Cartografía de una década. Insularidad y poesía joven en Cuba

Rubén Ricardo Infante
16/10/2019

Me propongo el análisis de una década para un estudio específico sobre el tratamiento de la temática insular, en un periodo donde coexisten una gran cantidad de autores, diversidad de publicaciones, editoriales y espacios de promoción a los cuales acceden, elementos que tributan a la conformación de un panorama editorial bastante amplio.

Fotos: Cortesía del autor

En el año 2000, surge un punto de partida para la década en cuestión: el Sistema de Ediciones Territoriales (SET), una iniciativa generada desde el Instituto Cubano del Libro para dotar a las provincias de máquinas de impresión risográficas. Las “Riso” es el sistema que utilizan, mayoritariamente, las editoriales en las provincias. La incorporación de estas tecnologías permitió, en algunos casos, el desarrollo de un ambiente editorial, en otros, su apertura.

Estos aspectos objetivos, conjuntamente con la llegada de un nuevo siglo y milenio, el establecimiento de la llamada Generación Cero y otros aspectos menos trascendentes en función de este estudio, hacen de la década en cuestión una etapa que merece la pena estudiar para develar los tópicos de la insularidad en esta promoción de poetas. Lo insular ha estado presente en la tradición lírica de la Isla, pero es entre los jóvenes poetas que adquiere otro tono.

El rango de edad es la principal cualidad para enmarcar a un conjunto de individuos dentro de una generación, según sus fechas de nacimiento, y en ella se subdividen en las promociones que la integran. En el caso de la poesía cubana en el periodo, la llamada Generación Cero incluiría los años creativos comprendidos entre el 2000 y el 2020. Como se señala, el estudio se concentra en la primera década del nuevo siglo, aportando un análisis de los tópicos de la insularidad en la promoción de poetas nacidos entre 1975 y 1985.

Como destaca la compiladora Lizabel Mónica en el prólogo a Distintos modos de evitar a un poeta: poesía cubana del siglo XXI (2012):

En el caso de Cuba, si bien la actual promoción suele definirse de manera negativa con respecto a promociones anteriores, es difícil describirla por lo que realmente es, por lo que acaso podría establecer categóricamente la naturaleza de sus propuestas estéticas. Esto se debe, en parte, a que se trata de una generación que utiliza estrategias postmodernas, resistiéndose a clasificaciones, y en parte, a que estamos a las puertas de esa transformación notable que ocurre en el seno de cada uno de los campos de la producción cultural actual, transformación relacionada, sin dudas, con la aparición de los nuevos medios. (Mónica, 2012: s/p).

Estos criterios son válidos para caracterizar sus principales rasgos, teniendo en cuenta la variedad formal y de contenidos de las obras de este conjunto de poetas, lo cual dificulta la particularización en un solo tema. La diversidad de propuestas, los ámbitos desde los cuales provienen los autores, así como las estrategias de escritura utilizadas, impiden una identificación plena de los integrantes con el solo tema de la insularidad. Sin embargo, desde el campo de la psicología, se ha demarcado la pertenencia a un grupo por su sentido de acompañamiento grupal, por la comunidad de temas y por asuntos estilísticos y formales en sus escrituras.

Otra compiladora de una muestra de la poesía publicada en estos años, Verónica Aranda, declara:

Pero se trata de que una nueva generación que se resiste a clasificaciones y etiquetas y, al contrario que las anteriores (Orígenes, Generación del Cincuenta, la del Primer y Segundo Caimán, del Ochenta y del Noventa), no tiene sensación de pertenencia a un grupo o movimiento concreto, a pesar de que han proliferado las antologías en los últimos años, tanto dentro como fuera de Cuba. Cabe mencionar algunas recientes como: El árbol en la cumbreThe Cuban team (Los once poetas cubanos)15 de un golpeLa calle de Rimbaud (Nuevos poetas cubanos)Long playing poetry (Cuba: Generación años cero). Y en España, recopilaciones como La casa se mueve (Maremoto) y Detrás del agua (La Bella Varsovia). (Aranda, 2018: 10-11).

