De la naturaleza de las emociones y la falacia del cardumen
10/5/2018
Confieso mi tardío descubrimiento de la Declaración “Palabras del cardumen”, supuestamente emitida por jóvenes realizadores. Digo supuestamente porque detallan como necesidad lo que se ha debatido a otras edades y en otros escenarios y son bastante precisos a la hora de reclamar lo que no logró consenso en las negociaciones, ni institucionales ni en la perspectiva intelectual que sobrepasaba al estrecho grupo demandante. Se hacía, por cierto, desde el enclave de la pertenencia a una Organización como la UNEAC, que ha dejado bien clara su postura respecto al tema referente en el contexto inmediato.
Descubrí la Declaración por carambola, concretamente, a través del texto que publicara Arturo Arango en OnCuba Magazine cuatro días después. Declara Arango su emoción ante el texto y glosa la sensación de otro crítico de cine: Juan Antonio García Borrero.
¿Puede un texto tan absolutista y pretencioso, tan falaz en sus evidentes paradojas, emocionar a un receptor desprejuiciado? Por supuesto que sí, sobre todo si el ámbito de codificación del receptor comparte la base falaz del emisor y desconoce el padecer de las víctimas del absolutismo.
El guión, pongamos que natural y emocionado, lleva a la glosa, o a la incondicional aceptación, como si de una iluminación religiosa se tratara. Mi lectura, reitero que tardía, de la Declaración, confirma las ideas que han circundado a la polémica, de la que he sido parte, y hasta víctima, amenazada y difamada. Aun así vuelvo al espacio público con mis criterios, alarmado no tanto por el manifiesto, que solo cambia de género para envolver su paquete ideológico, sino por el eco de quienes lo apoyan, al parecer más entrenados en la naturaleza de los pólipos que en la verdadera acción (natural) de los cardúmenes.
Para ser inclusivos, me digo, intentando dar mi (otra) perspectiva de la glosa, es necesario, primordial y pleonásticamente, ser inclusivo, o sea, no desoír la voz de quienes no comparten tus puntos de vistas, ni éticos, ni morales, ni artísticos, ni políticos. Habría que demostrar, desde el espectro social general, que esas propuestas no son una construcción gremial estrecha, de fractura oportunista, que intenta la suplantación del estatuto general que permite el diálogo entre los creadores y las instituciones. Estos firmantes, y sus entusiastas tembas de emocional apoyatura, dan fe una vez más y desde el propio texto, que van a obviar toda opinión que no se pliegue, dócil y totalitariamente, por cierto, a sus presupuestos ideológicos. Se demostró que no hubo censura con la muestra joven, y que los filmes supuestamente censurados fueron exhibidos en diferentes circuitos, y sin embargo parten de la propia falacia desmentida.
Para ser inclusivos, y no excluir de esa propuesta a los revolucionarios de la revolución cubana, como Alfredo Guevara, o las bases del Nuevo Cine Latinoamericano, hay que tener en cuenta el antimperialismo raigal que los constituía, heredero del antimperialismo martiano que intentan presentar, siquiera representativamente, como una expresión anquilosada y alejada de la complejidad del contexto actual. Para atender a las complejas circunstancias de la Cuba de hoy, y de toda la historia de su revolución, hay que partir de una ley extraterritorial bastante anterior a la idea de la Ley de Cine: la del bloqueo estadounidense, condenada abrumadoramente año tras año en la Asamblea de la ONU y ni siquiera aludida por los declarantes.
¿Es eso retórica, “valores e idearios desgastados, desconectados del complejo contexto en que nos ha tocado vivir”, o es un hecho hegemónico que incide directa y fundamentalmente en esa misma realidad que nos toca vivir? ¿Pierdo el derecho a cuestionar la conducta ética de quienes sonsacan el financiamiento de erogaciones injerencistas que violan incluso las normas del Derecho internacional y la Carta de las Naciones? El cúmulo de reacciones a base de epíteto descalificador y de ignorancia supina revela hasta qué punto eso que de inclusividad se disfraza parte de un totalitarismo de consenso cerrado que usurpa casi con descaro —y hasta anquilosamiento y abulia, cómo no— el espectro ideológico de nuestras propias instituciones.
