Si con alguien ha sido injusta la memoria es con esta poetisa nacida tierra adentro en el Oriente cubano y fallecida el 12 de octubre de 1919, por su propia mano, al cabo de tres días de agonía. Y si desdichada y breve fue su vida, más pesada ha sido la desmemoria, porque la revisión de la obra que de María Luisa Milanés nos queda, la revela como una personalidad con intereses más allá de los meramente literarios, lo cual hace aún más necesario su rescate y más incomprensible el olvido.

Aunque volveremos sobre la producción poética de la Milanés, ofrecemos a los lectores un adelanto en este fragmento conmovedor del poema titulado “Cuando las mariposas”, que curiosamente trata sobre la memoria y el olvido:

…Cuando las mariposas azules de añoranza
te vuelvan del pasado la oscura lontananza,
trayendo a tus oídos con una crueldad loca
los conceptos vertidos por tu infamante boca;

cuando las mariposas de un cruel remordimiento,
negras y silenciosas vayan a ti, indecisas,
yo pasaré serena, olvidando tu infamia,
alumbraré tus pasos con mis tristes sonrisas!

María Luisa no pasó inadvertida en su tiempo. Tanto José Antonio Fernández de Castro como Félix Lizaso, quienes nada dejaron al olvido en su meticulosa búsqueda, le abren espacio en la antología La poesía moderna en Cuba, de 1926; la muy prolija antología La poesía lírica en Cuba, recopilación preparada por José Manuel Carbonell, de 1928, también la incluye en su tomo 5; e igual sucede con el volumen Cincuenta años de poesía cubana, a cargo de Cintio Vitier, publicado en 1952. Luego viene un largo silencio hasta 2005, cuando la estudiosa María del Carmen Muzio publica con la Editorial Extramuros un libro revelador e importante: María Luisa Milanés; el suicidio de una época.

La poesía de María Luisa no pasó inadvertida en su tiempo. Imagen: Detalle de boceto para lienzo de Amaury Palacio Puebla, publicada en el periódico La Demajagua

Al morir, el suceso fue reseñado por la prensa, y la revista Orto, de Manzanillo, le dedicó un número. Pero casi todos estos homenajes póstumos se remontan bastante en el tiempo. Ni siquiera el eminente crítico Max Henríquez Ureña la menciona en su Panorama histórico de la Literatura Cubana. ¿Qué ha sucedido de entonces hasta acá para que el polvo del olvido se haya vuelto tan denso?

Nacida el 15 de julio de 1893 en una finca de Cauto Cristo, Jiguaní, e hija del general mambí Luis Milanés Tamayo, la familia se trasladó en 1895 hacia Bayamo y con posterioridad se estableció en Manzanillo. En esta última ciudad, en Santiago, y después en La Habana, la preparación escolar de la joven se ajusta a la de su época para una damita de familia acomodada: muchas lecturas, idiomas, música, pintura, artes manuales, de entre todo lo cual emergió una fuerte vocación literaria, por la poesía especialmente, a fin de cuentas el “perfil” más adecuado para las féminas de entonces y que en María Luisa, portadora de gran sensibilidad e inteligencia, despertó un talento inusitado que no llegó a explotar a plenitud porque la pasión y la infelicidad la van conduciendo hacia un destino trágico que no consigue domeñar. Con el seudónimo Liana de Lux comienza a publicar en la revista manzanillera Orto, dirigida por Juan Francisco Sariol, a la par que realiza traducciones del francés y del inglés.

