Abril-en-Danza 2025: resistencia de sus cuerpos
…pero el danzante sabe caer,
se inclina, languidece;
estrangula el rumor entre dos pasos…
Así, como en estos versos de “La destrucción del danzante” del gran Virgilio Piñera, parece que el baile dibujara cuerpos en retozos y acoples, como si lo invisible figurado y lo visible corporeizado se hicieran ronda perpetua, cada 29 de abril el mundo celebra el Día Internacional de la Danza. Momento ideal para volver sobre la tan llevada y traída “condición finita” de la danza y su quebranto de la trascendencia; o sea, del efecto en lo que queda, en la derivación y eficacia ulteriores. Y es que la breve acción escénica suele ser tomada como punto originario y finito del hecho de danzar, evadiendo con frecuencia su transitar en la historia que le ha otorgado referencias y muchos de los postulados ideológicos, estéticos y poéticos que la sustentan en tanto práctica artística e instancia productora de conocimiento y criticalidad.
Cuando en 1982 el Comité Internacional de Danza (CID) de la Unesco establecía la fecha del 29 de abril como homenaje a la danza toda, se salvaguardaba para la posteridad el legado inconmensurable de Jean-Georges Noverre. Él, renovador por excelencia del arte escénico nació en 1727 y desde entonces, consideraría que su espíritu nos acompaña cada vez que apelamos por un baile distinto y franco. Por fortuna, hace tiempo que sus aportaciones se advierten consulta precisa para quienes arriesgan la certeza del cuerpo y el pensamiento que se transforman ante los ojos del lector-espectador.
“Ofrecer respuestas que pongan en diálogo tradición, historia y pasado con el presente y sus gentes, ahí estaría una de las razones expresivas y responsabilidades del ser de la danza en la contemporaneidad”.
En 1759, fecha quizás lejana ya, Jean-Georges Noverre compendiaba un manifiesto donde dejaba claro su postura renovadora ante el arte de danzar. Sus célebres Cartas sobre la danza y los ballets constituyen un tratado, un programa de acción, un manual de herramientas, esbozo de una estética, libro único por su alcance y naturaleza discursiva; “la obra más viril que haya sido escrita jamás” para acercarse a la coreografía, a la interpretación, a la puesta en escena, a la teoría de la danza.
No resulta extraño que la Danza entera hiciera justicia al elegir el 29 de abril, fecha de natal de Noverre, como el día en que el mundo festeja la manifestación. La vida de Noverre transcurrió entre sostenidas contiendas, algunas francamente enardecidas, alrededor de la danza, su praxis y concepción expresiva, escénica y modulación viviente. Cuando accedemos al texto Lettres sur la danse et sur les ballets, surgido en el marco de la emergencia del ballet pantomima en la segunda mitad del siglo XVIII, podemos advertir que su espíritu de renovación está directamente asociado a un proyecto mayor de revalorización del arte de la danza. De ahí que la obra que lo hiciera famoso hasta hoy, no constituya únicamente un pivote baluarte del nuevo discurso estético, sino más bien, una herramienta con múltiples utilidades, siendo vital la procuración de modificar la mirada del público sobre la escena, legitimar el éxito del nuevo género teatral y valorizar el oficio de maestro de ballet.

Nótese cuán certero podían ser estos presupuestos adelantados de Noverre y aun siendo tan odiado como apreciado por sus colegas, las enseñanzas contenidas en sus cartas, siguen hoy por hoy marcando señales oportunas en el campo de los estudios danzológicos y en la propia práctica creativa activa de la coreografía. Incluso, más allá de la significación epocal y cortesana; tal como anotara el profesor e investigador argentino José Ignacio Vallejo, la producción teórica de los maestros de ballet, donde los señalamientos de Noverre son sustantivos, constituyen una moneda de cambio en sus relaciones con la nobleza, al punto de ganar posiciones en el medio cortesano gracias a sus escritos, pero lo más importante es que también se produce un reconocimiento simbólico esencial en la consolidación de un pensamiento emergente a través de la figura del maestro de ballet ilustrado.