Habría que demostrar, de paso, que las formas creativas que estos creadores anuncian son verdaderamente nuevas y que contienen al menos cierta capacidad de renovar los códigos de recepción que pretenden dominar como emisores. El nulo impacto de la Muestra Joven en nuestro receptor masivo, e incluso en el receptor adjunto al sector cultural y profesional, indica con claridad que el llamado a agenciarse la valoración masiva es justamente eso, una nulidad construida en la pequeña cocina de los ideólogos que buscan suplantar el carácter universal de la institucionalidad cubana.
Para asumir que no es posible la difamación, habría que partir de no ejercerla, como se difama, por antonomasia, al ICAIC al considerarlo censor, o como han hecho, sin el más mínimo respeto por la obra y trayectoria de otros críticos e intelectuales que manifestamos públicamente nuestro criterio, obviamente en desacuerdo con el que asumiera esa fracción del gremio de un modo bastante absolutista, amenazante y antiético, por cierto. Y difama, sencilla y llanamente, esa declaración cuando califica de “campaña de descrédito” las opiniones vertidas en el espacio público por personas que no carecemos de trayectoria intelectual, y crítica, demostrada con obra y con criterio propio.
Acaso obnubilado por la repentina emoción, Arango ve en esta declaración un “acto de madurez” y no percibe sus evidentes zonas de vacío, sus —más no faltaba— absolutismos y abusos ni, menos aún, su mal intencionada tergiversación acerca del financiamiento educacional que el Estado cubano ha mantenido aun en las más duras crisis. Es como si esos altos gastos, superiores en cifras al resto de los que los declarantes citan, y a la vez minimizados por el propio texto que tan emocionante le resulta, se dieran en la sociedad global con la misma naturaleza con que el cardumen sirve de alimento en los mares a los depredadores. ¿A cuál naturaleza de cuál cardumen se refiere el narrador, guionista y crítico? ¿Solo pesca, como uno más de los depredadores, en la mancha uniforme, monótona, indefensa, de pequeños y nunca singulares peces del cardumen?
Juan Antonio García Borrero, por su parte, al reproducir la Declaración en su blog, declara entusiasmado que lo apoya “con las dos manos en alto”, asumiendo que se trata de un acto análogo al de los jóvenes realizadores de inicios de la revolución triunfante que lideraba Alfredo Guevara.
Ojalá esas dos manos que él alza emocionado (no hay que dudar, insisto, de que determinadas falacias te emocionen) no se transformen en las dos manos que se alzan porque la boca de un arma apunta al cuerpo sorprendido. No sé si las investigaciones acerca del Mayo francés dicen algo a nuestros emocionales entusiastas, o si, como los declarantes del Cardumen, solo se quedan con su visión excluyente que de colectividad pretende disfrazarse. Por mi parte, e imaginando que en un futuro se consumara el triunfo absoluto de sus absolutas peticiones, me veo, como defensor de ideas que los contradicen, con las dos manos levantadas y camino a prisión delante de la boca del arma, es decir, condenado sin juicio a perpetuo ostracismo, y eso, en el mejor de los casos.
Leyendo éste artículo del excelente escritor, narrador, ensayista y sociólogo Jorge Ángel Hernández Pérez, me permito reflexionar acerca de tan importante tema y considero que la Declaración “Palabras del cardumen”, orquestada por un pequeño grupo de jóvenes realizadores, constituye una estrategia de descrédito a la institución revolucionaria, que históricamente ha promovido un cine crítico y creativo por encima de un cine vulgar y superficial como el de la industria del entretenimiento.
Consultado el Diccionario de la Real Academia Española identifico que:
Cardumen
Del port. y gall. cardume.
1. m. banco (‖ conjunto de peces).
2. m. Ur. Multitud y abundancia de cosas.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados.
Un cardumen, también llamado banco de peces, es un conjunto de peces similares, no necesariamente de especies comerciales, como atún o sardina. Y puede no ser tampoco específica a una especie. Se reserva el término “banco” para grupos de la misma especie, nadando en una alta sincronización y de manera polarizada.
