realidad cotidiana. Como dijera Martí, seguía viviendo la Colonia en la República: el juego en sus diferentes expresiones, la pobreza, la prostitución, el hambre, la falta de vivienda, todas están reflejadas en esas aguadas que, además las comienza hacer desde la década del diez. Todavía en el momento de su muerte está haciendo aguadas, en nuestra colección tenemos muchas inconclusas que había empezado a trabajar y las energías no le dieron para terminar un tema. Prácticamente todas tienen ese tratamiento.

Y tú como curadora, ¿qué piensas de su pintura, que también tiene una sección en la exposición?

Esta sección de pintura era muy necesaria porque siempre se ha dicho que la pintura de Blanco es inferior a sus caricaturas, pero muchas de estas pinturas que vemos están motivadas por una exposición importante como el caso del “Autorretrato”, que fue premiado en 1923; pero fundamentalmente las más antiguas que tiene la colección, que son “Maternidad” (1919), “La barca de Caronte” y “Un novato en otra vida” o “Un novato en el infierno”, ambas datadas en 1920, responden a un momento muy particular en la vida de Rafael Blanco, en 1918, cuando gana una beca para ir a Estados Unidos. Es el año en que el Estado reorganiza —a partir de decretos estatales—, y confiere financiamiento para las becas de completamiento de estudios. Se ofertan dos plazas en pintura y Rafael Blanco gana una de ellas: pero la beca lo obliga a hacer envíos de pensionado en la especialidad de pintura. Esos envíos estaban muy bien estructurados en cuanto a lo que se debía realizar. En el caso de “Maternidad” responde a la figura del natural, realizada en el momento en que nace su hijo en Nueva York —porque se va recién casado para Nueva York y su hijo nace allí en noviembre de 1919. Él está utilizando su propia familia de modelo.

Después de eso había que hacer copias de obras célebres, sobre las que no se tienen noticias. El resto de los envíos corresponden, primero,  a bocetos, lo cual existiendo las aguadas que replican las pinturas realizadas, deja suponer que Rafael Blanco envió las aguadas como bocetos. Las dos últimas pinturas serían el cuarto y quinto envíos de pensionado. En este caso son estas obras que llegan a través de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes en algún momento posterior al regreso de Rafael Blanco en 1920, son depositadas en el museo y posteriormente transferidas en 1922.

Yo las veo ya modernas. Un cambio sustancial con respecto a   “Maternidad”.

¡Cómo no! En el cuarto y quinto envíos de pensionado le están pidiendo una obra original de él. Él llevo las aguadas a la pintura y trabajó en ese mismo sentido.

“Los zacatecas” se ha mantenido como una obra maestra en el transcurso del tiempo…

Es una pieza que todavía está trabajando en el momento más cercano de su muerte. Sigue la línea de llevar las aguadas a la pintura al óleo.

Entonces, ¿“Los zacatecas” es una obra tardía?

Es tardía. Está basada en aguadas anteriores, y realizada en la década del 50. Hasta esa época, las variaciones más significativas se veían en su caricatura personal, cuando él hace este cambio del color expresivo que se puede ver en las caricaturas iniciales; hacia las obras de finales de la década del veinte, cuando comienza a trabajar en piezas que son más monocromáticas. “Los zacatecas”, quizás su último óleo —es entregado, por disposición del artista ya enfermo, al Museo Nacional en 1955— corrobora tanto su fidelidad a la pintura, como su superación de la mancha armónica y el toque impresionista, hacia la deformación expresionista y la liberación del color con respecto al dibujo. Los contrastes cromáticos interpretan complementarios yuxtapuestos, que refuerzan la plasmación de emociones a través de métodos abiertamente antiacadémicos.

“… obra pictórica donde él se expresa a partir de la tinta, de los sepias, de la utilización de los tonos y no del óleo”.

Después de esta etapa, ¿vienen las aguadas?

Todo está al mismo tiempo. Desde las primeras exposiciones hay aguadas y hay caricaturas, hay dibujos a línea, hay de todo.

¿Las aguadas se publican?

Sí, cómo no. Este es el reportaje de El Fígaro de 1912 sobre la exposición del Ateneo, y ahí esta reproducida una aguada; pero ya desde su primera caricatura en El Fígaro —que data de 1906—, ha estado publicando aguadas en varios medios, a modo de ilustración de los artículos que se insertaban. En el período de la República se reprodujeron en más de quince periódicos y revistas de las que fue colaborador asiduo.

¿Tú lo consideras un pre-vanguardista? Como bien dice el título de la exposición, en el umbral de la modernidad, antecedente de la vanguardia, anterior a Víctor Manuel, evidentemente.

Es un artista que yo te diría que es más de ruptura que el propio Víctor Manuel, si lo vemos en un corte sincrónico. Víctor Manuel era académico hasta la entrada de la década del veinte, el 27. Blanco es un artista que es único en su generación, en su época. No se suma a ninguno de los movimientos internacionales de su tiempo. Con el impresionismo hay un diálogo a partir del color y la pincelada. En la época se denominaba como “impresionismo de la línea”, al proceso modernizador de la caricatura. Ves la fragmentación de la pincelada, determinados elementos que hacen que en la caricatura de la época esto se considerara impresionismo y no expresionismo.

Yo creo que él estaba al nivel de los expresionistas europeos de la época; más que los que después vinieron de la vanguardia, Víctor Manuel, Abela, Amelia, lo que ellos traen es el lenguaje tardío de la Escuela de París.

De acuerdo, cuando hablamos de una obra como “Los zacatecas”. Lo que pasa con ciertos elementos deformativos es que forman parte de la caricatura. No lo podemos considerar como elementos tomados del expresionismo, forman parte de la caricatura moderna, de la modernización que está sufriendo la caricatura en Europa, en Alemania, en Francia. En Cuba, Blanco es un caso único.  

Creo que la Sala Torriente, en los años cincuenta, debió llamarse Sala Rafael Blanco por todos los aportes que él hizo.

La Asociación de Caricaturistas de Cuba le otorga el título de Presidente de Honor, en 1950.

“Pocas veces el curador tiene la oportunidad de alzar su voz valorativa, reflexionar con el lector sobre los motivos que lo llevaron a proponer una exposición, a seleccionar a un artista particular, en fin, penetrar la época en que transcurrió su obra”.

Hay algunos elementos de Blanco que sólo se pueden resolver a nivel de catálogo, porque no existe una evidencia para mostrar en una exposición; como es el hecho de que Rafael Blanco participó en el primer animado cubano.

Lo más que se conoce sobre el tema es una breve noticia que encontró Aramís Acosta cuando estaba haciendo su tesis de doctorado sobre la Animación, con una evidencia de que se llegó a exhibir ese animado en Nueva York con éxito. En La Habana nadie se atrevió a exhibirlo, por el tema político. Además, se decía que era el primer animado hecho con perspectiva, que es algo muy significativo porque los animados de la época se movían en horizontal o vertical, y el hecho de que los personajes se movieran hacia el fondo del cuadro también fue un aporte, dentro de un campo en el que él incursionó puntualmente, sin mayores consecuencias. Otro ejemplo, tampoco existen en colección sus carteles premiados; es algo que sólo se puede recoger a nivel de las reproducciones que aparecieron en la prensa, para incluirlas en el catálogo.

Te felicito. Es una exposición maravillosa, una mirada renovada sobre Rafael Blanco.