…y hasta los muertos despiertan con el canto de los ríos como la gruesa voz negra de Robeson /el canto humilde del río que no retrocede /y va de menos a más y no puede detenerse /el canto humilde el canto rodado en el pecho del río /que guarda un huevo de esperanza para vosotros hombres /un canto que se abre por fin en la luz empecinada que amanece.
Raúl Hernández Novás. “Los ríos de la mañana”, julio de 1982

Recuerdo a un jovencísimo Pablo Milanés cuando estaba en el Cuarteto del Rey, porque a mí me gustaba este grupo que interpretaba piezas basadas en cantos espirituals, góspel, y otros ritmos sobre todo del Sur de Estados Unidos. Su voz líder como bajo era Félix Formental, hijo de Perico Formental, destacado pelotero en la Liga Profesional Cubana. En el repertorio del conjunto vocal mi preferida era “Dieciséis toneladas”, reclamo y lamento del obrero explotado. Un amigo me ayudó a oír la versión original de “Sixteen Tons”, y entonces descubrí por primera vez la voz profunda de Paul Robeson, interpretación que hoy día me sigue emocionando.

Su intensa, original y consecuente vida nos lleva a la necesidad de exponer algunos breves tópicos de una leyenda del pasado siglo, por años olvidada. Robeson, nacido en Princeton, Nueva Jersey, en 1898, falleció en Filadelfia, 23 de enero de 1976, por lo que el próximo enero se cumplirá medio siglo de su desaparición física. Hijo de un esclavo fugitivo (quien se escapara al norte en el llamado “tren subterráneo”, célebre operación clandestina organizada antes de la Guerra de Secesión), quien ya libre cursaría estudios y se convertiría en predicador protestante, y su madre proveniente de una familia de cuáqueros antiesclavistas. Paul en ese hogar encontró los incentivos para superarse sin descanso, convirtiéndose en una persona con una cultura excepcional para su época y condición. Hablaba numerosos idiomas, sobresalió como cantante de conciertos —siendo un intérprete que se caracterizó por poseer un bajo profundo—, fue actor destacado en varias películas, escritor, abogado (aunque por el estigma del racismo no pudo ejercer), e incesante activista por los derechos civiles. En su juventud sobresalió también como atleta y siendo jugador de rugby se destacó como profesional en la American Professional Football Association, llamada después National Football League, además de jugar beisbol y baloncesto en sus años de universitario. Como deportista también padeció del racismo, cuando otras universidades se negaban a competir con una nómina que tuviera a un jugador negro. Después sería entrenador asistente en la Universidad Lincoln en Pensilvania. En 1995, casi dos décadas después de su fallecimiento, fue seleccionado para el emblemático Salón de la Fama del Fútbol Americano Universitario.

Durante su juventud se destacó como atleta y jugador de rugby.

Fue el tercer estudiante de origen negro en la prestigiosa Universidad de Rutgers, pero cuando en su incorporación al Colegio de Abogados de Princeton una mecanógrafa blanca rechazó escribir el dictado de un abogado negro, esto lo hizo renunciar definitivamente a ejercer la abogacía, por lo que se dedicó a otras profesiones. Se convirtió en actor de teatro y de cine. Fue amigo de grandes figuras del arte y la política, como el genial cineasta y teórico del séptimo arte, el soviético Serguei Eisenstein; o el destacado luchador por la emancipación de África, el keniano Jomo Kenyatta; así como de otros líderes mundiales de la época, desde el indio Nehru hasta la libertaria y feminista lituana Emma Goldman. Él mismo sería reconocido como el gran artista y figura pública que fue, por intelectuales de la talla de Pablo Neruda, James Joyce, Eugene O’Neill, Ernest Hemingway, y nuestro Nicolás Guillén. Algunos de los cuales escribirían sobre él o le dedicarían obras.

Rebelde por naturaleza y formación, desde joven comenzó a cantar spirituals y otras canciones sobre la salvaje explotación de los negros del sur de los Estados Unidos, aprovechando su inconfundible y potente voz grave, que se reconocería como su sello distintivo. A su interpretación emblemática “El río viejo” (“Old Man River”), tributa el cubano Hernández Novás en su antológico poema “Los ríos de la mañana” —expresión discursiva que representa de forma auténtica la épica y el drama del hombre contemporáneo— cuando se implica en sus versos con el canto humilde del río que no retrocede /y va de menos a más y no puede detenerse… y como reza la última línea de la canción…el viejo río sigue rodando.

Como ejemplo de su compromiso con todas las causas que consideró justas, en 1936 tiene presencia en la Guerra Civil Española como parte de la Brigada Lincoln, compuesta por voluntarios antifascistas estadounidenses, visitando hospitales y cantando a los soldados que allí se recuperaban de sus heridas. En un mitin antifascista contra el levantamiento de Francisco Franco, Robeson expresó una declaración de principios: “El artista debe tomar partido. Debe elegir luchar por la libertad o por la esclavitud. Yo he elegido. No tenía otra alternativa”.

