Aun cuando pasen los años y las decenas de años, el recuerdo de Bobby Salamanca permanecerá en la memoria de quienes siguen la pelota, como premio a quien clasifica como el más original de los narradores de béisbol en Cuba.

Salamanca creó un estilo de narración en que se imbricaron la renovación del lenguaje beisbolero; el momento de efervescencia de la zafra azucarera, decisiva para la economía, y la creatividad lingüística, expresada a través de la variedad de metáforas simpáticas incorporadas por él y que vivifican, a la manera de neologismos fraseológicos, la terminología y, con más exactitud, el lenguaje narrativo del beisbol.

Él hizo de la narración deportiva “un cañaveral”. Para Bobby, el home plate era “el central” y los bateadores los “macheteros”, el bate era la “mocha”, si el bateador se ponchaba “lo tiraron para la tonga”, mientras el jugador que estaba en el círculo de espera “afila la mocha”. El strike se cantaba con un “¡azúcar!”, y si no había corredores en bases entonces “la guardarraya está limpia”.

Él hizo de la narración deportiva “un cañaveral”. Para Bobby, el home plate era “el central” y los bateadores los “macheteros”, el bate era la “mocha”, si el bateador se ponchaba “lo tiraron para la tonga”…

El hit se narraba como “¡caña!” y “caña cubana” si se pegaba en un evento internacional. Si la conexión había empujado hacia home a los corredores embasados, entonces “no ha dejado caña en el cogollo, ni cogollo en la caña”. Cuando un bateador de poder empuñaba “la mocha”, “tiembla el cañaveral” y si el lanzador explotaba, el “jefe de brigada” —es decir, el manager— iba hasta el box y “le aplica la alzadora” porque de lo contrario continuará “la molienda” del adversario.

Otras frases sumó a su narración, estas ya no referidas a la zafra. Así, cuando el bateador recibía el primer strike era porque “el pez mordió el anzuelo”, si llegaba un segundo strike, pues “el pez cayó en la sartén” y ahí dramatizaba la escena con una sucesión de adjetivos tales como que “estaba compungido, preocupado, aturdido, hundido, ahogado y hasta el cuello en el conteo”.

Fue maestro además en la utilización del epíteto: “Señor pelotero” para Luis Giraldo Casanova, “Gigante del Escambray” para Antonio Muñoz, “la Explosión naranja” para Víctor Mesa y cuando Pedro José “Cheíto” Rodríguez se aproximaba al home, lo presentaba en estos términos: “Pase usted, Señor Jonrón”.

Vocabulario rico, imaginación fértil y sentido muy aguzado de la importancia de la comunicación con el televidente caracterizaron su manera de hacer llegar el béisbol hasta los hogares, entretener y hasta provocar una sonrisa. Foto: Tomada del perfil de Facebook de Félix Julio Alfonso López.

Vocabulario rico, imaginación fértil y sentido muy aguzado de la importancia de la comunicación con el televidente caracterizaron su manera de hacer llegar el béisbol hasta los hogares, entretener y hasta provocar una sonrisa. Aunque hay más. Ideó un sistema bastante empleado años atrás y denominado JAS, por sus iniciales, para el análisis más integral del desempeño de cada jugador, por lo que se trató de un espíritu investigador y no solo de un narrador y comentarista sin igual.

El humor ingenioso revelaba en Bobby la responsabilidad de cuanto implica el empleo de la palabra cuando se está frente al micrófono y el desarrollo autodidáctico de una cultura extrabeisbolera. No hubo nadie como él, ni lo ha habido después.

El humor ingenioso revelaba en Bobby la responsabilidad de cuanto implica el empleo de la palabra cuando se está frente al micrófono y el desarrollo autodidáctico de una cultura extrabeisbolera. No hubo nadie como él, ni lo ha habido después.

Proveniente de una familia pobre, Juan Antonio Salamanca nació el 1 de agosto de 1931 en La Habana y tuvo una niñez-adolescencia dura que lo llevó a probar en diversos oficios, como un auténtico buscavidas. Se inició en un show radial conducido por Germán Pinelli, en el cual narraba el enfrentamiento desde el box del popular lanzador Conrado Marrero, por el equipo Almendares, y el no menos popular jonronero Pedro Formental, en el cajón de bateo por el club Habana.

Aquel éxito lo entusiasmó a seguir un curso para narradores que lo llevó a trabajar en Radio Marianao, donde la secretaria del director lo llamaba “bobito” y Salamanca aceptó ser “el bobi”. De ahí a convertirse en Bobby Salamanca, no había más que un paso, que él dio de una manera muy divertida.

Bobby Salamanca murió el 5 abril de 1987, a los 55 años. “Pase usted, Señor Narrador”, entró entonces en el recuerdo, la leyenda, eso que llaman la inmortalidad. De ahí su presencia en el Salón de la Fama del Beisbol Cubano.