El paso del huracán Melissa por el oriente de Cuba no solo dejó a su paso techos vencidos y calles desbordadas; también puso a prueba el espíritu inquebrantable de una región donde la cultura es oxígeno. Frente a un panorama de inundaciones y daños materiales, el sector cultural se ha erigido como un pilar fundamental para devolver sonrisas y vitalidad. La estrategia se ha desplegado en dos sentidos: la rehabilitación física de sus instituciones y una campaña donde el arte actúa como bálsamo para el alma de los evacuados.

El sistema cultural granmense ha sufrido un impacto tangible. Según Yordan Roberto León Rodríguez, director provincial de Cultura en Granma, se han registrado afectaciones en 11 instituciones culturales de cuatro municipios: Cauto Cristo, Jiguaní, Bayamo y Manzanillo. Aunque los daños no se han calificado como “significativos” estructuralmente, en el contexto actual de escasez cualquier deterioro representa un desafío complejo para su pronta rehabilitación. La comunicación con municipios costeros y de la montaña se mantiene intermitente debido a la afectación del cable de fibra óptica, lo que impide una evaluación completa.

El paso del huracán Melissa por el oriente de Cuba puso a prueba el espíritu inquebrantable de una región donde la cultura es oxígeno.

Mientras tanto, en Holguín, la Academia Regional de Artes Plásticas El Alba reinició sus labores de recuperación. Su colectivo trabaja arduamente para sanear las áreas afectadas por filtraciones y acumulación de agua en los techos, un esfuerzo que se replica en la empresa Servicios al Arte, donde se ha ejecutado una jornada integral de limpieza, recogida de escombros y reparación de daños menores para garantizar su funcionamiento.

Mientras las cuadrillas trabajan en la infraestructura, una movilización masiva de artistas convierte los centros de evacuación en improvisados escenarios de esperanza. La Escuela Profesional de Arte “Manuel Muñoz Cedeño” de Bayamo, que alberga a más de 130 evacuados, no solo es un refugio, sino también un espacio donde la higienización convive con la asistencia a los albergados y, pronto, con presentaciones artísticas.

El sector cultural se ha erigido como un pilar fundamental para devolver sonrisas y vitalidad.

Entre las iniciativas más emblemáticas destaca la brigada escénica “Pa’ lo que sea”, un colectivo multidisciplinario que ha convertido un ómnibus escolar en un bastión de la alegría. Con bocinas, títeres, disfraces y un fervor contagioso, recorren los albergues. Su nombre es una declaración de principios: una promesa de entrega incondicional. A ellos se suma la luminosidad del Premio Nacional de Arte Circense 2025, César “Ampudia” Reyes, cuyo ilusionismo devuelve a niños y adultos la capacidad de asombrarse, un antídoto potentísimo contra la incertidumbre.

El compromiso se extiende a las zonas rurales más golpeadas. El Payaso Fufucito (Hamlet Santos), acompañado de sus amigos Dita, Pica Pica y su conejo, llegó hasta un apartado consultorio médico en la carretera nueva de Manzanillo. Allí, donde las inundaciones causaron estragos, su espectáculo logró lo aparentemente imposible: que, por unos instantes, la tristeza se disipara entre risas y juegos.

Entre las iniciativas más emblemáticas destaca la brigada escénica “Pa’ lo que sea”, un colectivo multidisciplinario que ha convertido un ómnibus escolar en un bastión de la alegría.

De igual forma, el Proyecto Tarequeando desplegó a los payasos Tareco (Yosvenis Torres), Turrón (Vladimir Guerra) y Barbarito (Bárbaro Alejandro Reyes) en centros como la Escuela de Iniciación Deportiva “Pedro Batista” y el Instituto Preuniversitario “Silberto Álvarez”. “Ver cómo se transformaron los rostros, cómo la tristeza es reemplazada por la alegría es significativo para el artista”, narra Torres Viltres, para quien esta labor no es una obligación, sino un deber moral con el público que siempre los ha acogido.

La solidaridad artística se teje en red. En el Centro de Educación “Batalla de Guisa”, El Mago Marco y Yenisel Rodríguez ofrecieron su arte. En la escuela “Seremos como Che”, las voces del dúo Zapya y el cuarteto Resplandor elevaron el ánimo de los evacuados, en una coordinación ejemplar entre instructores de arte y las direcciones municipal y provincial de Cultura.

“Ver cómo se transformaron los rostros, cómo la tristeza es reemplazada por la alegría es significativo para el artista”.

Este monumental operativo de resiliencia cultural no está solo. El Ministerio de Cultura, con el ministro Alpidio Alonso Grau y la viceministra Lizette Martínez Luzardo a la cabeza, mantiene un seguimiento permanente. La Uneac, bajo la presidencia de Marta Bonet, y la Asociación Hermanos Saíz, liderada por Yasel Toledo Garnache, movilizan a sus miembros. Provincias hermanas como Villa Clara, Cienfuegos, Matanzas y Artemisa han tendido su mano, ofreciendo donaciones y apoyo logístico.

El Payaso Fufucito y sus amigos lograron que la tristeza se disipara entre risas y juegos.

El camino por delante es largo. El reinicio del curso escolar en la enseñanza artística será progresivo, priorizando en todo momento la seguridad. Sin embargo, en medio de la complejidad, brilla una certeza: la cultura cubana, lejos de ser un adorno, es un estandarte de afecto y un motor de recuperación. Los artistas no solo actúan, sino que también cargan escombros y reparten alimentos, porque su compromiso más profundo es con el bienestar colectivo.