Formó parte de la Brigada Lincoln, de voluntarios antifascistas de Estados Unidos que fueron a ayudar a la República Española.

De este compromiso da testimonio Nicolás Guillén en una entrevista al cantante afroamericano para la revista habanera Mediodía: “Langston Hughes, el gran poeta mulato, vivió largas jornadas en Madrid y visitó el frente para llevar a los hombres de su raza y su tierra el sencillo verso popular que fluye del blues y los espirituales; Cueria, de La Habana, hijo de un negro y una asturiana, comanda una compañía de ametralladoras en el Frente Central; Paul Robeson, el maravilloso cantante estadounidense, hijo de esclavos, se apresura desde Londres para entrar en España con una sonrisa de esperanza. ¿Paul Robeson? ¿Y qué hace Paul Robeson en España? ¡Qué!, un momento; él mismo nos lo cuenta” [1].

Guillén, en un encuentro que cimentó una amistad, comparte en un diálogo espontáneo la palabra de su entrevistado: “Su sólida personalidad proyecta un gran atractivo, y su cuerpo se mueve con la elasticidad de un atleta, lo que recuerda su lejana carrera como futbolista. Capto fragmentos de su conversación, en los que una palabra, ‘España’, se repite con frecuencia; y mientras habla, miro a su esposa, un espíritu de gran pureza y perspicacia, que ha publicado un libro sobre su marido, atendiendo a los visitantes en la habitación con una sonrisa amable. Es ella quien finalmente me dice: ‘Paul te espera…’” [2].

El actor que ha quedado para la historia con su protagónico donde reencarna como nadie al “emperador Jones”, pieza de su amigo y Premio Nobel de Literatura Eugene O’Neill, así le argumenta al poeta cubano la importancia de ese rol en el cine y el teatro: “‘Hace unos años —dice Robeson—, el negro era un personaje cómico en el teatro norteamericano. Cuando otro actor negro llevó a escena El emperador Jones, la obra de O’Neill, vi las posibilidades que tenía un negro en el arte dramático. Por eso, quise interpretar ese personaje, primero en el escenario y luego en el cine’” [3].

Fue un activista político permanente y se involucró en las luchas por los derechos civiles.

En otro momento confiesa sueños que por imposibles no dejan de ser para él un desafío: “‘Me gustaría hacer una película sobre la vida de un comandante negro del Batallón Lincoln de las Brigadas Internacionales, que muere allí; pero las grandes productoras cinematográficas yanquis se negarían… Sin embargo, espero ver cumplido mi deseo y llevar a la pantalla la atmósfera heroica que he respirado en España y la gran participación de los hombres de mi raza en esta lucha’. Robeson me habla entonces con entusiasmo sobre la música española. ‘Me ha sorprendido y encantado la similitud entre la música negra y cierta música española. El cante flamenco es negro en su ritmo y en su triste profundidad. En Madrid, durante un concierto, les pedí que tocaran música flamenca; los artistas lo hicieron con mucha cortesía, y entonces pude cantar una canción negra sin que los músicos tuvieran que cambiar el ritmo con las que habían acompañado el cante jondo en lo más mínimo. Por eso, quiero volver a España cuando haya más calma, cuando hayamos ganado la guerra, para reunir y estudiar muchas canciones de este tipo’.

“¿Conoces la música cubana?, pregunto. La aportación negra a esa música también es enormemente rica, al igual que en el resto de las Antillas y en Brasil. ‘Sí, la conozco y me gusta muchísimo. De hecho, también estoy pensando en ir a Cuba a estudiar su folclore musical, que sé que tiene las características que describes. Creo que sería enormemente útil para mis próximas películas…’” [4].

Ese otro sueño tampoco se realizaría, pero si perduró la relación como un puente solidario entre el hijo de Princeton y el de Camagüey, como consta años después en el suplemento dominical del diario Noticias de Hoy, correspondiente al 23 de agosto de 1959, cuando se publica un mensaje del primero dirigido a su amigo Guillén, en el que saludó la victoria revolucionaria cubana.


Notas:

[1] Nicolás Guillén. “Paul Robeson en España”. Entrevista (Mediodía, La Habana, Cuba, 1938 – Reimpresa en Bohemia, La Habana, 7 de mayo de 1976).

[2] Nicolás Guillén. “Paul Robeson en España”. Ob. cit.

[3] Nicolás Guillén. “Paul Robeson en España”. Ob. cit.

[4] Nicolás Guillén. “Paul Robeson en España”. Ob. cit.