El pasado miércoles 3 de abril, en la Biblioteca Nacional José Martí, fue recordada la importante intelectual cubana Ana Cairo Ballester, a cinco años de su fallecimiento en La Habana, su ciudad natal.

Tuve el privilegio de ser invitado a integrar el panel celebrado al respecto en esta institución que la querida amiga convirtió, de hecho, en su segundo centro de trabajo cotidiano; al igual que la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, donde efectuó sus estudios y luego se desempeñó como profesora.

“Fue, sin dudas, profesora exigente, siempre cumplidora de sus deberes. Su rectitud obligaba a estudiar; su cubanía y su entrega a la clase y al alumnado creaba en estos un alto sentido de interés y responsabilidad ante las materias y asuntos que impartía”.

Sintetizo las ideas que allí expuse y me extiendo algo más para recordar su labor como investigadora de la obra de José Martí; añado su fecunda colaboración con el Centro de Estudios Martianos durante muchos años.  

Nacida el 10 de noviembre de 1949, Ana falleció a los 71 años de edad. Dedicó su existencia a trabajar incansablemente por la cultura y la identidad cubanas, que enriqueció por igual y con plena consonancia entre los dos campos de saberes que fundamentalmente cultivó —las letras y la historia cubanas y, de alguna manera, hasta ciertos elementos de la sociología, relacionada con todo aquello que nos caracteriza, nos explica y nos junta como nación—. En mi opinión, este es el gran aporte que nos entrega el conjunto de su labor como profesora, investigadora y como ejemplo de dedicación plena al conocimiento y la reafirmación de nuestra alma colectiva. Ello, además, fue su instrumento para entender su tiempo y al cubano de tal época, tiempo y ambiente social que disfrutó y alentó hasta con una inteligente atención que no dejó de ser crítica cuando lo consideró necesario.

Fue, sin dudas, profesora exigente, siempre cumplidora de sus deberes. Su rectitud obligaba a estudiar; su cubanía y su entrega a la clase y al alumnado creaba en estos un alto sentido de interés y responsabilidad ante las materias y asuntos que impartía.

Como investigadora resaltan su constancia, su sistematicidad, su atinada selección de los asuntos y temas para sus estudios, su cuidado y respeto en el manejo de las fuentes, la originalidad de su obra toda.

El sentido martiano de la vida la atrapó desde muy joven y nada de la patria le fue ajeno. Como ciudadana, cumplió los deberes de nuestra sociedad. Fue una militante de la Unión de Jóvenes Comunistas y del Partido Comunista, sin algarabías ni alborotos, con entrega y ojo crítico ante la realidad de esos años que vivió, siempre con la patria y el bien humano en el corazón y en sus hechos personales.

“Como investigadora resaltan su constancia, su sistematicidad, su atinada selección de los asuntos y temas para sus estudios, su cuidado y respeto en el manejo de las fuentes, la originalidad de su obra toda”.

Ana fue amiga fiel, cultivadora de los mejores sentimientos entre quienes le rodeábamos, dispuesta a ayudar en cualquier terreno cuando fuere necesario. Y fue una mujer de familia, que atendió a sus padres y hermanas y que entregó amor y dedicación a su hijo.

Obtuvo las más diversas distinciones sin afectar nunca su personalidad habitual sencilla, trabajadora y colaboradora, de cubana de a pie, como se dice ahora: Por la Educación Cubana, Por la Cultura Nacional, la Orden Frank País, el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanidades, por solo citar quizás los más significativos… Fue miembro de número de la Academia de la Historia de Cuba y mantuvo en el aire un programa de esa institución en la emisora Habana Radio.

Martí la atrapó, desde luego, como a todo buen cubano. Colaboró con los seminarios juveniles martianos; impartió el curso monográfico sobre la obra del Maestro en su Facultad universitaria y publicó numerosos ensayos, artículos, estudios y libros de temática martiana, ampliando conocimientos y entregando nuevos tópicos en ese inagotable campo de estudios. Participó en numerosas actividades académicas del Centro de Estudios Martianos, tales como seminarios, cursos, conferencias y fue miembro de su Consejo Científico, reelecta por muchos años.

Hace ya un quinquenio que extraño a Ana Cairo Ballester, que no tengo nuevos textos suyos, que no hablamos con toda la confianza e intimidad de tantos años trabajando temas cercanos similares, buscando en los archivos de instituciones y bibliotecas cubanas y extranjeras, y traspasándonos nuevas informaciones según las íbamos adquiriendo.

En dos palabras, mi querida Ana: si hay más allá y allí nos encontramos, y compartimos: siempre cubanos, martianos, empeñados en mejorar este mundo.