Augusto Roa Bastos: “Por Cuba lo menos que se puede ofrecer es la vida”
De Augusto Roa Bastos puede afirmarse que es el escritor paraguayo de mayor resonancia internacional y uno de los más reconocidos de Hispanoamérica. Tuvo una larga vida de 87 años (13 de junio de 1917-26 de abril de 2005) y alcanzó en 1989 el más importante galardón de las letras españolas: el Premio Cervantes.
Yo el supremo, su novela traducida a numerosas lenguas, con múltiples ediciones y prolijamente analizada por la crítica, amén de aprobada por el público lector, vio la luz en junio de 1974 a través de Siglo XXI Argentina Editores, de Buenos Aires. Seis meses después se lanzó una segunda edición. Y pronto apareció en francés y alemán. La novela tiene como personaje central al dictador José Gaspar Rodríguez de Francia y Velasco (1766-1840), conocido por los suyos como “El Supremo”, controvertida y compleja personalidad de la historia paraguaya.
Roa Bastos, quien un día aseguró que “aprendió el español porque estaba prohibido hablar el guaraní”, en 1960 había entregado otro libro, Hijo de hombre, que desde entonces lo había colocado como figura cimera de las letras paraguayas.

Ochenta y seis años cumplidos sumaba el escritor cuando de una manera “no programada” arribó a La Habana en agosto de 2003.
Veamos. Todo comenzó cuando Fidel Castro viajó a Asunción, Paraguay, para asistir a la toma de posesión del presidente Nicanor Duarte. Era para el líder cubano su primera visita a la nación del sur. Entonces se llegó hasta la vivienda del escritor, lo invitó y lo trajo consigo. También para Roa Bastos sería su primera estancia en Cuba, aunque se conocían sus declaraciones a la prensa extranjera: “Por Cuba, lo menos que se puede ofrecer es la vida”, complementadas por frases de apoyo a la Revolución Cubana.
Sin embargo, no fue aquel el primer encuentro entre Fidel Castro y Augusto Roa Bastos: se conocieron en Buenos Aires en 1959, donde el escritor vivía su exilio y el líder cubano se detuvo brevemente, si bien en tal ocasión solo hubo tiempo para intercambiar saludos.
“Todo comenzó cuando Fidel Castro viajó a Asunción, Paraguay, para asistir a la toma de posesión del presidente Nicanor Duarte. Era para el líder cubano su primera visita a la nación del sur. Entonces se llegó hasta la vivienda del escritor, lo invitó y lo trajo consigo”.
Tres libros de Roa Bastos fueron presentados por la Casa de las Américas, en La Habana, con la presencia del autor y del Presidente cubano. El visitante declaró que depositaba el legado de su misión como escritor en el pueblo cubano “para que continuara siendo ejemplo y estímulo para todos nosotros”.
Además hizo, en unión de su editor, una donación de 2 000 ejemplares de diversos títulos de su autoría, cifra que después se acrecentaría. En Cuba, Roa Bastos desarrolló un programa de actividades culturales y dio seguimiento a su tratamiento médico especializado. Se le impuso la Orden Nacional José Martí.
Exiliado a partir de 1947 —cuando partió de Paraguay—, vivió en Argentina, donde trabajó y publicó sus libros, pero tras el establecimiento del régimen militar en ese país, también tuvo que abandonarlo para radicar en Francia y ejercer como profesor. Privado de la ciudadanía paraguaya, tanto España como Francia se la concedieron honoríficamente.

Escribe:
Desamparada soledad que me hace
día a día bajar hasta los hombres
a ganarme mi pan con mis dos manos,
negándome el reposo de la noche;
ese subir peldaños de trasmundos
para moler mi trigo de emociones
en los altos molinos de mis sueños.
(Fragmento de “Deprecación al minuto iluminado”.)
Solo en 1989 regresó a su tierra natal, tras el derrocamiento del régimen del dictador Alfredo Stroessner, de quien fue su opositor con las armas de la palabra.
Recibió importantes premios internacionales: del British Council, en 1948; el Premio de las Letras Memorial América Latina, de Brasil, en 1988; el Premio Nacional de Literatura Paraguaya, en 1995, el ya citado Cervantes, y se mantuvo escribiendo siempre. Su producción literaria incluyó otros títulos: El trueno entre las hojas, La vigilia del almirante, El fiscal, Contravida y Madama Sui. Nada desdeñable, aunque menos conocido, es su quehacer como poeta.
El vigésimo aniversario del fallecimiento de Augusto Roa Bastos nos ha servido de “pretexto” para recordar sus días en Cuba y rendirle sencillo tributo.