Dra. Ana Teresa Badía, analista internacional y periodista de Radio Rebelde
28/3/2017
Lo primero que hay que tener en cuenta es que lo que acontece en Ecuador no puede verse aislado del contexto internacional, caracterizado por el auge de políticas derechistas; pensemos en Europa, por ejemplo, con la consolidación en muchos de sus países de posiciones para partidos ultraderechistas, pensemos en la llegada al poder en Estados Unidos de Donald Trump. Desde esos casos podemos hablar de una especie de reconfiguración de las fuerzas derechistas y conservadoras a nivel internacional.
A esa tendencia no escapa América Latina, región en la cual durante los últimos tiempos se reciben esos influjos. Ha habido fracasos para algunos de los gobiernos progresistas y de izquierda: golpe de estado en Brasil, llegada al poder de Mauricio Macri en Argentina, ascenso de la rancia oposición venezolana en la Asamblea Nacional, y el fracaso del refrendo de Bolivia. En ese contexto, las elecciones en Ecuador son decisivas para América Latina.
En Ecuador se miden dos modelos: el ya gastado del banquero Guillermo Lasso y el de continuidad de la Revolución Ciudadana de Lenín Moreno. Son dos caminos completamente opuestos: Lasso representa a una clase política que nunca pudo concluir un gobierno porque era sacada del poder por los ciudadanos; Moreno sería la continuidad de la Revolución Ciudadana de Rafael Correa.
Lasso, desde mi punto de vista, es un candidato que genera polémica y rechazo en muchos sectores del país.
Con vistas a esta segunda vuelta puede decirse que se ha visto una campaña más centrada y proactiva por parte de Alianza País, incluso si se le compara con la labor político-comunicacional que hizo esa formación para la primera vuelta. En estas últimas semanas llegaron propuestas más concretas relacionadas con temas como la vivienda, la generación de empleos y los programas sociales en general.
Ganará aquel que sepa conquistar mejor el voto de las bases, el voto de cada ecuatoriano.
Va a ser una elección reñida. Incluso será decisivo el propio día de las votaciones para que cada partido continúe conquistando votos. A veces, esa jornada se descuida y los partidos se dejan arrastrar por la confianza. Ha de recordarse que los indecisos pueden cambiar de opinión en el momento en que estén en las urnas, y algunos de los que votaron nulo o blanco en primera vuelta, pueden cambiar su decisión también en ese mismo momento.
Para valorar el papel de los medios, habría que partir recordando que Ecuador se caracteriza, como América Latina, por una concentración en la propiedad de sus industrias culturales. La mayoría, por demás, en manos de representantes de las élites económicas. Por tanto, el discurso mediático va a favorecer en un alto porcentaje al candidato que represente mejor a los intereses de esas élites. La campaña en contra de Moreno ha sido brutal al punto que se ha acudido a técnicas clásicas de la llamada propaganda negra o sucia.
También creo que en términos mediáticos y comunicacionales los gobiernos progresistas y de izquierda latinoamericanos deben avanzar mucho más. Es preciso renovar discursos, aumentar el alcance y llegar a configurar, incluso, una nueva narrativa cada vez más anclada a los ciudadanos y a sus voces.