En ciclos que no pasan de un mes, encontramos subidas de precios en establecimientos privados que especulan a su albedrío con productos importantes para nuestra alimentación, e incluso se rompen las barreras de lo establecido en aquellos cuyos precios han sido topados. Por si no fuera suficiente, hacen maravillas con el tema del pago por transferencias, ya sea negándose aceptarlo, ya sea aceptándolo solo en determinados horarios, o estableciendo arbitrarias restricciones a la cantidad de dinero que podemos usar para la compra. Los transportistas privados suben arbitrariamente sus precios y reaccionan con violencia, ofensas y amenazas, si uno se atreve a reclamarle lo que la ley establece. He visto pocas, muy pocas reacciones contra estas abusivas actitudes, más allá de algún que otro comentario y casi siempre signatarias del handicap que culpa al gobierno por no tener el transporte suficiente o por no contar con los productos necesarios para llevarlos a precios accesibles.
Seguimos exigiendo paquetes de subsidio a los proyectos estatales y aceptamos sin crítica la especulación abusiva en el privado y los particulares. Nuestros comercios están repletos de productos que han sido acaparados para revenderlos a precios exorbitantes, muy superiores a las posibilidades de cualquier salario. Y ocurre todo natural, tranquilamente, sin que se exalten las tribus de opinión ni se escandalicen las redes por las que se opina de todo lo humano y lo divino sin conmiseración alguna.
De pronto es Etecsa el blanco de un nuevo pecado capital: ha cambiado tarifas y ha subido precios, por supuesto, buscando recapitalizar su empresa. Al parecer se le reprocha más la insuficiente estrategia de comunicación y propaganda que la medida en sí, a menos que ese reprochante sea un ente más de propaganda espuria.
“Seguimos exigiendo paquetes de subsidio a los proyectos estatales y aceptamos sin crítica la especulación abusiva en el privado y los particulares”.
Tengamos en cuenta, por ejemplo, que aquellos que solo podían adquirir un paquete modesto ─la mayoría, es decir, a la que se pretende defender con la reacción─, mejoran en sus posibilidades con las nuevas opciones. Cierta correspondencia se aprecia además entre el tránsito de una tarifa a otra ─la que ha dado escándalo─, y el tránsito diferencial de consumo general de los datos de internet. Una tarifa en cierta medida progresiva, aunque su salto sea brusco, en efecto. ¿No es este el principio del pago del impuesto?
Si solo un 30% de los usuarios de los servicios de conexión de Etecsa consume más de 10 GB, ¿no es minoritario el sector de más alta demanda, como minoritario es el de más alto poder adquisitivo?
Si alrededor de la mitad de los usuarios ─poco más del 50% del total─, consume menos de 6 GB, la cifra tope de Etecsa, no indica que se ha pensado en la mayoría a la hora de establecer las diferencias?
Con la cínica intensidad que han alcanzado las medidas de acoso genocida del bloqueo estadounidense, no hay por qué avergonzarse de reconocer que son desesperadas las medidas que se toman. Son, sin embargo, mucho, pero mucho menos injustas que las causas que penden sobre ellas. Y también, de paso digo, notablemente menos injustas que las que a diario recibimos de la especulación privada.
Al perder casi la totalidad de los ingresos desde el exterior, como consecuencia de la especulación generada por las bajas tarifas en CUP, Etecsa necesita, sí o sí, recapitalizarse.
Tampoco veo reacciones de campaña contra los pillos que han naturalizado su estrategia de clonar las ofertas en USD de Etecsa para convertirlas en saldo en CUP, con tarifas cercanas al cambio informal del dólar, mientras la empresa lo hace al cambio oficial: 1×24. Más que pillaje, hay delincuencia, y no es muy ético aceptarlo, ¿o sí?
“Le urge a Etecsa, lo mismo que al país y a la Revolución, retener los pocos proveedores externos que han soportado las presiones del bloqueo y que esperan, en legítimo uso del derecho de contrato, que se salden sus cuentas por pagar”.
Creo que el contexto más adecuado al que aluden algunos es una entelequia que ningún analista puede valorar como posible. Le urge a Etecsa, lo mismo que al país y a la Revolución, retener los pocos proveedores externos que han soportado las presiones del bloqueo y que esperan, en legítimo uso del derecho de contrato, que se salden sus cuentas por pagar. Por tanto, y pensando justamente desde la sociología política, y desde la necesidad que tenemos de no tirar por el tragante el socialismo, más que desesperadas, estas medidas son imprescindibles. Creo que es además hipócrita no advertir la diferencia entre este paquete de subidas y la especulación indolente a la que poco o nada le decimos.
Si hay matices en algún interior ─o exterior─ de estas medidas, es también cosa de bregar en la lucha, de no soltar el remo que nos toca, tan solo para estar a tono con la moda de escándalo.