El otro extremo, en las bambalinas de un libro de poesía
Giraldo Segura escribía en el prólogo del poemario de Rodolfo Rensoli El otro extremo: “Como pocos, Rensoli maniobra desde hablantes poéticos de distinto ángulo, lo que nos permite, como lectores, retozar a partir de lo egotivo hasta lo apelativo, o discurrir en la asunción de un discurso cuyo objeto lírico se indefine, y enhorabuena, que damos cuenta de un conjunto polifónico y equilibrado”.
Queremos detenernos, precisamente, en ese juicio de Segura para compartir con ustedes una reflexión que desborda los límites del libro y asume lo contextual, la particular manera del autor de asumir la cultura.
Dispárame
saca
el chorro
oculto
a la cara
De lo contrario
es por gusto
Necesito
que hagas el trabajo
Después
todo irá bien.
Ese poema es el pórtico del cuaderno, y no lo es gratuitamente. La multitud de referencias poéticas que pueden ser aludidas con la idea de “hacer el trabajo” para que todo salga bien incluye, por supuesto, la obra literaria, el cursar de la vida propia y naturalmente ─es imposible dejarlo fuera─ la manera particular en que Renso descubría y revelaba la cultura del rock y del hip hop, especialmente el rap, que no eran zonas atendidas detenidamente por la institucionalidad en los 90.
La diversidad de códigos, esa escritura a veces irónica, a veces risueña, a veces ríspida, es el síntoma de un fenómeno que comenta el profesor y poeta Joan Elies Adell en “Poética y política del hip hop: hibridaciones en la escena rap de Barcelona”, cuando al referirse a la tensión entre la homogenización y la fragmentación cultural asegura que: “La música popular contemporánea, ciertamente, es un lugar en donde se hace bien ‘visible‛ uno de los rasgos más definitorios de las transformaciones culturales en curso que es la relación entre lo local y lo global”.
Y continúa más adelante: “La gran difusión que ha obtenido el hip hop y el rap a escala mundial sólo se puede entender gracias a esta explícita ambigüedad, que permite reinscribir en situaciones y contextos culturales sociales y étnicos diferentes su vocación subversiva”.
La poesía de El otro extremo está en consonancia con ese presupuesto. No podemos desconocer que Rensoli y sus aliados fundaron un festival de rap a mediados de los 90. No podemos separar de su sensibilidad poética la sensibilidad que lo hizo entender el fenómeno que contribuía a la fragmentación cultural en ese momento. Su esfuerzo fue sostenido y siempre estaba en el camino de hallar la convivencia mutuamente provechosa entre la cultura reconocida y apoyada oficialmente, y cada elemento de esa fragmentación que ─por lo general─ se asumía como una moda pasajera o una imitación superficial del mismo hecho en los Estados Unidos.
Convertiré
mi territorio en plataforma
Riéndome de la teoría de los mundos
todo el avituallamiento necesario
La expectativa
y el conteo
A riesgo de perder el alimento básico
a todo riesgo.
Nadie dice qué fácil ese ejercicio de exorcismo que puede significar crear la expectativa y hacer el conteo de la fragmentación, de la diversidad. Rensoli lo hizo en dos direcciones: como animador y promotor, y como artista y escritor. Los poemas de este libro y las ilustraciones dialogan con el hip hop. Podemos hallar en ellos reminiscencias directas o indirectas, porque descubrir la presencia de nuestra identidad ─en el sentido inclusivo no detiene ni limita porque la asiste un devenir constante─ requería una verdadera acción intelectual. Más allá de sacar a la calle a los cultores del género y organizar festivales, era necesario el conteo y la perspectiva.
Al mismo tiempo, ¿qué puede ser más intelectual que la propia creación artística? Por eso encontraremos ─en este pequeño libro de 14 poemas─ ilustraciones que evocan el grafiti en su aparente sencillez estilística y textos que apuntan hacia la realidad y la poetizan desde distintos ángulos, como afirma Segura en su prólogo.
Leer este libro significa entrar en las resonancias, obvias y ocultas, de la poesía de Rensoli.
Hay en la obra de Rodolfo Rensoli visibles evocaciones a la escritura del coloquialismo pasada por el tamiz del rap, de Juan Carlos Flores y Ángel Escobar ─que vivieron en Alamar y pusieron su impronta en el quehacer cultural de ese territorio “del otro lado del túnel”. No fueron poetas ajenos a las fragmentaciones culturales en su tiempo y sostuvieron una visión inclusiva simbolizada en textos como Distintos modos de cavar un túnel y La vía pública, respectivamente.
Rensoli hereda el símbolo del túnel de la poesía de Juan Carlos y ese concepto de lo público, como un espacio revelado con intencionalidad y destreza, que Ángel Escobar nos esbozó.
El antifaz de un Carnaval aburrido
gestor dependiente
como pez en el agua y fuera
te reíste de mí
más vale el último
El público atento y es posible
que alguien aplauda
Abro un túnel con paciencia
algunos que saben o no
me ayudan
(que no es lo mismo pero es igual)
Saldré a la luz
al otro extremo.
Leer este libro significa entrar en las resonancias, obvias y ocultas, de la poesía de Rensoli. Sólo así veremos la claridad al otro extremo, sólo así los que comparten sueños cuya realización entraña riesgos tendrán su ordalía. Al otro lado del túnel hay luz, ese laberinto tempestuoso tiene una salida para la comprensión, salgan después del “trabajo del minero”.
pretendiendo que todas las cámaras del
mundo sigan
El lanzamiento
con gran misericordia hacia los míos
Trabajo
Únanse los que lo saben y los que no lo saben y lo hacen por intuición, que no es lo mismo, pero es igual.
