Un niño muerto, asesinado y solo, /negro.
Nicolás Guillén

Este diciembre, en un año tremendamente aciago para la humanidad, ha traído para la familia del niño mártir afroamericano Emmett Till la devastadora noticia de que la justicia que llevaban reclamando con tesón, desde hace 66 años, ya nunca se hará realidad. “No habrá un cierre. Los culpables nunca pagaron por la atrocidad cometida ni nunca pagarán. El Departamento de Justicia estadounidense anunció el lunes que daba carpetazo definitivo al brutal asesinato de Emmett Till, un chico negro de 14 años que fue secuestrado y linchado en 1955 en el sureño Estado de Mississipi. La Fiscalía considera que no existen pruebas suficientes para presentar cargos, tres años después de que reabriese el caso del linchamiento del adolescente después de que una mujer confesara (medio siglo después) que había mentido ante el jurado que exoneró a los dos hombres blancos que torturaron al joven hasta la muerte”.[1] En este nuevo y viciado proceso judicial se cumple que —más allá de la máxima célebre— no siempre la historia se repite como comedia.

Emmett Till, adolescente afroamericano brutalmente asesinado a los 14 años de edad.

A raíz del brutal asesinato, Nicolás Guillén escribiría uno de sus poemas memorables, texto que debe incluirse en cualquier antología de este autor, “Elegía a Emmett Till”; crónica que denuncia el bárbaro suceso acontecido a mediados de los 50 del pasado siglo, y que constituyó un dramático símbolo en su época de la discriminación racial y el ejercicio parcializado del sistema de justicia norteamericano. Como ejemplo de los valores universales e imperecederos de la gran literatura, hoy tristemente ese poema regresa desde el pasado.

La elegía fue iniciada por el poeta aproximadamente un mes después de los trágicos acontecimientos que la motivaron; fue escrita durante el exilio de su autor, entre septiembre de 1955 y enero de 1956, y apareció por primera vez en mayo de ese año en la revista de Jean Paul Sartre, Los tiempos modernos.[2] “‘Elegía a Emmett Till’ marca el momento cumbre de la temática en la obra guilleniana. (…) Con este poema, se torna visible la estrecha relación que se establecerá en lo adelante entre la poesía de Guillén de tal orientación ideotemática y su prosa periodística de igual propósito”.[3]

A Miguel Otero Silva, Guillén le dedicaría “Elegía a Emmet Till”, al aparecer por primera vez recogida en libro en La paloma del vuelo popular,[4] de cuya publicación —en la argentina Editorial Losada— se cumplieron 63 años el 23 de diciembre. En varias compilaciones posteriores, como en la Obra poética,[5] publicada en 1972 por Arte y Literatura —y con posterioridad por Ediciones Unión—,[6] o hace una década en Nicolás Guillén: las elegías elegidas,[7] edición conmemorativa de la Editorial de la Universidad de La Habana, no aparece registrada esa dedicatoria a su amigo venezolano.

Ángel Augier, en sus notas a la edición de 1972, acota con relación al poema: “Fue escrito en 1956 en París, según aparece al pie del mismo al ser publicado en el periódico argentino Propósitos, Buenos Aires, año V, n. 143, p. 3, 21 de agosto de 1956. En esa versión no se incluyó el epígrafe con la nota de la revista The Crisis, sobre la muerte de Emmett Till, ni aparece dedicado, como en (…) La paloma del vuelo popular (1958), a Miguel Otero Silva”.[8] En las nuevas ediciones citadas sí aparece el epígrafe, pero no la dedicatoria a Otero Silva. Desconocemos los motivos, tal vez una omisión que se fue arrastrando, pues hasta donde nos consta, incluido el testimonio de su nieto Nicolasito, la amistad de ambos persistió hasta el final de sus vidas.

La afinidad entre ellos dos, como grandes colegas, se identifica no solo en el plano personal, pues uno y otro tenían un acercamiento similar en sus idearios sociales y literarios. Aunque el autor de Lope de Aguirre, príncipe de la libertad sobresalió más como narrador, es notable también por sus incursiones poéticas, sobre todo, como el antillano, en la poesía de temática llamada “negra”. Podemos encontrar similitudes en su expresión poética. Recordemos uno de los textos más difundidos del venezolano —incluido en la antología Poesía negra de América—,[9] “El corrido del Negro Lorenzo”: “Negra y rebelde es mi mano/ ¡yo soy el Negro Lorenzo! (…) Yo soy el Negro Lorenzo/ nieto y bisnieto de esclavo,/ cruzado de cicatrices/ como negro tronco de árbol. (…) Noche con alma. Tambor/ dormido bajo mi pecho”.

“Como ejemplo de los valores universales e imperecederos de la gran literatura, hoy tristemente ese poema regresa desde el pasado”. Obra: Emmett Till: Cómo lo envió y cómo lo recuperó (2012), de la artista Lisa Whittington

Esto evoca, entre otros pasajes de la obra guilleniana incluida en el mismo panorama poético, el emblemático “El apellido”:1 “¿No tengo acaso un abuelo nocturno/ con una gran marca negra/ (más negra todavía que la piel)/ una gran marca hecha de un latigazo?”. Y más adelante el símbolo común de los ancestros africanos, hechos al sonido de la rebeldía: “¿No veis estos tambores en mis ojos?”.[10]

La triste vigencia de los versos, que como golpes a la conciencia de la humanidad integran el cauce de “Elegía a Emmet Till”, identifican, cual sello distintivo de su obra, el “humanismo caribeño” del poeta —como nos recordaba su nieto Nicolás Hernández Guillén. Humanismo que se nutre de diversas prácticas y educaciones, al decir de su dedicado estudioso Ángel Augier, cuando describe su experiencia viajera como materia de creación, y en el caso de la elegía aquí comentada, sirve como leitmotiv el referente simbólico y real del río Mississippi, “que vislumbró al viajar de México a Canadá en 1937”:[11]

En Norteamérica
la Rosa de los Vientos
tiene el pétalo sur rojo de sangre.

