Matapanki: El punk, el alcohol y los superpoderes chocan en la ópera prima que llega a La Habana
La ópera prima del joven director chileno Diego “Mapache” Fuentes, Matapanki, se presenta como una de las revelaciones en la 46 edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. La película, una mezcla desenfrenada de comedia negra, ciencia ficción y cine punk, sigue a Ricardo, un adolescente punk de Quilicura que, tras probar un misterioso brebaje alcohólico, adquiere superpoderes que lo ponen en una disyuntiva existencial y política.
“Creemos que es una película que tiene un mensaje a nivel político que puede resonar mucho no solamente con Latinoamérica, sino en especial con los cubanos”, afirma Fuentes en entrevista a La Jiribilla.
El filme narra cómo el protagonista, interpretado por Ramón Gálvez, ve su vida truncada al cometer un error fatal con el presidente de Chile, involucrándose sin querer en un conflicto internacional.

Para el director, de apenas 25 años, participar en La Habana con su primer largometraje —que también es la ópera prima del 95% de su equipo— es un honor y una plataforma crucial. “Es súper importante tener la oportunidad de mostrar lo que hacemos”, señala, destacando el valor de festivales que dan voz a temáticas y estéticas que suelen ser silenciadas por los grandes monopolios de la distribución.
Matapanki se define por una estética visceral: filmada en blanco y negro de grano grueso, combina planos secuencia con cámara en mano, rotoscopia y un montaje vertiginoso. Críticas locales la han calificado como un “film orgullosamente sucio y desprolijo” que compensa su falta de pulido con una simpatía, desenfado y falta de prejuicios notables.
“El éxito del filme ha sido una sorpresa incluso para su creador”.
El éxito del filme ha sido una sorpresa incluso para su creador. Tras ganar inesperadamente los premios a Mejor Largometraje Juvenil y Mejor Película Chilena en el prestigioso FICValdivia, Fuentes admite: “Nunca pensamos que iba a pasar lo de Valdivia”.
Concebida inicialmente “como una talla” durante la pandemia junto a su cocreador Joaquín Fernández, el proyecto tomó vuelo al ser seleccionado como trabajo de graduación en la Universidad del Desarrollo, desafiando los formatos más personales y solemnes típicos del cine de escuela chileno.
Las inspiraciones de Fuentes son tan eclécticas como su película. Van desde el cine social latinoamericano y el punk, hasta el cyberpunk japonés, anime y videojuegos de pelea. Cita como influencias directas La Haine, Tetsuo: el hombre de hierro, Electric Dragon 80000V y Mirageman del chileno Ernesto Díaz Espinoza, quien curiosamente terminó siendo uno de sus asesores de postproducción. “Aluciné con estar mostrándole el proyecto a la persona que lo inspiró”, confiesa el director.

Tras una reflexión guiada por una mentora, Fuentes identificó que la obsesión transversal en su incipiente filmografía es la marginalidad: poner en el centro a personajes que usualmente están en los bordes.
“Todo viene un poco de la marginalidad; de poner a personajes que no se ven en el foco y colocarlos en el centro de las historias”, explica, vinculándolo con experiencias personales como vivir con Síndrome de Tourette y TOC. Esta búsqueda de identidad, cree, es lo que hizo conectar a Matapanki con el público: “Todos estamos buscando qué hacemos en el mundo”.
Con un acuerdo de distribución que asegurará su presencia en salas chilenas el próximo año y el reconocimiento en festivales, Fuentes mira al futuro sin perder el piso. Actualmente trabaja en su segundo largometraje, Corazón de Polilla, un roadtrip de realismo mágico que explora la metamorfosis, las relaciones humanas y la identidad de género, y que espera estrenar en 2026.
Mientras tanto, celebra que Matapanki, esta “fantasía delirante” donde un punk borracho puede desatar una crisis geopolítica, encuentre eco en un festival como el de La Habana. Para Fuentes, es una prueba de que en Latinoamérica “hay harto que hacer, hay harto trabajo y hay harto esfuerzo finalmente que se puede dar”, y de que existe un espacio vital para un cine joven, arriesgado y profundamente irreverente.