La búsqueda formal, el sentido de experimentación, la creación de nuevos símbolos, la revisitación a la Historia desde un prisma menos comprometido, son algunos de los derroteros por los cuales se mueven los planteamientos poéticos de estos autores. Algunas de las características que los distinguen son: la atención a tópicos de la cubanía desde un distanciamiento (in)necesario, el alejamiento con respecto a la tradición poética insular y la renovación en los modos y formas de asumir el discurso de la identidad.

En el prólogo a Lenguas de marabú. Poesía cubana del siglo XXI (2018), publicada en Madrid, Verónica Aranda afirma:

Más que detenerse en la cubanidad o en omnipresente motivo poético de una insularidad ontológicamente angustiosa, como negación o afirmación (Isla que ya contiene error. Desgaste producido por el roce, dice una de las poetas más jóvenes), la generación cero amplía horizontes y busca un cosmopolitismo literario y geográfico como parte de un proceso de identidad que en los últimos años ha logrado salir del encerramiento y la enumeración de las carencias.

Renueva y revisita un imaginario insular cuya Habana de postal y, especialmente, los símbolos patrios, ya se han quedado obsoletos, en los que ya no se reconocen. Por otro lado, hay una absoluta pérdida de fe en la poesía política, en la poesía como arma capaz de transformar la realidad más inmediata. La fe está ahora puesta en el lenguaje, en la renovación del lenguaje y sus combinaciones infinitas, para adaptarse a la realidad poliédrica actual, a su ritmo vertiginoso. Fe en poéticas de lugares devastados que se vuelven a fundar y reconstruir a través de la palabra. (Aranda, 2018: 13)

En un volumen como La isla en versos. Cien poetas cubanos (2011), dedicado a mostrar las maneras en que los jóvenes representantes asumen el sentido de la insularidad, se aprecia cierta afiliación a los planteamientos de Virgilio Piñera expuestos en La isla en peso (1943). Los poemas incluidos delatan múltiples referencias a este poemario, el cual no deja de ser una propuesta tentadora con la que se establece el grado de cercanía debido al universo o cosmovisión insular que patentó Virgilio.

En otros casos se remite a hechos de carácter mitológico como el viaje de Odiseo; la isla como espacio para los amantes; la necesidad de traspasar esas fronteras que el mar impone, de emprender un viaje hacia cualquier sitio; la ciudad en el entramado urbano y su significación como lugar vital. Estas son algunas de las maneras en que los jóvenes poetas asumen el discurso insular y, a medida que su propia obra nos devele el misterio, encontraremos otras características, todas ellas pertenecen a una herencia poética nacional.  

El viaje de Odiseo se convierte en motivación para textos como el de Luis Yuseff (1975) “La otra isla”, donde le advierte a Ulises los peligros de su viaje: No es Ítaca quien desaparece / Ulises. / La espera es implacable. / No debiste partir.

Aunque no es un referente propio del poema, queda de trasfondo la idea del exilio, del alejamiento de la realidad insular. Y el poeta se refiere al posible regreso: No te sorprendas / Ulises / si a tu regreso descubres que / Penélope / se ha convertido en tu nueva Ítaca. (2002: 24)

El poema, incluido en El traidor a las palomas (2002), se conecta con otros textos del autor pertenecientes a volúmenes posteriores. Lo insular marca una línea transversal a lo largo del discurso lírico de Yuseff. En Vals de los cuerpos cortados (2004), aparece un poema que será antologado por el propio escritor como referente en el tema, “Fuga de isla”: Viajamos en coche de segunda clase. Isla / con sus casitas de madera / dormidas junto al camino / techos de zinc bajo la luna de yagua. / Amar tu raíz isla / bebiéndote el agua de mañana. (2004: 15)

Este es un texto que se enlaza con la tradición poética de la Isla, donde los espacios no citadinos ocupan una zona de la poesía escrita en los diversos escenarios de Cuba. Sobre la partida, el viaje y el regreso del emigrado, trata “Souvenir”, desde el propio título se intuye este sentido: Goteando sobre la isla. Cayendo en la trampa espiral / del regreso. / Con el souvenir entre las manos / el que vuelve no sabe ya cuándo se parte de nuevo cómo. (2004: 18)

Los fragmentos de los textos seleccionados refieren la existencia de un discurso insular en la poesía de este autor; al revisar el resto de los cuadernos, se aprecia una línea continua sobre esta temática. Lo insular no solo se denota a través de los tópicos referidos, sino en el sentido de cercanía con el espacio “Isla”, el reconocimiento del creador con el ambiente circundante y en las interrelaciones que se establecen desde el medio social y cultural.

