El Ballet Nacional de Cuba y su incesante creación coreográfica
El pasado 28 de octubre el Ballet Nacional de Cuba arribó al 77 aniversario de su fundación, fecha gloriosa en la historia de nuestra cultura, por constituir uno de los más sólidos baluartes de la cultura escénica nacional. La Compañía, bajo la certera guía de su Directora General y Primera Bailarina, Viengsay Valdés, ha dado pruebas de su capacidad y fidelidad a los principios técnicos estéticos y éticos que guiaron su fundación. La creación coreográfica, junto con la labor pedagógica, que tuvo sus inicios en la creación de la Academia de Ballet Alicia Alonso en 1950 y del fenómeno artístico conocido mundialmente como la escuela cubana de ballet; y la divulgación masiva de ese arte a nivel nacional y en los 63 países de los cinco continentes donde se ha presentado, constituye uno de los aspectos más relevantes de su labor creadora.
Desde aquella primera función, el jueves 28 de octubre de 1948, en el Teatro Auditorium de La Habana, la novel compañía —entonces bajo el nombre ilustre de Ballet Alicia Alonso— dio pruebas de la amplitud con que abordaba la creación coreográfica, pues en ese programa dio muestra de su respeto por la tradición romántico-clásica del siglo XIX al llevar a la escena el célebre Pas de Quatre, joya del estilo romántico surgido en la primera mitad decimonónica; del clasicismo, establecido a partir de la obra gigantesca del marsellés Marius Petipa y de su alumno, el ruso Lev Ivanov, con la presentación del segundo acto de El lago de los cisnes; y de La siesta de un fauno, obra creada por el legendario Vaslav Nijinsky a principios del siglo XX y que figuró entre los puntos cimeros de la renovación coreográfica que llevaron a cabo Los Ballets Rusos de Serguei Diághiliev en el periodo 1909-1929.

Esa visión cosmopolita de la creación coreográfica fue consecuente con los reclamos del sabio cubano Don Fernando Ortiz, bien llamado “Tercer descubridor de Cuba”, quien en los inicios mismos de la Compañía, al referirse a la ingente tarea que en el campo de la creación debía llevar adelante el novel conjunto, había dejado una lúcida advertencia: “Debe darnos un arte con alma de Cuba, pero en su plena y gloriosa integridad nacional traducido a un lenguaje de universal vibración (…) y augurarnos que lo hará con bellas floraciones, si no reniega de sus profundas raíces ni de su rica savia y sabe airear su frondoso follaje en las más altas corrientes de la cultura contemporánea”.
Siete décadas después de su fundación, el repertorio creado por el Ballet Nacional de Cuba asciende a la asombrosa suma de 792 obras, la mayoría de las cuales tuvieron carácter de estrenos mundiales. Ha sido un amplio muestrario que ha incluido los aportes de un total de 216 creadores, representativos de 30 países de América Latina, Europa y África, así como de Estados Unidos y Canadá; de 423 compositores musicales, de ellos 86 cubanos y 160 diseñadores, representativos de los más diversos estilos y tendencias.
“(…) el repertorio creado por el Ballet Nacional de Cuba asciende a la asombrosa suma de 792 obras, la mayoría de las cuales tuvieron carácter de estrenos mundiales”.
En el registro creador de nuestra principal compañía danzaria figuran también obras contemporáneas, y de modo particular las que reflejan lo que está pasando en el mundo en que vivimos, así como las problemáticas del ser humano, tanto individuales como colectivas, a las cuales han contribuido tanto los coreógrafos cubanos como una larga lista de coreógrafos extranjeros.
Para ese acercamiento a la contemporaneidad la Compañía se ha movido en un registro creador que va desde Fokine y Balanchine a los franceses Maurice Béjart y Roland Petit, a los norteamericanos Jerome Robbins, Agnes de Mille y William Forthsyte, los ingleses Kenneth Mac Millan, Ben Stevenson y Cathy Masrton, el sudafricano John Cranko, el español Antonio Gades o la chilena Hilda Riveros, por solo citar unos pocos de esos reconocidos creadores. El aporte cubano incluye nombres tan relevantes como Alicia y Alberto Alonso, la tríada integrada por Alberto Méndez, Iván Tenorio y Gustavo Herrera; Jorge Lefebre, Gladys González, o los jóvenes Ely Regina y Eduardo Blanco.

En la reciente temporada que el Ballet Nacional de Cuba viene efectuando en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional, se han presentado como atracciones dos obras que han recibido el aplauso del público, tanto por la belleza plástica de los movimientos como por el mensaje ético que nos hace llegar. La primera de ellas, Espejo del Mundo, con música del francés Camille Saint-Saens y del brasileño Heitor Villa-Lobos, es un aporte del coreógrafo australiano David Jonathan, quien tiene en su haber creaciones para el Miami City Ballet, el Ballet de la Opera de Viena y el Ballet Nacional de Estonia.
Él mismo ha definido su trabajo en los términos siguientes: “Un cisne se alza frente a un mundo de ruido. Él es el espejo. Ellos son el mundo. El deseo arde, los reflejos se quiebran, y cada fragmento pasa a ser parte de él. Cuando el mundo mira al espejo, lo encuentra a él y a sí mismo. Juntos, reescriben lo que significa pertenecer.” Un elenco de quince bailarines, en su mayoría jóvenes egresados de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso, tuvo a su cargo la interpretación de la pieza, que les permitió un despliegue de técnica virtuosa y de actuaciones en las que pusieron un evidente compromiso ético con las aspiraciones del coreógrafo.

La otra atracción fue la puesta en escena de la versión completa de A fuego lento, del brasileño Ricardo Amarante, con música de Lalo Schifrin, Astor Piazzolla, Carlos Gardel y Sayo Kosugi; obra que incorporó al repertorio del Ballet Nacional de Cuba el 17 de marzo del 2023.
Grandemente identificado con los principios creadores de la escuela cubana de ballet, por haber hecho pasantía artística en nuestra Escuela Nacional en la década de 1990, el coreógrafo volvió a Cuba para entregarnos la versión completa de ese trabajo, cuyo contenido ha definido de la manera siguiente: “Cuando se ama con pasión desbordante, el mundo se concentra en la persona amada. Ese podría ser el punto de partida de este ballet, que se inspira en las primeras ansiedades y emociones que experimenta el ser humano al descubrir el amor y el deseo. La pasión y la sensualidad crecen poco a poco, se ‘cocinan a fuego lento’… y al final, como los versos de la poetisa cubana Nieves Xenes: ‘¡Mi amor es el incendio desatado/ cuya llama voraz nada sofoca! / ¡El torrente que rueda desbordado/ arrastrando a su paso cuanto toca!’”.

De Amarante esta semana se suma a la programación otra de sus obras exitosas Love, Fear, Loss (Amor, miedo y pérdida), bello trabajo integrado por tres pas de deux con música de Edith Piaf, Jacques Brel y Charles Dumont, en arreglos para piano de Natalia Chepurenko.
Lindo comprobar un deber cumplido. Así lo ha hecho el Ballet Nacional de Cuba, Patrimonio Cultural de la Nación Cubana.