Entonces, no comprendo cómo suelen llamarse así, cuando muchos viven del cine, son empleados del ICAIC, se han criado y formado profesionalmente de manera gratuita gracias a la Revolución cubana, y gracias a ello también hoy pueden demostrar sus conocimientos y habilidades en cada unas de sus muestras presentadas en uno u otro evento.
A caso no saben que Alfredo Guevara, fue un defensor del cine revolucionario y sobre todas las cosas fue siempre fidelista, martiano y no aceptó tratos con entidades injerencistas ni financiamiento de las de las compañías que los representaban.
Aquí los invito a leer estos artículos:
“Fundar es nuestra tarea”, palabras de Alfredo Guevara al recibir Honoris Causa
http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/10/21/fundar-es-nuestra-tarea-palabras-de-alfredo-guevara-al-recibir-honoris-causa/#.WvdRVvUVgdU
Es fundamental restablecer verdades, criterios y matices siempre ocultados
http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/05/15/es-fundamental-restablecer-verdades-criterios-y-matices-siempre-ocultados-mensaje-de-alfredo-guevara-presidente-del-festival-internacional-del-nuevo-cine-latinoamericano/#.WvdRpfUVgdU
Pero considero de muy interesantes las palabras de Bárbara Betancourt Martínez, Directora de Programas Culturales del Ministerio de Cultura, acerca de “Palabras del Cardumen. Declaración de Jóvenes Cineastas Cubanos”, texto que apareció en las revista OnCuba, el pasado 7 de mayo.
¿Diálogo o algarabía?
La Jiribilla • Cuba
lajiribilla@lajiribilla.cu
https://www.lajiribilla.cu/articulo/dialogo-o-algarabia
Y ¿Por qué, NO, interiorizan acerca del contenido de la Declaración de la Presidencia de la UNEAC y la Dirección de la Asociación Hermanos Saíz ?.
Rechazamos cualquier intento de entorpecer o manipular la gestión institucional
Presidencia de la UNEAC y Dirección de la Asociación Hermanos Saiz • Cuba
https://www.lajiribilla.cu/articulo/rechazamos-cualquier-intento-de-entorpecer-o-manipular-la-gestion-institucional
En fin no son la mayoría, son la minoría y como dijera Jorge Ángel y usando las propias palabras del autor digo: … “Por mi parte, e imaginando que en un futuro se consumara el triunfo absoluto de sus absolutas peticiones, me veo, como defensora de ideas que los contradicen, con las dos manos levantadas y camino a prisión delante de la boca del arma, es decir, condenado sin juicio a perpetuo ostracismo, y eso, en el mejor de los casos”…
Es increíble leer este tipo de texto. Intentando una y otra vez desacreditar lo que no “entiende” o mejor dicho lo que no les conviene entender. La declaración fue elaborada por un grupo de cineastas jóvenes de hoy. Por tanto sus reclamos son los de esta época. La que les ha tocado vivir. Tanto Arturo como Juan Antonio están en todo su derecho de aclamarla como ellos entiendan. No están ni insultando, ni ofendiendo a nadie. Ni tampoco los cineastas. La declaración del CARDUMEN tiene hasta la fecha 155 firmas, invito a La Jiribilla a que la lea. Con relación a Dean Luis continúan atacándolo y los que escriben sobre el tema insisten en que lo desmienten. Jorge Ángel cree estar denunciando algo nuevo, cuando la respuesta que dio Benigno Iglesia a Alexis Triana al respecto de los estrenos de las películas cubanas, confirman el de Dean, quién fue el primero en denunciar que esas películas solo son exhibidas en los festivales de cine y en las muestras. Simplemente no tienen un espacio en la programación de cines en Cuba. Mucho cuidado con lo que siguen escribiendo, muchas personas no leen entre líneas.
Pues sí, esos jóvenes cineastas con su declaración están haciendo cultura en defensa de la Revolución cubana. Aunque muchos no lo consideren.