Dentro de la producción poética de la autora Liudmila Quincoses (1975), el libro Poemas en el último sendero (2003) es representativo de la preocupación insular; donde vemos que sobresale este tema, preocupación no delineada en Los territorios de la muerte (2003) y El libro de la espera (2008). El poema “Casablanca”, contenido en Poemas… resulta muy elocuente del lugar que ocupan los elementos naturales de la Isla en la configuración simbólica de una década, sobre todo en sus evocaciones del mar, el horizonte y lo infinito: Bajo la luz de la tarde, / bajo el poderoso naranja de la tarde / miramos el infinito. (2003: 28)

En el propio texto, más adelante aparece un fragmento ilustrativo de ese trazado insular: Vamos a morir, / vamos a olvidar que una vez existió Casablanca / y el hombre que caminara sobre el mar, / el que yace en la piedra. (2003: 29)

Uno de los valores del texto radica en su inserción dentro de una década en la cual se pluraliza la imagen de la Isla. La observación de Piñera y de algunos de los “origenistas” sobre la particularidad de la luz insular, sobre todo Lezama y Eliseo Diego, su intensidad y el recorrido que realiza en el extenso tramo del amanecer hasta la tarde, es revisitado por los poetas que aquí analizo, y se mantiene como una variable en el devenir del cuerpo poético de la nación. No obstante, esta nueva promoción poética no mantiene a Orígenes como un referente decisivo como ocurrió con generaciones precedentes.

Leymen Pérez (1976) marca en su obra la expresión de la circunstancia, del instante, y del viajero que establece un periplo hacia cualquier sitio. El sentimiento o afiliación a Matanzas como su ciudad de origen será otro rasgo de este escritor, cierta continuidad con los versos de Milanés, Oliver Labra y otros. El dolor de la despedida y los desprendimientos sentimentales se condensan en un fragmento de su libro Números del escombro (2002)en el cual subyace la actitud insular a través de la condición de viajero y del anhelo del viaje: Es tan largo el insomnio en la caída… / Estoy en la cuerda del agua. / Soy el viajero que deja una lágrima en cada paso. (2002: 29)

Sobre este mismo tema volverá en su libro Hendiduras (2005): Viajero es solamente / quien cruza un punto / sin temerle a su centro (2005: 26).

Lo insular en su trayectoria lírica tendrá sistemática presencia en los poemarios siguientes. En Tallador de ruidos (2005), unas breves líneas son muy expresivas de la circunstancia de la Isla: He resistido / el dolor de la Isla / hundiéndose en mí (2005: 31).

Esta cercanía corporal y dolorosa transita sobre la piel del poeta y se advierte la preocupación del individuo sobre el espacio habitado, tan expresivo en la poesía de Baquero, fundamentalmente; pero también se halla muy cercano a los miembros de Orígenes y a Piñera con La isla en peso, aunque esta sea considerada como la visión más angustiosa de la permanencia en la isla y en su condición insular.

Intentar una definición mejor de lo insular en Leymen Pérez nos lleva a rastrear un texto como “Formas del Ser”, el cual no podría catalogarse como el poema central sobre esta temática, pero sí resulta muy sintomático de la referencia a los tópicos de la insularidad. La presencia de los elementos de la naturaleza, el paisaje, la ciudad, las características de la vida político-social y la emigración, se unifican en un mismo poema: Inmóvil frente a los demás. / Adoptaba cualquier posición y ninguna. / La mancha en el suelo me recordaba los ciclos / migratorios, las vindicaciones. Yo existía en mí, / en la más simple unidad estructural, / en la naturaleza baja, en la marea baja, / cerca de Matanzas, de la imagen diluida / en el agua, que ya no es filo cortante, / filo político. Simulacro. (2005: 43).

