Los ojos de Karine Margron reflejan su alma sensible. Su sublimidad no puede ocultarse tras su luminosa sonrisa y es una mujer fuerte, aunque aún no pueda volver a cantar. Lo es porque su tenacidad ha sido su principal arma para hacer una obra que, la principal satisfacción que le brinda, es la de ser útil a los demás.

¿Cuánto conocemos de la música académica haitiana? La música de concierto o música clásica de ese país no ha tenido la misma suerte que la popular o la folclórica, y son encumbrados los compositores y músicos de Haití dedicados a ella. Por ello, Karine ha trabajado desde hace más de 15 años junto al ya fallecido Julio Racine, flautista y director de la Orquesta Filarmónica Sainte Trinité. Como director musical del proyecto Chansons d´Haití, Racine apoyó a Karine, todo el tiempo, en la preservación del patrimonio musical de su país. Juntos investigaron y conformaron once volúmenes para donarlos y ponerlos a disposición de los estudiantes de música y los interesados en general en este contenido.

Conversar con Karine Margron ha sido una maravillosa oportunidad, por toda la sabiduría compartida y la revelación de vínculos poco conocidos.

Es un empeño titánico y no siempre comprendido, porque no recibieron remuneración alguna por ello. Ambos soñaron —y Karine continúa haciéndolo— con develar el alma haitiana a través de todo el tesoro cultural que entraña este país, cuya historia triste y de constante lucha, también se percibe en las composiciones de este tipo de música.

“A raíz de mi primera visita a Cuba, en mayo de este año, y gracias a todo el apoyo de Helson Hernández, concebimos la idea de realizar el concierto Haití lírico, con músicos y cantantes líricos cubanos, porque considero que los cubanos son los más capaces para ejecutar esta música. Nos une la misma raíz, desde el punto de vista sentimental, y el valor profesional de los músicos y cantantes de Cuba es inigualable”.

“¿Cuánto conocemos de la música académica haitiana? La música de concierto o música clásica de ese país no ha tenido la misma suerte que la popular o la folclórica, y son encumbrados los compositores y músicos de Haití dedicados a ella”.

Las influencias africanas, europeas e indígenas se han entrelazado en la música académica de Haití, creándose un patrimonio musical inmensamente rico. Helson Hernández, quien fungió como coproductor y director artístico del concierto realizado el 7 de noviembre en el Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, destacó precisamente, la exclusividad de esta oportunidad, “pues no es común encontrar esta música de Haití, esta otra parte de su acervo cultural. Con frecuencia escuchamos de su música popular o folclórica, pero compositores de música clásica haitiana no encuentran en nosotros abundantes referencias. Cada pieza es un pedazo de su historia, de los retos que ha superado, de su constante lucha por la justicia social”.

Canciones populares, armonizadas por los profesores y compositores Werner Jeagerhuber y Julio Racine, conformaron el programa de este concierto, con las cuales se captó la esencia musical y psicológica de la canción tradicional haitiana. Además, figuraron las melodías clásicas del guitarrista Franz Casséus y las populares de Ansy Dérose, encontrando en nuestro interior, la solidaridad sublime con la causa del pueblo haitiano en su lucha por la justicia social y la dignidad humana.

“Todos, jóvenes del panorama cultural cubano, demostraron el talento y la profesionalidad con la que Karine, convencida de su existencia, quiso contar”.

El espectáculo trajo también la posibilidad de escuchar el estreno de una adaptación al español de una melodía de Dérose, especialmente dedicada al pueblo cubano.

“Marassa Eyou”, “Ezuli Malad”, “Amossologie”, “Nan fon bwa”, “Fi nan bwa”, “Kanno ki tire”, “Chango-Imamou”, “Minis Azaka”, “Legba Zangliyan”, “Chante l’oiseau”, “Merci, Choucoune” y “Canción para Haití” conformaron el programa, interpretados por las sopranos Tiffany Hernández y Yoslainy Derrick, la mezzosoprano Malú Méndez y el tenor Jorge Luis Guzmán, junto a la pianista Rosa García y la guitarrista Mabel González, todos cubanos.

El concierto Haití lírico fue una magnífica exposición de melodías que reflejaron la profundidad de alma haitiana.

Todos, jóvenes del panorama cultural cubano, demostraron el talento y la profesionalidad con la que Karine, convencida de su existencia, quiso contar. Con el apoyo recibido por la Embajada de Haití en Cuba, el Ministerio de Cultura, CMBF Radio Musical Nacional, el Museo Nacional de Bellas Artes, entre otras instituciones, la intención es propiciar dos conciertos el próximo año, como parte de esta profunda experiencia musical, tan singular.

Conversar con Karine Margron ha sido una maravillosa oportunidad, por toda la sabiduría compartida y la revelación de vínculos poco conocidos.

Las influencias africanas, europeas e indígenas se han entrelazado en la música académica de Haití, creándose un patrimonio musical inmensamente rico.

Su herencia musical viene de la línea materna y de la paterna; su tío, autor de la canción archiconocida “Haití cherie”, sus aprendizajes de piano y luego, de manera autodidacta, todo lo que puedo perfeccionar, incluso a partir de sus 50 años de edad.

La relación con Electo Silva, quien vivió en Haití a partir de los seis años, fue sorprendente, pues fue integrante del quinteto de cuerdas que figura como la primera orquesta de cámara en esa nación.

Además, Karine le entregó a la Maestra Daiana García, directora de la Orquesta de Cámara de La Habana, partituras basadas en la poesía de Jacques Roumain, fundador del Partido Comunista de Cuba y amigo de Nicolás Guillén. Todo un aprendizaje que agradezco haber recibido.

Cada pieza interpretada representó un fragmento de la historia de Haití.

Cuatro muertes recientes de personas importantes en su vida sumergieron a Karine en una tristeza que, de manera profunda, le han impedido volver a cantar como antes, cuando interpretaba las canciones que ha compilado y las regalaba al público haitiano.

La esperanza nos acompaña para que vuelvan a brotar melodías de su garganta mientras sigue en su afán por salvaguardar el poco conocido patrimonio musical de su país. Es una deuda con su patria y, ante todo, con ella misma.