Alicia danza por siempre
28/4/2020
Es abril el mes de la danza toda, habitual tiempo de celebraciones donde todo el mundo baila; pero en este 2020 la Tierra se estremece por una ola de enfermedad y muerte, de tristezas y soledades. Para salvar la vida hay que quedarse en casa, alejarse de la familia y los amigos, prescindir de los abrazos y los besos. No se puede bailar en pareja, no es posible presentarse en un teatro. No es recomendable el encuentro real entre bailarines y espectadores.
Las redes sociales registran múltiples imágenes de bailarines en confinamiento, desarrollando formas inéditas para entrenar cuerpo y espíritu, proclamando sueños de reencuentros, compartiendo los frutos de sus creaciones, aplaudiendo al personal sanitario.
De pronto, la noticia de las celebraciones por el centenario de Alicia Alonso llega como un rayo de esperanza. La Unesco, a través del Instituto Internacional del Teatro, reconoce la impronta universal de la legendaria bailarina de Cuba.
Alicia Alonso nació en una pequeña isla del Caribe y, desde aquí, trazó el camino que le abrió un sitial en la Historia de la danza. Valorar la herencia de una mujer, dignificar el arte de la danza como plataforma de realización del ser humano, propiciar el reconocimiento a la escuela cubana de ballet, son gestos loables en estos tiempos de pandemia.
Se ha subrayado hasta la saciedad la naturaleza efímera de la danza, se insiste en el carácter irrepetible del diálogo entre el danzante y el espectador, se anotan de distintas formas las emociones y sensaciones extraordinarias que provoca ese instante.
A menudo, las ejecuciones de los bailarines arrancan aplausos por las posibilidades expresivas del lenguaje corporal, por su capacidad para establecer nexos entre quienes lo aprecian, porque permite discursar sobre asuntos que atañen a la sociedad. La danza puede trascender las fronteras, y puede ser remedio para los males humanos.
Por estos días de confinamiento en pos de la sanación, volver a ver Carmen, la coreografía de Alberto Alonso, interpretada por Alicia es un bálsamo. O su Giselle, filmada para la posteridad por Enrique Pineda Barnet, motiva las esperanzas de sobrevivencia.
La leyenda de Alicia revela su fortaleza de carácter, que le permitió sortear los obstáculos de una enfermedad que pudo alejarla de los escenarios. Ella siguió bailando y hoy es un icono planetario, en virtud de la danza.
Alicia Alonso nació en La Habana el 21 de diciembre de 1920. Desde temprana edad consagró su vida a la danza. En 1948 fundó junto a Fernando y Alberto Alonso, el Ballet Nacional de Cuba. Esa tríada ostenta el mérito de haber convertido al ballet académico en un arte de multitudes en nuestro país. Fernando es el maestro que sentó los fundamentos de la escuela cubana de ballet, reconocida en los grandes escenarios del mundo, cuya metodología ha formado a bailarines de altísimo nivel técnico e interpretativo. Alberto es el coreógrafo osado que llevó al baile de las puntas la idiosincrasia cubana. Alicia es la bailarina excepcional, intérprete virtuosa.
La versión de Giselle del Ballet Nacional de Cuba recibía en 1966 el Grand Prix de la Villa de París. Críticos como Arnold Haskell elogiaban la impronta cubana en arte tan elitista. Desde entonces, y hasta hoy, el ballet es parte de la cotidianidad del país.
El público conoce a los bailarines, tanto es así que, para las temporadas de presentaciones en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, las entradas se agotan rápidamente. Los maestros cubanos de ballet son reclamados en todo el mundo, véase el ejemplo de Loipa Araújo, ensayadora de las grandes estrellas. Y el tributo de despedida a Alicia, en octubre de 2019, devino en manifestación de todo el pueblo.
El Comité Mundial de la Danza, de la Unesco pidió a Gregory Vuyani, bailarín, actor y coreógrafo sudafricano, escribiera el ya tradicional mensaje para la fecha en que el planeta festeja el preciado don de la danza. Vuyani, como nuestra Alicia, trata de dar sentido al mundo a través de la danza. La irrupción de la Covid-19 en nuestras vidas atraviesa estas líneas:
“A medida que bailamos con nuestros cuerpos cayendo en el espacio y enredando juntos nos convertimos en una fuerza de movimiento tejiendo corazones, tocando almas y proporcionando curación que es tan desesperadamente necesaria”.*
Ahora le está vedado el movimiento a los cuerpos de los danzantes. El personal sanitario deja testimonio del impacto de la terrible enfermedad en los cuerpos afectados. Los cuerpos sanados contribuyen con su sangre a preservar la vida de los demás. Los cuerpos sanos se regeneran para sobrevivir.
Un día que sueño cercano, la danza toda volverá a convocar a los cuerpos. Entrenados en una técnica u otra, en espacios públicos o en salas de teatro, bailarines y bailadores, en carnavales o en concursos académicos, con tambores batá o con percusión sinfónica. Volveremos a bailar para celebrar el sencillo hecho de estar vivos. Ahora, compartamos los aplausos con quienes salvan vidas en cualquier rincón del mundo.
Excelente