Plano general de la tumba de la poetisa nacida en Jiguaní, hoy provincia de Granma. Imágenes: Tomadas de Internet

Un suceso contribuyó significativamente a completar el cuadro dramático de la vida de María Luisa: se casó muy joven con la intención de escapar del estricto control paterno, pero resulta casi seguro afirmar que no consiguió con el matrimonio ni la felicidad ni la calma para sus ansiedades de mujer indagadora e inconforme. Ella misma comentaría acerca de “desventuras conyugales” y “circunstancias desgraciadas” no precisadas, aunque seguramente influyentes en la condición síquica de la poetisa. De sus confesiones autobiográficas quedan estos apuntes de dolorosa elocuencia:

Para mí el lápiz y el papel han llegado a ser un santuario, bosque virgen, lecho, salterio, nave, alas; porque con ellos me unifico con lo que haya, con lo que sea, y me abstraigo y doy gracias, impetro favores, himno, agradecimientos, confieso dolores, pido consejos, me resigno; porque con ellos me retiro a las lejanías esquivas de mi yo, inaccesibles en esencia a todo el mundo, y allí encuentro paz, olvido, sombra, luz, agua, cielo azul, estrellas…; porque con ellos vuelo a la región de lo infinito, de lo presentido, de lo soñado…  

“Via Cruces”, así se titula este poema, que cualquier ilustre bardo firmaría gustoso: 

Tus dulces ojos de llorar cansados;
tu boca, que ha olvidado la sonrisa;
tu corazón, que lleva la divisa
del que murió en Salem crucificado;
tu cabeza, que el golpe de la pena
trocó, de ala de cuervo, en nieve pura;
tus manos blancas; tu mirada oscura;
tu voz de llantos, de sollozos llena,
todo me dice a una
que andar no puedes más. Ven, llegaremos;
apóyate en mis hombros, que aún altivas
verán nuestras siluetas por la Vía;
nos falta poco ya, descansaremos
a la sombra del Roble, madre mía!

La libertad, siquiera espiritual, deviene búsqueda incesante en María Luisa. Escribe sometida a un estado de angustia y desesperación. La vida provinciana es cerrada, no deja espacio para la evasión, y se refugia en la palabra. Escribe abundantemente, pero después lo destruye. Aun cuando se la recuerda como poetisa, su producción en prosa le dio para completar varios volúmenes que entregó al fuego. De su autobiografía, plena de recuerdos de la estancia en la casa paterna y el convento, se salvaron fragmentos: “… mi alma sangraba de pesar y se estremecía de miedo al porvenir”. Además del dramatismo del mensaje, la prosa de la Milanés nos confirma la presencia de una autora no solo sensible y angustiada, sino profundamente elegante.

Sobre la tierra desnuda se levanta una sencilla lápida blanca, como la que cuentan que pidió para el sitio de su eterno reposo.

Al cabo de casi ocho años de matrimonio infeliz, incomprensión y soledad, intentó embarcar hacia México ─viaje evasivo en busca de aires de libertad─ mas no recibió el apoyo que esperaba del padre y, acorralada por pensamientos sombríos, el 9 de octubre de 1919 disparó contra sí misma, proceso de autodestrucción que comprendía por igual su vida y su obra. De Bayamo se la trasladó a Santiago de Cuba, pero no se consiguió salvarla. María Luisa Milanés vivió 26 años. Se la enterró en el Cementerio de Santa Ifigenia. No dejaba publicado libro alguno; en Orto dieron cabida a sus poemas.

La que es tenida como la más divulgada de sus composiciones lleva por título “Jam noli tardare”, soneto vuelto de revés porque se inicia por los tercetos y se completa con los cuartetos, lo cual invita a emprender su lectura en sentido inverso, según prefiera:

Ven hacia mí, no tardes, dulce dueña
de la región bendita con que sueña
el cansancio profundo que me abruma.

Fuerzas no tengo ya para llamarte.
Ven hacia mí; cansada de esperarte,
¡Oye la voz de mi impaciencia suma!

¿Qué esperas ya? Me impulsas a buscarte
En el silencio eterno que te envidio
Y a cada rato vienen a anunciarte
Las mariposas negras del suicidio!

No tardes más, no venga un nuevo ensueño
a turbar nuestro amor y nuestra unión,
quiero que duerma su tranquilo sueño,
sin despertar, el pobre corazón…