El Mississippi pasa
¡oh viejo río hermano de los negros!,
con las venas abiertas en el agua,
el Mississippi cuando pasa.
Suspira su ancho pecho
y en su guitarra bárbara,
el Mississippi cuando pasa
llora con duras lágrimas
[…] este luto, este crimen,
este mínimo muerto sin venganza,
este cadáver colosal y puro:
ven y en la noche iluminada,
oh viejo río hermano de los negros,
ven y en la noche iluminada,
ven y en la noche iluminada,
dime tú, Mississipi…[12]

En esta ineludible elegía dibuja la profunda tragedia del niño negro asesinado, y para describir su vida y su entorno recurre a diversos referentes como el deporte, entre otros elementos de la cotidianidad que subrayan el drama de esa vida prematuramente tronchada: Un niño con su trompo,/ con sus amigos, con su barrio/ (…) con su pupitre y su pizarra,/ con su guante de beisbol,/ con su programa de boxeo,/ con su retrato de Lincoln.[13]

Emmett Till había nacido en Chicago en 1941. Motivado por las narraciones de los familiares que visitaban su casa, sobre cómo era la vida en el delta del Mississippi, el adolescente Emmett tuvo una gran curiosidad por esa zona del sur de su país, de donde provenían los suyos, y se decidió a visitarla a pesar de los consejos de su madre, quien preocupada le advirtió que tuviera extremo cuidado, pues el sur no era para nada Chicago. Lo que después trágicamente aconteció es hoy de dominio público pese al tiempo transcurrido.  

“Esta ineludible elegía dibuja la profunda tragedia del niño negro asesinado”.

Para que no lo olvidemos, esta historia y su carga de injusticia regresa a nosotros.  En marzo de 2018, el Departamento de Justicia de Estados Unidos comunicó que retomaría el proceso investigativo sobre el asesinato de Till después de haber recibido “nueva información”. La reapertura llegó compulsada por el compromiso contraído ante la opinión pública tras la publicación de un libro del historiador Timothy Tyson (The blood of Emmett Till), en el que se aseguraba que Carolyn Bryant Donham, testigo principal cuyo relato de lo que sucedió entre ella y Till condujo a la muerte del joven, se retractaba definitivamente de su deformada versión de la historia. Hasta el presente, nadie ha pasado un solo día en la cárcel ni ha sido sancionado de manera alguna por la forma cruel y despiadada en que fue asesinado el joven, casi niño, que era  Emmett Till.[14]

Como nos recuerda la historia junto a los versos de Guillén, que reclaman justicia para un niño muerto, asesinado y solo,/ negro, hoy la elegía cobra dramática vigencia en su denuncia por este mínimo muerto sin venganza,/ este cadáver colosal y puro (…) cargado de puños y de pájaros, en la noche iluminada del profundo Mississippi, donde regresa ensangrentada desde el pasado, una vez más, la conciencia imperecedera de la poesía.


Notas:

[1] Yolanda Monge: “Estados Unidos cierra de forma definitiva el caso del brutal asesinato de un adolescente negro en 1955”, El País, España, 7 de diciembre de 2021.

[2] Lennys Ders del Rosario: “Un niño muerto, asesinado y solo”, Nicolás Guillén: las elegías elegidas. Edición conmemorativa. Coedición de Editorial UH y la Fundación Nicolás Guillén (2011), p. 181. (Coordinadora: Yanelis Velazco).

[3] Ibídem, 180.

[4] Nicolás Guillén: La paloma del vuelo popular. Editorial Losada, S.A. Buenos Aires, 1958. pp. 121-124. Según reza en la página de créditos, se terminó de imprimir el 23 de diciembre de 1958 en los Talleres Gráficos AméricaLee, Tucumán 353 , Buenos  Aires, y no el 28 de diciembre, como aparece en la, por demás rigurosa, cronología de la edición de 1972 de su Obra poética, t. I, p. LXXVIII.

[5] Nicolás Guillén: Obra poética. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1972, t. I, pp. 400-403.

[6] Nicolás Guillén: “Elegía a Emmett Till”, Obra poética 1920-1958 (segunda edición). Ediciones Unión, La Habana, 1974, t. I, pp. 409-411.

[7] Nicolás Guillén: las elegías elegidas. Edición conmemorativa.Coedición de Editorial UH y la Fundación Nicolás Guillén ( 2011), pp. 171-173. (Coordinadora: Yanelis Velazco)

[8] Nicolás Guillén: Obra poética. Editorial Arte y Literatura, La Habana, p. 556.

[9] José Luis González y Mónica Mansour: Poesía negra de América, Biblioteca Era, México, 1976, pp. 184-185.

[10] José Luis González y Mónica Mansour: ob. cit. pp. 83-85.

[11] Ángel Augier: Prólogo a la Obra poética de Nicolás Guillén, Editorial Arte y Literatura, p. XLVIII.

[12] Nicolás Guillén: “Elegía a Emmett Till”, Obra poética 1920-1958 (segunda edición), ob. cit., pp. 409-411.

[13] Ídem.

[14] Yolanda Monge: ob. cit.

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