La lectura detenida de los títulos de Leymen Pérez nos conduce a catalogar sus Corrientes coloniales (2007) como un texto de mayor alcance, donde el hecho poético traza una revisitación de la Historia. Desde el bojeo a Cuba, la génesis de historia literaria de la Isla y los procesos históricos que marcaron la trayectoria de esta época para el país.

Isbel González (1976) se conecta con el poema “La otra isla” de Luis Yuseff referido anteriormente, con su poema “Yo Odiseo confieso mi sino con las manos manchadas por los siglos de los siglos”; en él se fusiona lo histórico, lo referencial y lo paródico, el sujeto lírico alcanza significación en el entramado del poema y su discurso insular desde la tradición: Nadie espera por nosotros. Penélope nunca me conoció, no teje apenas. Los barcos se han deshecho. Yo, Odiseo, me entrego a Circe, a la visitación de los demonios. (2011: 84).

La poesía de Isván Álvarez (1976), posee un rasgo de continuidad sobre lo insular. Desde su primer libro, Algunas cosas ciertas (2006), hasta Desfiguraciones (2007), hay un salto desde el esbozo temático hasta la implicitez a los tópicos de la insularidad. La condensación de la memoria, el espacio para definir el país, la crítica a las barreras que la vida contemporánea nos impone y la emigración, el viaje, ese deseo de traspasar las fronteras, son algunas de las claves en este fragmento de su poema “XV”: Lluvia es país / donde mis barcos de niño / ensayan su partida. / Atraviesan un mundo sin aduanas, / vuelo a la era en que ya anfibio o pez / soñaba las orillas”. (2006: 49).

En su libro siguiente, Desfiguraciones, se encuentra lo que pudiera ser considerado su testimonio sobre la insularidad, sus palabras escritas en la arena por un poeta, porque la presencia de la Isla y sus referentes aparecen con carácter más explícito.

Definir la Isla se ha convertido para este y otros autores en una marca que los distinguirá en el amplio escenario de la poesía de una década. Buscan la forma para expresarse en los márgenes que una tierra impone, dentro de sus costas, en el olvido que padecen las criaturas de isla. Álvarez escribe en “Isla: estrambote en la mitad”: Una isla es la tierra donde el agua / reconstruye monótona un lindero. / Hasta dicho artilugio pasajero / trajo al hombre una rústica piragua. / Mas no puede salir, es prisionero / de la mar y la noria de los días. / En los ratos que no hace de vigía, / y no emplea ni el hacha ni el madero / se entretiene con una escribanía. / Desmenuza su espera con poemas / sobre el mar, las memorias y las penas. / En botellas envuelve los mensajes / y los deja marchar tras el oleaje. / De una isla de piel, de tierra o tiempo / todos hemos vivido los portentos. (2007: 33).

Desde su ópera prima, Cinema (1997), Marcelo Morales (1977) ha concebido un discurso poético donde se entrelaza la reflexión existencial y una anticipada sensibilidad por el hecho poético. En algunos de sus poemas aparece la ciudad, la música y la nostalgia, dentro de un potencial de insularidad tácita: Camino por Obispo, / están tocando rumba. / Nada de lo que veo es verdadero, / las cosas están hechas con la sustancia del tiempo. / Camino a través de esta breve luz, / lo duradero y lo efímero / se compactan en las formas. (1999: 54).

Aunque el poema está publicado un año antes del periodo de estudio, resulta muy expresivo que, para esa fecha, ya el autor haya delineado una preocupación por la vida político-social, que se convertirá en tópico recurrente en poemarios siguientes: Hoy Javier me han dicho ha cruzado la frontera. / Dentro tengo un esqueleto, una estructura. / Siento la resaca. / Ayer en una fiesta, / me acerqué a una muchacha que hacía malabares con antorchas; / yo tenía unas ganas enormes de besar a algo, a alguien. / Como las mariposas, fui en busca de una luz artificial. (2011: 93).

Es elocuente que en un corto fragmento esté presente la emigración, el cuestionamiento a la vida política-social y que ambos deriven en una confesión de soledad, de búsqueda del amor y del alejamiento inevitable de la Isla. Ello podría catalogarse como uno de los aportes, no solo de este poeta sino de la promoción a la que pertenece en el manejo temático de los textos.

