
Feliz cumpleaños
1/8/2018
El viernes 27 de julio de este 2018, una señora, inscrita como nacida el 29 de julio de 1931 (porque así era la época: casi nadie era registrado en la fecha real de su nacimiento) bajo el nombre —un poco raro en nuestros predios— de Adelaida Annette de Juan Seiler, hija de una belga radicada en Estados Unidos, Annette Seiler Frankel (único caso conocido de alguien que renunciara a la ciudadanía norteamericana para adoptar la cubana, porque adoraba este país, y aquí se asentó, y amó, y aquí está enterrada), y de un cubano que murió muy joven, y no habanero, llamado Oscar de Juan Puñal, cumpliría 87 años. Quiero celebrar el onomástico de quien, por primera vez en mi existencia, no me acompañará con su impresionante presencia. Ni podrá negarme —como solía hacer— una foto, un regalo rimbombástico, algo público. La persona a quien me refiero huía de toda publicidad, le disgustaban los homenajes, los tributos, las alocuciones, las entrevistas, y en general, todo aquello que la obligara a mostrarse fuera de su zona de confort, integrada por su —nuestra— casa y por su aula (el aula de muchas generaciones de alumnos).

Lejos de dejarnos abatir por el hondísimo agujero que marca su ausencia casi imposible de soportar, el esposo de dicha dama, su nieto menor, mi compañero y yo mencionamos su nombre a cada segundo, y hablamos de ella como si estuviera mirándonos, con esa socarronería tan suya y ese humor a ratos cáustico que solamente se le soporta a ella, que está siempre presidiendo cada uno de nuestros actos, porque no hacemos más que pensarla. Y con toda intención paso al presente; es así como la sentimos, más allá de toda sensiblería. El padre nuestro que está con nosotros ha dejado de ser una figura quijotesca para asumir al Alonso Quijano que lo deslumbra desde su niñez. “Tu madre esto. Tu madre lo otro. Ella, Ella, siempre y para siempre Ella. La Única, la Mejor, la Miliciana, la Maestra, la Osada, la Valiente, la persona más leal que he conocido”, me dice, y yo asiento, y digo: “Sí, claro. Es verdad. Tienes razón, querido”.
Y solo a ratos, de madrugada (que es cuando más busco su luz), salgo al jardín, veo a los borrachines pasar, me despojo de toda máscara y olvido mi deber de hija apaciguadora, para dejar que todo mi dolor explote. Hoy, cuando faltan escasos días para el cumpleaños de mi madre, me permito uno de esos desbordes. Busco sus fotos, como la que acompaña esta confesión, donde aparecemos ella y yo, tan parecidas y felices. Pongo a Bola de Nieve cantando “Alma mía”, y sin que nadie lo sepa, festejo en silencio. ¡Cuántas cosas secretas le contaría!, dice Bola, pero en eso, me asalta la voz de Adriana Varela cantando a José María Contursi, que dice: Si hay algo que jamás yo te perdono es
que olvidaste aquí, con tu abandono,
eso tan tuyo… ese algo tuyo
que envuelve todo mi ser!

Claro está que cierto reproche fortalece, por muy injusto que sea. En fin, respiro largo, lanzo besos al aire, y sigo en esta parte de la luna, levemente conforme, como Ella querría. Felicidades, amada nuestra.
Me llegó al corazón estas palabras de duelo tan sentidas y sinceras… Comparto esa forma de recordar a los que parten para siempre y a la vez se quedan entre nosotros. Es un homenaje que aunque a ella no le gustaban, se merece. Me tocó el corazón Laidi. Ella sigue ahí con Uds en H y 23, merodeando los pasillos de la casa, leyendo un libro o preparando una conferencia. El amor que sembró en la familia no se agotará jamás.
Yo sabía que un día iba a leer algo estremecedor sobre este tema y aquí está. A mi me pasa lo mismo con mi papá y mi mamá que ya no están pero los recordamos siempre y hablamos de todas las cosas maravillosas que nos lejaron.