Eduardo Abela y El Bobo que no era tan bobo
Se conmemoran ahora seis décadas del fallecimiento del artista de la plástica Eduardo Abela y es nuestra intención que la fecha no pase inadvertida, aun cuando no iniciemos estos apuntes con un retrato suyo —como sería lo lógico— sino con una descripción física del personaje que con el pincel creó Abela para todos los tiempos: el Bobo. De corpachón blando, rostro mofletudo, sombrerito e ingenuidad bobalicona. Tal fue, es, el Bobo de Abela.
Y prueba de que el Bobo no lo es tanto, sino al contrario, un “vivo”, es que con su vena humorística de crítica política consigue burlar la censura oficial del período más represivo de la dictadura machadista. Así, mientras el picaresco Bobo se hace popular y “vende” —porque muchos siguen su caricatura y comentarios “ingenuos” en la prensa—, son solo unos cuantos quienes conocen que detrás de esa figura simplona está el talento del artista Eduardo Abela, quien gana para sí el mérito de haber creado uno de los personajes más singulares y permanentes del humorismo gráfico del siglo XX cubano. Liborio, a quien da vida el caricaturista Ricardo de la Torriente, y el Bobo, son los protagonistas cimeros de la caricatura de crítica política republicana.

Téngase aquí un ejemplo:
Al fondo se ve el edificio del Congreso Nacional, vacío y cubierto de telaraña. El Bobo contempla el cuadro desolador:
“Haciendo patria”
—¡Pero qué manera de trabajar!…
(En Diario de la Marina, febrero de 1930)
Nacido en San Antonio de los Baños en 1889, Abela alcanzó conciencia plena de su vocación al ingresar en la Academia de Pintura de San Alejandro, donde a pesar de los destellos mostrados alimenta además su pasión antiacademicista, como también sucede con otros colegas que harán época: Víctor Manuel, Amelia Peláez y Carlos Enríquez, por citar solo tres.
Viaja a España, alrededor de 1927 irrumpe en París, se encuentra con Alejo Carpentier, quien le muestra los trabajos de la vanguardia de allá y lo pone en contacto con el movimiento surrealista. Pero Alejo hace algo más y un día le dice más o menos así: “Debes hacer con tu pintura lo que Caturla y Roldán están haciendo con su música (…). Tienes que hacer lo mismo. ¡Lo afrocubano es para el cubano de hoy, lo moderno!”
“(…) Abela alcanzó conciencia plena de su vocación al ingresar en la Academia de Pintura de San Alejandro, donde a pesar de los destellos mostrados alimenta además su pasión antiacademicista (…)”.
De tal manera, Abela se suma al desprejuicio e incorpora en sus lienzos a los rumberos danzantes, que resultan bien acogidos por la crítica. Regresa en 1929, un período signado por la presencia del Bobo en la prensa. Tras la caída de Machado, Abela entra al servicio diplomático y es enviado al consulado en Milán, ocasión inmejorable para conocer de viva fuente la pintura renacentista italiana. En 1937 preside la creación en La Habana del Estudio Libre de pintura y escultura, el cual, como indica su nombre, influye favorablemente en la concepción de una enseñanza artística que no esté regida por las normas de San Alejandro.
Otros desempeños diplomáticos ocupa Abela en la década del cuarenta, en México y Guatemala. Los años en esta última nación son fecundos, con obras como La comparsa, Los funerales de Papá Montero y La casa de María la O, portadores todos del elemento insular.

Pero la muerte en Guatemala en 1949 de Carmen Alfonso, la esposa, desequilibra para siempre la quietud espiritual del artista, dejando implicaciones en su ánimo y en su obra. Abela regresa pues, a la pintura figurativa y lo explica así:
“En medio de mi personal desdicha me había vuelto supersticioso. Mi gran amor había desaparecido y, con él, parte del profundo sentido que para mí había tenido la vida, dejándome en absoluta soledad cuando comenzaba mi vejez. Pensé que una manera de librarme de los sueños y visiones era pintarlos, despojados de seres y cosas, desprovistos de sus estructuras formales, es decir, corpóreas”.
El artista abrazó con entusiasmo el triunfo revolucionario y murió en Cuba el 9 de noviembre de 1965. Para organizar una muestra retrospectiva de su obra cualquier fecha es propicia. ¡Que nuestra propuesta no quede solo en el ciberespacio!