El devenir poético de la década está marcado por la pluralidad de voces y de aproximaciones a la poesía desde una amplitud que sobresale con respecto a etapas anteriores. En la incorporación a ese devenir participa la escritura de Oscar Cruz (1979) con cuadernos como Los malos inquilinos (2008) y Las posesiones (2009). 

Una sección de Las posesiones marca una ruptura desde la estructura de poesía en prosa. Ruptura que también profundiza en un ambiente menos poético, más cercano a la crítica social: avanzamos a través de antiguas calles, mirando los suburbios, los techos de cinc, la noche que se cierne sobre el métrico paisaje. noche cerrada y corrompible, devastada noche que silente arrasa los cordajes vivos de la tierra. vamos hacia el fin o nos movemos sin saber a qué región, a qué desierta parte nos conducen estos pasos, estas letanías que compulsan hacia el mar, o tuercen su timón hacia los yertos, impertérritos páramos, donde el sol se descompone y da colores y el hombre que lo imita da gusanos. (2009: 41).

La experimentación en el aspecto formal será uno de los rasgos que distinguirá la carrera poética de Oscar Cruz, semejante en algunos sentidos a la de Legna Rodríguez, en quien nos detendremos más adelante. Interesado en romper los moldes de la poesía más clásica, Cruz ha sostenido un perfil de búsqueda creativa dentro del amplio panorama lírico de este decenio.

El recorrido de la luz sobre la tierra insular se extiende desde la poesía romántica y atraviesa la creación lírica de los “origenistas” hasta asentarse en nuevos planteamientos, inspirados en otras perspectivas de lo insular. Una de estas perspectivas puede ejemplificarse a través de los fragmentos seleccionados de Yannier H. Palao (1981). “Sitio en que la memoria se pierde” es una evocación del ser amado desde el mar, lugar donde ocurre el encuentro: Alguna vez te he mirado frente al mar, / alguna vez he compartido el reducido azul del mar, / con el infinito y limpio azul de tus ojos. (2003: 38).

Palao hace uso de frases cortas donde la potencia del poema ocurre por el grado de significación que estas ocupan: Mecido por el compromiso del mar, por el compromiso de una generación líquida, el líquido ha tatuado nuestras pieles (2009: 18). Las huellas de esas ondulaciones sobre los miembros de toda una generación son una especie de marca sobre la piel, como un tatuaje que portan los jóvenes cargados de símbolos, de surcos, de nombres…

Como escribe el poeta: No hay mar sin ahogados (2009: 18-19), porque la inmensidad de sus aguas consumen los cuerpos que la marea trae hasta su interior. Desde la agitación hasta el reposo se condensan los estados anímicos para realizar una invitación: Ven a la paz salobre de estas playas, en otro poema leemos El frío de la ciudad. / Regresar a la taza de café, / a la reja de hierro, / que divide el país de tu casa. (2009: 22). Esa reja es como el límite de Bárbara en el Jardín lírico de Dulce María Loynaz, todo sucede fuera de ese espacio vital que también está presente en Últimos días de una casa, poema de largo aliento que es la expresión de la soledad, el encierro y el testimonio del paso del tiempo por una casa que ya no existe, como la de Lina de Feria en Casa que no existía. Estas alusiones al hogar y a la ciudad suelen ser enmarcadas en el espacio insular, según se advierte en todos estos poetas citados.

En el año 2006, Yansy Sánchez (1981) se inicia en el ámbito literario con su libro Té para los bárbaros. En él la ciudad es considerada el centro de atención, y en esa alusión al espacio citadino social, cultural…, recrea una realidad inmediata. Esta línea discursiva acompañará el aliento de Maldita sea (2006), donde se incorpora la crítica a la marginalidad como forma de manifestar lo social en la Cuba actual. El poeta inevitablemente enmarca en el país natal su aproximación a temas universales que confluyen en lo insular: En el margen del país me han llamado marginal. Esto es un problema histórico o físico o de Dios, que trague la luz, y no pueda decir el tono que me define; sino la letra de carnet con que empieza la Noche, el No terrible y todos los marginales: mis amigos de poste que antes de mí también le hubieron despedido, fueron traídos al no-ser, y me advirtieron antes que me llamaran cosa ingrata o no confiable, que este era mi destino: tras la raya o el poste para esquivar la luz, o esconder mis cabezas en el fango. (2006: 63).

