El domingo 5 de marzo de 1995 Antonia Eiriz fue el centro de una reunión y almuerzo familiar. Horas después se sentó en la cama y pensó descansar, como su cuerpo se lo pedía. La ilusión por concluir un lienzo que ya tenía bastante avanzado, al tiempo que aprovechar unos colores que ya estaban en la paleta y no podía darse el lujo de dejar que se secaran, la hizo ponerse el delantal y regresar al taller. Poco pudo hacer aquella noche. Los síntomas del infarto que le arrebató la vida a las 2:05 de la madrugada del jueves 9 de marzo dominaron la escena.

Los cardiólogos Armendi y Oscar Guerra decidieron que solamente el quirófano orientaría cómo prolongarle la vida a la mítica cubana. Como un restaurador, el cirujano Joa Chin Postell, de origen alemán, resanó los daños. Aunque ya el Tarot le había dicho cuál sería el final, la paciente resistió la cirugía, pero al ser reconectada a las máquinas su corazón ya no tenía fuerzas para seguir latiendo. Así se nos fue físicamente Antonia Eiriz Vázquez, la costurera, la diseñadora de ropa para niños, la inolvidable alumna de San Alejandro, la amiga del grupo “Los Once”, la que removió el estado del arte cubano de los sesenta con la exposición de Galería Habana en 1964, la de los ensamblajes en Bellas Artes, la de “Una tribuna para la paz democrática” en 1968 y la de la exposición Reencuentro, en 1991…

“La connotación universal de Antonia Eiriz es indiscutible. Ella nos acompaña, nos abriga, nos ilumina cada día”.

Por eso su muerte, como sus exposiciones, como todo lo que de ella venía, tuvo particular resonancia. El Miami Herald en inglés y El Nuevo Herald en español destacaron su defunción y valoraron su notoriedad para el arte y la cultura cubana y universal. El canal 5 y varias emisoras de radio reportaron la noticia. En Cuba, los homenajes se han estado multiplicando hasta el presente. Las exposiciones se reiteran, las nuevas generaciones la acogen como el paradigma.

Entre el 8 de septiembre y el 19 de noviembre de 1995, bajo el título Antonia Eiriz: Tribute to a Legend, el Museo Fort Launderdale hizo la exposición para la cual la artista se preparaba. Elizabeth FirestoneFoundation asumió el patrocinio y el eminente profesor Juan A. Martínez escribió el texto curatorial, en el que destacaba el despliegue de obras datadas entre 1963-1995, al tiempo que remarcaba ideas esenciales en torno a producción simbólica de la artista.  

“Una tribuna para la paz democrática” (1968), Antonia Eiriz. Imagen: Tomada de La Jiribilla

Ese mismo año (1995), la galería La Acacia presentó la muestra Antonia Eiriz. Primer homenaje póstumo, en la que se exhibieron, en primicia, un conjunto de tintas, reveladoras de su discurso centrado en el hombre, inserto en sus problemáticas existenciales, sociales y políticas. Entre el 23 de diciembre de 2021 y el 28 de febrero del 2022, el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana expuso Antonia Eiriz, el desgarramiento de la sinceridad y meses después, resultados parciales de la investigación en torno a la experimentación de la artista en soporte papel fueron expuestos en Galería Galiano del Fondo Cubano de Bienes Culturales. 

A casi tres décadas de su partida, los restos físicos de Antonia Eiriz descansan en La Florida, en una bóveda que su familia le compró, cerca de su tío Alfonso. Su connotación universal es indiscutible. Ella nos acompaña, nos abriga, nos ilumina cada día. Así nos ocupa en muchas partes. El Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana exhibe en salas permanentes un segmento de sus obras representativas, al tiempo que clasifica su prominente tesauro, a partir de métodos científicos. Otras instituciones culturales y académicas son líderes de investigaciones y proyectos editoriales que seguramente seguirán visibilizando su permanente legado. Porque ella, como los asiáticos, sembró semillas y aseguró sus frutos para la eternidad.

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