Con motivo del 95 aniversario del natalicio de Armando Hart, la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNJM) acogió un panel conmemorativo en el que participaron intelectuales y compañeros de trabajo del intelectual cubano. Prestigiando el conversatorio estuvieron el poeta y etnólogo Miguel Barnet; Helmo Hernández, presidente de la Fundación Ludwig de Cuba y del Consejo Técnico Asesor del Ministerio de Cultura (Mincult); Eduardo Torres Cuevas, historiador, profesor y director de la Oficina del Programa Martiano y Abel Prieto Jiménez, escritor, narrador, ensayista y presidente de Casa de las Américas, acompañados por Omar Valiño, director de la BNJM.

En el público asistente al Teatro Hart de la Biblioteca Nacional estuvieron, entre otros, el ministro de Cultura, Alpidio Alonso; la viceministra Lizette Martínez Luzardo; Eloísa Carreras, compañera de vida de Hart, escritora e investigadora con un amplio trabajo en la recopilación de los documentos personales del destacado intelectual, y miembros de la Sociedad Cultural José Martí.

Entre los asistentes al encuentro estuvieron miembros de la Sociedad Cultural José Martí.

Durante su intervención, Helmo Hernández dio lectura al prólogo que escribió para el libro Cubanía vs Platismo, a propósito de la remembranza de la obra de Hart, y acompañó dicho espacio con referencias, anotaciones y apuntes sobre su obra, en un contexto difícil, marcado por la creación en 1976 del Mincult y la asunción de Hart a la dirección del mismo tras el Quinquenio gris, con la tarea de rehacer lo deshecho durante ese período, en particular en la enseñanza artística, el teatro y la danza.

“Tenemos que ir a una nueva organización de la producción fundamentada en un principio colectivo de trabajo, pero en el fondo de todo este problema ─y esto era lo que quería decir Hart─ el subdesarrollo no es un problema solo de tipo material, sino fundamentalmente de tipo cultural y social”, subrayó.

De igual modo reseñó la importancia otorgada por Hart a las universidades como centros productores de conocimiento, la promoción del diálogo y su promoción como una máxima constante y no como algo excepcional, el rol desempeñado por él en la creación de las Fundaciones como una forma de financiar la cultura y la labor menuda de un hombre que no dejó al azar el correr de las circunstancias desde una ética de trabajo intachable: “Creo que puedo resumir ése método que Hart nos obligaba a aplicar para el desarrollo y la construcción de la política cultural de la siguiente manera: los dirigidos deben dirigir. Si los dirigidos no dirigen, fracasamos”.

“Si los dirigidos no dirigen, fracasamos”.

Sabemos ─recalcó─, que la cultura debe ser rebelde y rebeldía culta, como nos dejara dicho quien nos enseñó a pensar, por eso sabemos también que aunque debemos trabajar más duro cada día y permanecer alertas ante cualquier posible retroceso, la razón de nuestras victorias estará siempre en la consecuencia de lo mejor del pensamiento cubano y en lo antinatural de cualquier propuesta que no sea profundamente revolucionaria en sentido cubano y no cuente con el respaldo del pueblo.

Miguel Barnet, por su parte, rememoró los primeros contactos con Armando Hart durante su juventud en el período del batistato. De esos momentos reseñó la preparación y la notoriedad en base a los hechos y el trabajo dedicado de Armando, quien reconoció la trascendencia de la lucha clandestina desarrollada en las ciudades.

“No conozco un hombre más cabal, más martiano, más fidelista que Armando Hart”, aseveró Miguel Barnet.

Lo reconoció como una figura de civismo y destacó cómo los intelectuales cubanos se detenían a observar su trayectoria y su conducta. De igual modo reseñó su papel en la conservación de la encomienda original de Palabras a los intelectuales y en la revalorización de la cultura nacional tras el Quinquenio gris: “Esos pandilleros que tomaron cierto poder estaban cuestionando lo que aquí se creó”. Fue una mancha, reconoció, que todavía no hemos podido borrar del todo de la Revolución cubana que Fidel encabezó, un fallo cultural equivalente a un fallo político, en palabras de Hart Dávalos.

De todos los múltiples méritos de la vida civil y político-revolucionaria del homenajeado, Barnet consideró como su mérito mayor el de restituir en el lugar que les correspondía a los intelectuales que estaban mal vistos y permitir que sus obras siguieran su curso. “No conozco un hombre más cabal, más martiano, más fidelista que Armando Hart”, y añadió su preocupación por cuestiones empresariales y de gestión en el campo cultural. “No sé por qué lo relaciono con Rubén Martínez Villena. Será quizás por su capacidad para resistir el dolor”.

Torres Cuevas, asimismo, lo consideró como uno de los mejores intérpretes del pensamiento de Fidel, como un ejemplo de defensa de la originalidad y coherencia de la Revolución cubana y un referente en la línea de continuidad fidelista. Mencionó su impronta como ministro de Educación, su labor durante la Campaña de Alfabetización y el trabajo para traducir el marxismo desde las líneas trazadas por la realidad nacional en aquellos años, desde las bases de la transformación cultural que tenía como eje central a José Martí.

“… era un escritor en la primera línea de combate y uno de los más adecuados para hacer una obra con una visión marxista de la Revolución cubana”.

Hart, apuntó, era un escritor en la primera línea de combate y uno de los más adecuados para hacer una obra con una visión marxista de la Revolución cubana, no una copia servil, sino la originalidad de una revolución que viene de Félix Varela, de José Martí, de Mella, hombres que han tenido la capacidad de traducir a nuestro idioma y nuestra realidad las grandes ideas universales.

Citando a Armando, Cuevas también mencionó cómo el realismo socialista no fue una tendencia literaria ni una escuela artística sino un error político y cómo su dirección del Mincult se realizó sobre la base de una continuidad profundamente martiana nacida el 1 de enero de 1959. Conocer y hablar con Hart era una satisfacción enorme, reconoció Cuevas, quien además destacó su modestia, sinceridad, honradez, capacidad intelectual y de dirección, al tiempo que invitó a ir a sus obras, a las cuales consideró fuente de profunda formación revolucionaria, cultural y patriótica.

“Creo que hay que aprender mucho de Hart, hay que acercarse permanentemente a él”, señaló Abel Prieto.

En su intervención, Abel Prieto señaló cómo Hart defendió la centralidad de la cultura para el proyecto revolucionario y cómo su visión es imprescindible para enfrentar el contexto y las problemáticas actuales. Fue un defensor de una sociedad civil revolucionaria, afirmó. Tal condición se desarrolló en una impronta donde el enfrentamiento a posiciones obcecadas y rígidas (agazapadas por momentos desde posiciones ultraizquierdistas) nunca estuvo ausente.

“No hablaba jamás ni de sus enemigos, ni de gente que hizo campaña contra él desde posiciones de poder. Tuvo que enfrentar esos vientos en contra. El dogma no murió cuando se creó el Ministerio de Cultura. El dogmatismo y el sectarismo estuvieron presentes haciendo difícil la labor de Hart”.

Fue un hombre de diálogo ─reconoció─, de saber escuchar, de trabajar con la gente a partir de la decencia. “Creo que hay que aprender mucho de Hart, hay que acercarse permanentemente a él. Que esas grandes figuras no mueran depende de nosotros, de nuestra capacidad para comunicar su legado, que es extraordinario”.