Dos pianos en el escenario. Cuatro pianistas dispuestos a interactuar con el instrumento, pero sobre todo con el público. Más aun, dispuestos a compartir El arte del piano cubano, como decidieron nombrar el concierto que ofrecieron en el Teatro Martí como parte del Jazz Plaza 2024.

Dayramir Gónzalez, pianista, compositor y arreglista cubano con una pauta en el mundo del jazz latino en América.

Dayramir González y Jorge Luis Pacheco, cubanos y universales. La suiza Manon Mullener y el norteamericano Emmet Cohen, con estudios musicales en Europa, pero con un conocimiento vasto de la música en Estados Unidos y en nuestro país, sobre todo por parte de Manon, quien también estudió aquí.

El recorrido fue el ideal, desde la “Guantanamera”, de Joseíto Fernández y “El Manisero”, de Moisés Simons, hasta “Capullito de Alelí”, de Rafael Hernández; “La Comparsa” y “Gitanerías”, de Ernesto Lecuona y “Los Muñecos”, de Ignacio Cervantes. Piezas archiconocidas de nuestro repertorio, pero a su vez, impregnadas de la impronta que cada uno pudo darles, a solas y a dúo, perfectamente engranados.

Manon Mullener, estrella del jazz suizo que combina el jazz moderno con música cubana.

Incluidos en el programa del concierto “Blue in green”, de Miles David y “September in the rain”, de Harry Warren… Este último con la sorpresa de la cantante Mary Rodríguez, quien ha trabajado con Dayramir y Pacheco con antelación y que les acompañó, además, en Dos gardenias, de Isolina Carrillo, cuando a ocho manos interpretaron la emblemática canción.

Tradición e innovación nutren las interpretaciones de Emmet Cohen, reconocido músico y pianista estadounidense.

Fue realmente un concierto atípico, aunque no poco frecuente. En este caso confluyeron también diferentes nacionalidades y, por consiguiente, un sello individual que marca, aun cuando la pieza sea cubana, una sonoridad singular. Que confluyeran todos, juntos, fue un acierto inmenso y que la energía compartida fuera tan especial, el público pudo notarlo.

Muy conmovedor fue el momento en el que Pacheco regaló “Andino, una pieza de su repertorio que su padre amaba, como él mismo expresó, y que además de los aplausos fervientes de los presentes en la sala, le transportó a él al lado de quien falleciera recientemente. Apoyar la cabeza sobre el piano, al terminar de tocar, fue como apoyarlo sobre su hombro.

Jorge Luis Pacheco, se sintió cerca de su padre al interpretar “Andino”.

El piano, ya sabemos, es instrumento de obligatorio estudio para todo el que decida transitar por los caminos de la música de manera académica. En algunos casos, como sucede con estos cuatro, es el sendero elegido para expresar emociones. Combinar fuerza, carisma, ternura, vitalidad… es parte del día a día de cada uno y así pudo disfrutarse.

Fue este uno de los notables conciertos ofrecidos en el Coliseo de las Cien Puertas, de La Habana, un teatro que siempre ofrece la posibilidad de vivir una experiencia inigualable.

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