Creo que es como la cuarta ocasión, desde su estreno en este mismo teatro Karl Marx, que me quedo muy conmovido por la original puesta en escena de la obra La cenicienta según Los Beatles por el grupo teatral La Colmenita. Alguien pudiera pensar que eso me pasa porque he sido un fiel seguidor de la obra del famoso grupo británico desde sus comienzos allá por los años sesenta del pasado siglo y, por lo tanto, me embriaga la nostalgia.
Eso es verdad. Generaciones de cubanos hemos crecido con su música, regodeados por los fuertes vientos de ese tornado cultural que no entiende de épocas ni de fronteras geográficas. Pero esta emoción también me llega como resultado de algo más.
He sido testigo, otra vez, del preciado ángel que acompaña a Tin Cremata como director de La Colmenita para comunicarse con los niños de diversas edades, pedirle lo que cada uno de ellos tiene que hacer en cada escena y poder sorprendernos con la coherencia propia de actores profesionales, cuando en realidad, están jugando.

Sin embargo, todavía presiento otras razones que nos dejan profundamente afectados por las esencias de esta obra teatral. Es que cada sonrisa, cada carcajada provocada por momentos francamente hilarantes del guion, estaba inmediatamente acompañada de mis lágrimas por la suerte de los niños en la Franja de Gaza.
No puedo aceptar que vivamos en un mundo donde al mismo tiempo que se habla de los fantásticos avances que traerá la aplicación de la Inteligencia Artificial para nuestras vidas, seamos esos mismos seres humanos los que le permitimos a un gobierno que proceda impunemente al aniquilamiento del pueblo palestino, de sus mujeres y de sus niños, infantes que, si todavía muchos de ellos no han perecido, están mutilados o ya se encuentran huérfanos.

A pesar del ambiente festivo en el acogedor teatro capitalino, repleto de madres, padres, tíos o abuelos acompañando a los más pequeños de la casa, no podía olvidarme del sufrimiento de aquellos niños en Gaza, víctimas de un premeditado genocidio.
Y fue entonces cuando comprendí que con esta simpática y ocurrente apropiación de la música de Los Beatles por Tin Cremata para sus muchachos de La Colmenita se nos ha confirmado una vez más el mensaje de amor que siempre ha estado presente en la obra de los chicos de Liverpool, pero que en estos momentos lo recibimos exponencialmente como todo el amor que le tenemos a nuestras niñas y niños, felicidad que estaríamos dispuestos a defender hasta con las uñas, cuando se nos agoten las balas.


GRACIAS Guille,hay cosas que quitan el sueño.
Impresionante y verdaderas palabras de ese artículo. Es bien triste lo que viven los niños durante esa guerra genocida y La Colmenita es una obra que lleva amor y paz a la humanidad. Y también se que por la felicidad de nuestros niños somos capaces de defenderlos con uñas y dientes si fuera necesario.Los niños son la Esperanza del Mundo