Hoy en 2025 cuando la danza y el ballet siguen reclamando instrumentos útiles que, operativa y ejecutivamente accionen como mecanismos de cambios en las dinámicas productivas, formativas, apreciativas, de visibilización y circulación de la danza, es seductor atender cómo Mikhail Baryshnikov, en su cuerpo ser memoria de tantas glorias y excelencia artística dentro de lo más selecto de la danza en el mundo, se hace preguntas que atañen a los caminos andados, pero que lanzan líneas de acción intemporales. En el mensaje que el célebre bailarín redactara a petición del ITI (Instituto Internacional del Teatro) y el Comité Internacional de Danza (CID) de la Unesco, como suele ser tradición cada año para festejar el 29 de abril, el grand danseur deja apresar cuánto la danza puede aportar a los seres humanos hoy.
“Se dice a menudo que la danza puede expresar lo indecible. La alegría, el dolor y la desesperación se hacen visibles; expresiones encarnadas de nuestra fragilidad compartida. En este sentido, la danza puede despertar empatía, inspirar bondad y despertar el deseo de sanar en lugar de dañar.
Especialmente ahora, mientras cientos de miles de personas sufren guerras, lidian con la agitación política y se alzan en protesta contra la injusticia, la reflexión honesta es vital. Es una carga pesada para el cuerpo, la danza y el arte.
Sin embargo, el arte sigue siendo la mejor manera de dar forma a lo no expresado, y podemos empezar por preguntarnos: ¿Dónde está mi verdad? ¿Cómo me honro a mí mismo y a mi comunidad? ¿Ante quién respondo?”
Ofrecer respuestas que pongan en diálogo tradición, historia y pasado con el presente y sus gentes, ahí estaría una de las razones expresivas y responsabilidades del ser de la danza en la contemporaneidad. Y así como la obra de Noverre debe ser leída hoy desde la mirada de un hombre inserto en la práctica de la danza, donde estilo y sus afirmaciones hablan de un proyecto complejo que busca por un lado producir un cambio en la mirada del espectador frente a la escena y por el otro dar sustento a una revalorización de su propio oficio, nuestras relaciones con la danza (observadores, practicantes, etc.), deberían “despertar empatía, inspirar bondad y despertar el deseo de sanar en lugar de dañar”.
Nosotros en la festividad
La celebración cubana por el Día Internacional de la Danza se inicia en el año 1994 cuando las ideas de la coreógrafa Isabel Bustos, directora de la compañía Danza-Teatro Retazos, junto a su colaborador, el profesor Guillermo Márquez, el gestor Ismael Albelo y el creador Fidel Pajares configuran un grupo de acciones dentro de «Los Días de la Danza», especie de festival que ocurría en el mes de abril, con la inclusión de la fecha del cumpleaños de Noverre. Este hecho marcaría un empeño festivo por aquel entonces que, de manera sucesiva, fue propicio para acoger las principales actividades habaneras: el “Festival de Danza en Paisajes Urbanos: Habana Vieja, ciudad en movimiento”, que aún lidera Isabel Bustos, y la gala por el 29 de abril donde, habitualmente, acontecía la ceremonia de entrega del Premio Nacional de Danza. Luego se fueron sumando distintas programaciones especiales y eventos en casi todas las provincias del país, conservándose algunos actualmente.

En 2025 cuando los avatares de la vida y la existencia nos demandan modos afables y comunales de juntarnos en convite celebratorio, danzar se torna espacio otro para la presencia de cuerpos en resistencia. Quizás como Noverre, nos ha tocado guarecernos en comarcas aisladas ante un disminuido programa de giras nacionales o presencia de agrupaciones internacionales, inventarnos renombres, desfigurar la inconformidad y así, intentar burlar “las amenazas”. Aquellas que Ramiro Guerra anotara a la periodista Tania Cordero en este mismo medio hace mucho tiempo: “después de haber incursionado por varias situaciones en que la danza ha sido tomada prestada por otras disciplinas, nos surge la preocupación de que, al ampliar sus fronteras hacia otros espacios culturales, los suyos puedan hacerse cada vez más borrosos corriendo el peligro de desdibujarse dentro de sus específicos contornos en una especie de ecumenismo globalizante. Como él, tal vez hoy recreamos inéditos personajes, insistimos en el valor práctico del accionar teórico para salir, singularmente, engrandecidos hacia el porvenir; sí, cuando todo esto pase”.
