Un día como hoy, 28 de octubre, pero de 1948, nacía para la cultura cubana una de sus más prestigiosas instituciones, el hoy Ballet Nacional de Cuba, Patrimonio Cultural de la Nación Cubana, entonces bajo el nombre de su más ilustre fundadora, nuestra insigne ballerina Alicia Alonso.

El uso de su nombre respondía a una imperiosa necesidad, mostrar que Cuba no era solo el país de la conga y la rumba y de otras expresiones danzarias populares, sino que podía también cultivar las más refinadas expresiones del baile escénico, entre ellas, el ballet.

Surgido en las cortes de la Florencia renacentista, el ballet alcanzó un gran desarrollo a través de los siglos que le siguieron e hizo surgir las llamadas “escuelas” que han sido resultado de la evolución de una técnica cuyos cimientos pueden encontrarse en la creación de la Real Academia de la Danza, fundada en París en 1661 por el Rey Luis XIV.

Las escuelas de ballet, partiendo de una base técnica común, internacional e intemporal, han sido capaces de reflejar la idiosincrasia de los pueblos que han hecho posible su aparición.

Este permanente desarrollo ha permitido conocer el surgimiento de los modos técnicos, estilísticos y expresivos que han conformado las “escuelas” italianas, francesas, danesas, rusas e inglesas que, hoy día, partiendo de una base técnica común, internacional e intemporal han sido capaces de reflejar la idiosincrasia de los pueblos que han hecho posible su aparición.

Más de siete décadas han pasado desde aquel jueves 28 de octubre en que la célebre tríada Alonso (Alicia, Fernando y Alberto) hizo surgir la primera compañía de ballet profesional en la historia de nuestro país. Fue una tarea ciclópea que muchos consideraron una utopía irrealizable, pero que se tornó realidad por muy poderosas razones: la riqueza danzaria de su pueblo, la existencia de notables figuras que fuesen capaz de expresarla dentro de los patrones escénicos más elevados y contar con el decidido apoyo de las entidades gubernamentales.

“Más de siete décadas han pasado desde aquel jueves 28 de octubre en que la célebre tríada Alonso (Alicia, Fernando y Alberto) hizo surgir la primera compañía de ballet profesional en la historia de nuestro país”. Imágenes: Tomada de Internet

Esto último no fue posible hasta el cambio radical que provocó en la isla el triunfo de la Revolución, que mediante la ley 812 del Gobierno Revolucionario, firmada por el entonces primer ministro Fidel Castro garantizó definitivamente el futuro del ballet cubano.

Provoca la meditación recordar que en su elenco inicial figuraban solamente dieciséis cubanos y que hoy en día un sistema pedagógico unitario, regido por la Escuela Nacional de Ballet, ha permitido la incorporación de los múltiples talentos que florecen a lo largo y ancho del país.

El 25 de septiembre del 2011 la prestigiosa crítica española Julia Martín, desde su leída columna en el periódico madrileño El Mundo, afirmaba: “Cuba es una máquina de hacer bailarines, en el mejor sentido. Se esponjan solistas en primeras figuras y aparecen jovencísimos desconocidos con una seguridad y un brillo apabullantes”.

Bien es sabido que el ballet es un arte de tradición, pero esta se garantiza solo cuando hay un sistema pedagógico que es capaz de respetarla y de proyectarla con nuevos bríos hacia el futuro.

“(…) el ballet es un arte de tradición, pero esta se garantiza solo cuando hay un sistema pedagógico que es capaz de respetarla”.

Esto ha sucedido en el Ballet Nacional de Cuba, que en cada promoción que recibe de la Escuela Nacional de Ballet, encuentra su savia más poderosa. Nombres como los de Anyelo Montero, Yankiel Vázquez, José Ángel González, Yunior Palma, Roque Salvador, en la vertiente masculina, y Gabriela Druyet, Alianed Moreno, Nadila Estrada, Laura Kamila, Paloma Blanco y Andria Fernández, entre otros, son ejemplos de lo más valioso del elenco actual del Ballet Nacional de Cuba.

Ellos, junto a las figuras más experimentadas, son los encargados de la honrosa tarea de mantener la herencia del pasado y cumplimentar los deberes imperiosos del futuro, que aguarda a nuestro gran orgullo: la escuela cubana de ballet.