Véase como el poeta alude a lo grupal, a su propia promoción, y a la circunstancia en que vive, donde lo insular queda en la implicitez del lenguaje y de sus referentes.

Esas bifurcaciones son parte de las notables diferencias que acompañan los modos de concebir el hecho poético entre los más jóvenes. En su mayor parte, la creación de los poetas cubanos multigeneracionales que tratan el tema de la insularidad tiene una cercanía demasiado inmanente con la Isla y con el peso que la soporta. Es como el fiel de la balanza, nunca de un lado u otro, sino en eterno equilibrio.

Como se destaca en las palabras de contracubierta del poemario Querida lluvia, de Legna Rodríguez (1984): “Los diálogos de una adolescente con la lluvia, a la cual ofrece el papel de confesora de sus múltiples estados emocionales, sensoriales e intelectivos, son el pretexto sobre el que descansa Querida lluvia, un libro sobrecogedor por la paradoja visible entre la edad de la autora y la profundidad con que se enfrenta, desde una supuesta y terrible inocencia, a los dolores del crecimiento físico y espiritual”. (2002: s/p).

El diálogo que la autora sostiene con la lluvia, es una forma distinta de asumir la insularidad. El agua ha estado presente en una parte considerable de la lírica escrita en estas tierras, desde el canto al arroyo, al río, a una bahía, al mar… es la “maldita circunstancia del agua por todas partes”, para tomar el verso de Virgilio.

En una de esas confesiones, Legna escribe en “Querida lluvia”: El río también tiene sus propias acuarelas, sus propias estrellas deseadas. Mi río también tiene su propia artesanía, sus propios relojes, sus propios deseos estrellados. El río también fluye, también come pan con queso, también llega al mar y se funde. (2002: 47). La incorporación de lo paródico será una marca que distinguirá la obra literaria de esta escritora, en la cual lo insular se manifiesta en sus referentes: agua, río, mar…, los cuales como ya hemos visto son marcas identitarias y más concretamente de insularidad a lo largo de la poesía cubana desde el siglo XVIII.

Precisamente lo insular nos conduce a seguir sus huellas en Instalando me (2005), donde su poema “Intro” establece un (re)juego desde las relaciones que construyen la autora y la ciudad: Escribir sobre la ciudad / escribir bajo la ciudad / escribir desde la ciudad / escribir como la ciudad / escribir hasta la ciudad / escribir toda la ciudad / escribir aunque la ciudad / escribir para la ciudad / escribir contra la ciudad / pero / la ciudad. (2004: 9).

La ciudad puede ser un tema autónomo, por ejemplo en la poesía de César López o de Francisco de Oraá en generaciones precedentes, es también un motivo en el canto a la insularidad cubana.

Respecto a la cercanía a este asunto y la influencia que él determina en la obra de un escritor, la autora de Ciudad de pobres corazones revela: “Escribí este libro para la ciudad hace cinco años, cuando no era consciente de la ciudad ni de que estaba escribiendo un canto para ella. Ningún escritor se salva de ello. Si no tiene ciudad se la inventa, para luego cantarle alguna cosa, aunque sea una breve cancioncilla de cuna. Para luego, aunque sea, silbarle alguna cosa”. (2008: s/p).

Esa resonancia en las obras de los jóvenes es lo que convierte su lenguaje en un claro referente dentro de toda la vertiente insular de la poesía cubana; con ellos la tradición va a poseer un carácter dialogico con la demarcación insular, los bordes marinos marcan las pautas entre las cuales moverse. La Isla es dueña también de misterios y temas diversos que la significan en la medida que la fundamentan.