Hoy, en lo que sería una nueva estación de nuestro “Abril en Danza”, en el conjunto de actividades, programaciones, eventos territoriales y nacionales, en el encuentro entre colegas, premiaciones, homenajes, celebraciones diversas, aun extrañando la vorágine, el ir y venir de un teatro a otro, de cuanto espacio de presentación se tornara posible territorio escénico en las calles, parques y plazas de la Habana Vieja al mítico Teatro Mella, etc., y en toda esta Isla que baila, elijamos las certezas que nos produce esa danza que, al instante, transforma en positivo la resistencia de sus cuerpos.
Interconectar las vectorizaciones entre el cuerpo y su rol al entrar en juego, las maneras en que lo danzario amplifica su identidad, objeto de análisis, modos de presentación y sus relaciones con la historia, las metodologías y la teoría de la danza, nos permite regresar a los itinerarios que apresan la danza entre el agotamiento y el fin de la representación, a partir de la pluralidad de ofertas que contiene nuestro abril 2025. Modos de hacer, de querer, de soñar, de aspirar y poder distintos, donde la danza toda, en sus diferentes géneros, distintas poéticas y desiguales cualidades; en sus geografías diversas (del Cine Teatro Caribe en la Isla de la Juventud, al guantanamero Teatro Guaso), en sus estancos, en sus tradicionales formulaciones e irreverentes grafías, es momento oportuno para el tributo y el recuerdo a tanta gente que en la historia presente y pasada de la danza cubana y universal siguen desafiando la inquietud que imponen los tiempos que corren.

29 de abril de 2025, se atavía como festividad al convivio, a la juntura de diferentes modos de asumir la formación y praxis dancística. Nos habla de esa labor casi siempre anónima de maestros y educadores, de los bailarines que, siendo mayoría, cada día convierten las experiencias personales de sus corporalidades en territorio expresivo para las poéticas singulares de sus coreógrafos o agrupaciones.
Hoy, más allá del antojo de los círculos vitales, de las migraciones, de la erosión y los tránsitos de la vida, de la accesibilidad limitada a recursos materiales que sostengan una programación explayada como fuera antes, regresar a ese cuerpo que es huella, rastro y lenguaje, se vuelve clarificación de los vectores de construcción, significación y legitimación que tradicionalmente han convergido en la práctica investigativa y escritural de la danza, en su ser movilizador para el pensamiento y también para el disfrute.
Si certero fue Jean-Georges Noverre en plena retórica dieciochesca de pelucas, máscaras, tacones, miriñaques y danzas miméticas palaciegas, con su revolucionador ballet de acción e invención de una pantomima locuaz y comunicativa de estados, situaciones y cambios; sabia ha sido la elección de instaurar, justo el día de su nacimiento como el Día Internacional de la Danza. Momento donde la danza cubana desde este “Abril-en-Danza 2025” se torna evidencia de lo conquistado y de los alientos por venir.
“…la danza es acción; acción generadora y transformadora del acontecer”.
El maestro francés estaba en lo cierto: “Sólo una cultura casi enciclopédica capacita al coreógrafo para cumplir su cometido. Todo ballet, que no presente con nitidez y sin molestias la acción que representa (…) no será, según mis ideas, más que un simple pasatiempo de danza”. Entonces, sobran las razones para esta fiesta. Es necesario un espacio para el diálogo entre creadores, críticos, teóricos e investigadores escénicos. También, este abril 2025 nos asegura cuán aportador es pertrecharnos, entre todas y todos, de las herramientas más oportunas y atinadas para que sea nuestra danza un sitio de improvisación, especulación, seguridad y reafirmación de todo lo andado y por andar, siempre y cuando la pauta en nuestras búsquedas (coreografías, reflexiones, críticas, etc.) esté clara y nazca de la imprescindible condición de ser cada vez más humanos.
Abril-en-Danza 2025 solo es posible desde la resistencia de sus cuerpos en su porfía por ser profunda convicción de que la danza es acción; acción generadora y transformadora del acontecer.
¡Felicidades, colegas!