Entonces pensé enseguida: “Se cayó Casa Tomada”, con pena por todo lo que habían trabajado los más jóvenes en armarla, contra mil carencias y dificultades. Y cuando me dijeron que a pesar de todo se haría, yo, capricorniana obstinada y redomada optimista, me dije que sería un acto de voluntarismo que entonces no quise cualificar, pero que acompañaba con cierta impresión de duda.

Hoy, martes 19 de septiembre, cuando todavía las huellas de Irma no se han borrado, y cuando quién sabe cómo nos afectarán todavía de uno u otro modo, los jóvenes de la Casa de las Américas me demostraron que solo un voluntarismo como el de ellos, para defender sueños y empeños, podía revertir lo urgente y abrir paso para, a pesar de todo, seguir adelante. Porque el apoyo moral y el ímpetu de quienes, desde hace más de un año y en toda la geografía nuestramericana que por supuesto incluye al Caribe, se preparaban para sumárseles, llegó pronto en mensajes de todo tipo y nadie se amilanó desde la distancia y lo desconocido.

Muchas palabras, gestos y movimientos animaron la primera jornada. Desde la bienvenida amorosa y cargada de ideas de Arturo Arias, un “tomador de Casa” desde 1983, que sigue defendiendo sueños y su lugar junto a los nuevos, hasta los golpes de cintura y chequeré de las muchachas del proyecto FEY saludando a Yemayá y pidiéndoles con todas sus energías que aplaque a la naturaleza que se rebela maltratada. Desde las experiencias personales y colectivas tan bien contadas por ocho jóvenes de Chile, México, Colombia, Puerto Rico, Guadalupe, Argentina y Cuba, que denunciaron injusticias y mostraron sus muy diversas maneras de rebelarse contra ellas. Que hablaron de estudiantes sin escuelas, de negros, de mujeres y hombres violentados, de colonias colapsadas y de neoliberalismo maduro. Que reivindicaron saberes ancestrales de pueblos originarios y herencias más recientes. Que reconocieron las dificultades de la lucha cotidiana y a contrapelo del tiempo. Que vindicaron la calle, el barrio popular y las villas, con sus vivencias y sus alientos de solidaridad; que despertaron la memoria para seguir exigiendo por la ausencia de los 43 de Ayotzinapa, de Santiago Maldonado, del niño Kevin… Y que apostaron por un Socialismo pleno.

A esta hora en que termina la primera jornada, la Casa se sacude por la música. Y habrá mil formas de encuentro dentro y fuera de los salones, en el ejercicio de los talleres y en la recreación de la escena, entre las lecturas y luego de cada pausa. Hasta el viernes, ellas y ellos con los otros, con nosotros, apostamos por un futuro mejor para seguirlo construyendo.