Sinceramente, Iracema, no entiendo por qué supones que no me convendría entender lo que dice el texto de la Declaración, así como los de los entusiastas tembas de apoyo. ¿Por qué no tengo derecho a mi propia interpretación y al respeto a mis criterios? ¿Por qué consideras superior el derecho de otros al mío propio? ¿Por qué es increíble el texto que por propia cabeza escribo y publico? ¿Cómo manejas la paradoja de la pluralidad de opiniones en ese caso? ¿Debemos estar obligatoriamente de acuerdo con lo que dicen esos jóvenes firmantes que se abrogan el absolutismo de la juventud cubana creadora? Lo que dice el artículo de Triana demuestra que no fueron censurados los filmes y, en todo caso, pasaron a circuitos que la institución determinó, de acuerdo con el valor que pudo concederle. Hasta ahora, estamos acostumbrados a que los propios autores valoren su propia obra y que sea solo la crítica cómplice y hasta adulatoria la que se propague. ¿Cómo es que no hacen un listadito de las agresiones recibidas por los críticos y funcionarios que se han atrevido a criticar ciertas obras?
Por cierto, y para darle otra vuelta de tuerca al manifiesto cardúmenico, la cifra de firmas que citas, suponiendo que sean todas auténticas y de jóvenes creadores, no te dan ni para el 2% del total, por lo que me parece bastante esmirriado el crédito participativo. ¿No valen las firmas de los asociados de la Hermanos Saíz? ¿Cuántos son, Iracema, si a la cuenta llegas? Mira que ya los que han compartido este mismo texto superan esa cifra en mucho menos tiempo.
Y hablando de derechos, te dejo una cita que no desaparece aun del proyecto revolucionario: dentro de la revolución, todo, contra la revolución, ningún derecho.
Para cerrar esta respuesta, y como seguimos en el ámbito de las no tan sutiles sutilezas por no entender bien lo expresado, pregunto, ¿es una amenaza –una más– esa de advertir tener “mucho cuidado” con lo que sigo escribiendo? ¿Qué pensarán los que leen, y los que no, entrelíneas, camarada Iracema?
Escuda García Borrero su no-respuesta en frases indirectas como “en la Cuba del futuro que me gusta imaginar viviremos alguna vez, ha de manifestarse como algo natural el desacuerdo civilizado”, (de modo que mi desacuerdo, por el hecho de serlo, no le parece civilizado); “ensalzarme en un debate a partir de lo expuesto en ese comentario puntual, arrojaría una densa cortina de humo sobre las cuestiones esenciales de las que habla la Declaración” (el objetivo está claro: magnificar los puntos sectarios de la Declaración como opinión mayoritaria, convertir el fraccionamiento gremial en presupuesto total); “si mañana alguien se siente animado a conversar (no a imponerme sus prejuicios)” (una vez más: si vierto mi opinión, contraria a la suya y aunque civilizadamente, soy un prejuiciado, no alguien que discrepa, curiosamente, de lo que él mismo lanzó al ciberespacio); “la intolerancia de quienes ya creen saberlo todo” (huelga comentarlo, solo decir que contradice claramente lo de no tolerar insultos ni linchamientos a quienes piensen diferente, o sea, le parece de lo más civilizado decirme que me creo saberlo todo); “me interesa la complicidad de quienes, si de veras quieren ayudar a que el sistema institucional cubano se fortalezca, sean capaces de ver las luces y las sombras de ese conjunto de instituciones que yo también quiero, y dejando a un lado la retórica estridente, ayuden a reconstruir en la práctica (no en Internet) todo lo que merece ser reconstruido” (cuestionamiento de “si de veras” se quiere ayudar al sistema institucional, llamado a una práctica que no es “en Internet” y, por tanto, no es ni la crítica ni la emisión de la opinión propia y una vez más la tan civilizada acotación de “retórica estridente”)
En fin, que la idea de diálogo no se basa en el diálogo, sino en la sumisión de los interlocutores que opinen diferente, y si nos duele el sado, pues cambiemos de punto de vista. Si a ciertas minorías les gusta, hay que considerarlos de gusto general.
Yo soy miembro de esa organizacion a nombre de la cual se hace una declaracion y nunca me consultaron para saber si estaba o no de acuerdo con sus términos. Porque no lo estoy. Y no soy menos joven creador de vanguardia que quienes la escriben y/o firman, si es que son tantos como aquí afirma Hernández Pérez.