Consuelo Ramírez siente una especial predilección por O. Henry, escritor norteamericano de finales del XIX y comienzos del XX, cuyo nombre real fue William Sydney Porter, quien definió su narrativa por el profundo sentido humanista, un exquisito diseño de los personajes y finales sorprendentes.

En 2020 la directora llevó a la televisión el cuento de O. Henry “Regalo de reyes”, en la versión titulada Regalo de enamorados. El próximo 15 de julio estrenará en pequeña pantalla otra narración del autor: La última hoja.

Ramírez ubicó la historia en España, durante la pandemia de COVID. La intención del audiovisual es resaltar el valor de la amistad en los seres humanos, y la forma en que el arte puede recorrer caminos impredecibles.

“Respetamos la esencia del original. A pesar de que cambiamos la época y el lugar, conservamos estos mensajes con los que nos sentimos identificados”, contó Ramírez.

“El conflicto gira en torno al enfrentamiento de una enfermedad grave, el temor a la muerte y la forma en que un médico puede tomar decisiones que van más allá de la ciencia”.

La creadora reveló detalles del dramatizado que se trasmitirá en el espacio televisivo El cuento, a través del canal Cubavisión: “El conflicto gira en torno al enfrentamiento de una enfermedad grave, el miedo a la muerte y la forma en que un médico puede tomar decisiones que van más allá de la ciencia”.

¿A partir de que fuentes o experiencias personales desarrolló las ideas de O. Henry?

Después de estudiar el cuento y la psicología de sus personajes, hice una primera versión en la que solo cambié época y país. Cuando la actriz y escritora Irina Davidenko leyó el borrador, me sugirió que ubicara la historia en el período de la COVID.

Ella conocía la dificultad que suponía para mi tratar ese contexto, pues perdí a mi hermano a causa de la pandemia, pero me atreví e hice la segunda versión. Fue muy doloroso escribir determinadas escenas, entre ellas, la de evadir la prueba de COVID, o la de los rezos desesperados de uno de los personajes, la cual concebí mientras caminaba por los alrededores del hospital donde falleció mi hermano.

“Ninguna tarea puede ser asumida de manera superficial. Lo bien hecho no se nota, pero nos sumerge en la magia”. 

¿De qué otras maneras transcodificó el lenguaje literario al audiovisual?

Quisimos marcar el contraste entre los colores de la vida plena, y la amenaza de la muerte, e incorporar sonidos que sugirieran la sucesión de los fallecimientos de ese periodo.

Confié la música a Joel Domínguez y fue algo tremendo. Cuando terminó de ver el primer corte escribió sin pausa un poema, que se convirtió en canción. La interpretación es de Mónica Mesa, quien impregnó fuertes sentimientos al tema musical.

¿Contó con asesoría especializada?

Nos acompañó una enfermera que estuvo en zona roja durante la COVID. Una mujer fuerte, de mucha entereza, exigente con los detalles médicos, la cual también colaboró en la figuración. Sus vivencias y destrezas profesionales contribuyeron a la veracidad que buscábamos.

¿Cómo fue el trabajo con las especialidades?

Siempre intento que todas las especialidades converjan en un mismo sentido: emocionar al espectador. Creo en el arte que mueve sentimientos, y eso se logra cuando el equipo entiende para qué estamos contando la historia y siente el alma de los personajes.

Ninguna tarea puede ser asumida de manera superficial. Lo bien hecho no se nota, pero nos sumerge en la magia. El espectador percibe lo deficiente por simple que sea, lo cuestiona, y ese cuestionamiento lo distancia de la obra. Por eso debemos lograr que absolutamente todo resulte creíble, verosímil.      

Momento del rodaje del audiovisual.

Consuelo Ramírez resalta la contribución de sus colaboradores, a los que cataloga como cómplices, seres muy queridos a los que agradece y valora. Con ellos entabla largas conversaciones telefónicas para desmenuzar ideas y propuestas; motivan la libertad que siente para volcarse en cuerpo y alma en el proceso creativo.

¿Quiénes la secundaron en fotografía, banda sonora y producción?

La fotografía descansó sobre los hombros del octogenario José Manuel (Pepe) Riera, el cual se motiva con el desenfado de un niño y experimenta con la osadía de un recién graduado. Cuenta con la pericia de los camarógrafos que adoran trabajar con él y el apoyo incondicional de los especialistas de luces.

La banda sonora estuvo a cargo de Alioska Morejón, por la fineza y buen gusto en la música y el estudio minucioso de cada escena y personaje. Trabajó junto a Ruffo de Armas, quien también aportó su experiencia.

Todo se hace más fácil con una asistente de dirección como Aida Reyes, que está al tanto de todo, con el don de ver y prever, de tener los pies en la tierra por ella y por mí.

Mildred Gallego, productora general, es una maga capaz de confabular corazones y buscar ayuda, en una manera muy suya de complementar el presupuesto a través de la solidaridad. Es de las personas que echan pie en tierra por una obra.

Parte del equipo de realización junto a las actrices Chabely Díaz y Cinthia Paredes.

¿Puede mencionar a las principales figuras del elenco y sus propósitos con respecto a los personajes?

Las cuatro caracterizaciones principales están muy bien delineadas por O. Henry. Los personajes son símbolos, y teníamos que defender sus significados. Los actores entendieron y se identificaron tanto con la historia, que mi rol como directora fue dar absoluta libertad y vibrar junto a ellos.

Protagonizan la obra Chabely Díaz y Cinthia Paredes. Los coprotagónicos son: Carlos Solar, quien interpreta un médico muy humano, símbolo de quienes estuvieron en la zona roja, y Joel Angelino, el artista “frustrado”, el ser humano solidario por excelencia.

¿En qué locaciones se desarrolla la acción?

Las locaciones debían remitirnos a España, un país que todos conocemos bastante a través del cine, las fotografías, las anécdotas. No quiero revelar dónde logramos esa fantasía, pero sí quiero resaltar la colaboración exquisita que tuvimos para lograr nuestro propósito.

“Con La última hoja, Consuelo Ramírez enfatiza en la capacidad inmensa de solidaridad que tenemos como especie…”

Grabar en exteriores genera mucha tensión, porque cuando crees que lo tienes todo listo irrumpe un sonido inapropiado. Casi al final de las grabaciones, cuando preparábamos la escena más conmovedora, comenzó una fiesta con la música en el tope de los decibeles. Los vecinos colaboraron, y se hizo la larga y difícil escena sin interrupciones.

Las adaptaciones audiovisuales de obras literarias dejan de ser efímeras copias si logran convertirse en reinterpretaciones críticas, exponen nuevas tensiones creativas, y actualizan la relevancia del texto original.

Con La última hoja, Consuelo Ramírez enfatiza en la capacidad inmensa de solidaridad que tenemos como especie, algo que debemos potenciar cada día, hasta en las más cotidianas circunstancias.

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