Esta promoción (2000-2010) rompe con ciertos cánones que caracterizaban la creación en el periodo, las reformulaciones de lo insular van a marcar otros caminos para los poetas de esta década, van a situar la imagen poética en otra dimensión, si no divergente, sutilmente diferenciada a la de las promociones anteriores, por lo cual van a proyectar una independencia de cierto estilo (conversacional o barroco) que ellos mismo destronan. En ellos advertimos la réplica temática, la parodia (verla en relación con La isla en peso de Piñera), la ironía, la revisión de la épica, e incluso la aparición de un discurso gay, ya alejado del tema que nos ocupa. Todo ello tiene anclaje insular, de cubanía, por lo que son de interés en nuestro estudio. Esta generación asume, en ocasiones, la insularidad como un efecto negativo sobre las criaturas de isla, pero más bien predomina el canto a veces con dimensiones patrióticas, como ya hemos visto y hasta cierto goce del ser isleño.Nota: La obra de los diez jóvenes poetas fue parte de un estudio sobre los “Antecedentes poéticos y desarrollo de los tópicos de la insularidad en la joven poesía cubana. Diez visiones de la isla (2000-2010)”. En el amplio diapasón poético de esta etapa se seleccionaron los escritores referidos, en el fututo valdría la pena encauzar otros acercamientos con intención más totalizadora al respecto. Por ahora, este texto sirve de apertura a una década marcada por el sentimiento insular y su huella en la joven poesía cubana. 

Bibliografía:

  1. Álvarez, I.: En la madera del viento (Letras Cubanas, 2005); Algunas cosas ciertas (Sed de Belleza, 2006) y Desfiguraciones (Casa Editora Abril, 2007).
  2. Cruz, O.: Los malos inquilinos (Ediciones Unión, 2007) y Las posesiones (Letras Cubanas, 2010).
  3. González, I.: La insoportable liviandad del ser o manual para cazar un homo sapiens (Luminaria, 2008) y Los güijes del arco iris (Gente Nueva, 2008).
  4. Hechavarría, Y.: Sombras del solo (Ediciones Holguín, 2005); Peces en bolsas de nylon (Ediciones Ávila, 2009) y Música de fondo (Ediciones La Luz, 2010).
  5. Morales, M.: El Círculo mágico (Letras Cubanas, 2007); El mundo como objeto (Ediciones Unión, 2007) y Materia (Ediciones Unión, 2009).
  6. Pérez, L.: Números del escombro (Ediciones Matanzas, 2002); Hendiduras (Ediciones Aldabón, 2005), Tallador de ruidos (Reina del Mar Editores, 2005), Transiciones (Ediciones Loynaz, 2006) y Corrientes coloniales (Casa Editora Abril, 2007).
  7. Quincoses, L.: Los territorios de la muerte (Letras Cubanas, 2002); Poemas en el último sendero (Casa Editora Abril, 2003) y El libro de la espera (Ediciones Luminaria, 2008).
  8. Rodríguez, L.: Querida lluvia (Ediciones Ácana, 2002); Zapatos para no volver (Ediciones Ávila, 2004); Instalando me (Ediciones Ácana, 2005) y Ciudad de pobres corazones (Ediciones Ácana, 2008).
  9. Sánchez, Y.: Maldita sea (Letras Cubanas, 2006); Té para los bárbaros (Ediciones Santiago, 2006) y Las señales del escriba (Ediciones Áncoras, 2007).  
  10. Yuseff, L.: El traidor a las palomas (Ediciones Holguín, 2002); Golpear las ventanas (Letras Cubanas, 2004); Vals de los cuerpos cortados (Ediciones Holguín, 2004); Salón de última espera (Casa Editora Abril, 2007); Los silencios profundos (Ediciones Holguín, 2009); La rosa en su jaula (Editorial Oriente, 2010) y Los frutos de Taormina (Ediciones Matanzas, 2010).
  11. Aranda, V.: Lenguas de marabú. Poesía cubana del siglo XXI (Editorial Polibea, 2018), Madrid.
  12. Mónica, L.: Distintos modos de evitar a un poeta: poesía cubana del siglo XXI (El Quirófano Ediciones, 2012), Guayaquil.  
  13. Yuseff, L. y Yannier H. Palao (comp.): La isla en peso. Cien poetas cubanos (Ediciones La Luz, 2011).