En cuanto a la literatura del período clásico, algunas culturas quedaron al margen de los centros de poder imperial en la propia Europa; varias se relacionaron por su proximidad geográfica, pero otras se desconocieron a pesar de ser fronterizas o hasta compartir territorio. Sus desarrollos particulares no han contado con una promoción justa.

Ana Comneno (1083-1153), princesa bizantina de gran cultura, hija del emperador Alejo I, y una de las primeras historiadoras reconocidas, escribió en griego La Alexiada (1148), que relata la historia del reinado de su padre. El poema épico griego “Digenis Acritas”, de autor desconocido del siglo XII, dio a conocer la tradición vernácula de canciones reveladas por un hijo de mujer romana y del emir de Siria, demostrativa de conflictos entre bizantinos y árabes; en el texto se presenta la lucha de gigantes contra animales y criaturas fantásticas, como las amazonas, y se relatan curiosas aventuras de amor.

En la Transcaucasia el poeta del siglo XII Shota Rustaveli, tesorero de la reina Tamara de Georgia, es considerado el más importante escritor de este pueblo en el período de su clasicismo; fue el autor de El caballero envuelto en la piel de tigre, que enfatiza los ideales humanísticos de la caballería, los sentimientos del amor cortés, el valor y el papel de la suerte en héroes filantrópicos y generosos, cuyas enseñanzas van más allá del estrecho regionalismo, para marcar una representación de convivencia entre diferentes culturas. La obra presenta la búsqueda de una mujer considerada símbolo del Sol, que el Occidente secuestró más allá del mar: singular y bella historia de un caballero que se siente en el deber de rescatarla.

Ana Comneno, princesa bizantina de gran cultura, hija del emperador Alejo I, fue una de las primeras historiadoras reconocidas; escribió en griego La Alexiada (1148), que relata la historia del reinado de su padre.

El anónimo Cantar de las huestes de Ígor (1200), escrito en eslavo antiguo con una introducción y cuatro episodios, constituye un clásico de la cultura rusa y mezcla la mitología eslava con el cristianismo, y los dioses paganos son invocados junto a los motivos cristianos. El texto revela la campaña fracasada de un príncipe ruso contra los pueblos de Turquía, en un escenario que comprende actuales territorios de Ucrania, y constituye una de las tantas crónicas de guerra en una región de confluencias étnicas y con necesidad de armonía. Se ha puesto en duda su autenticidad, y también se ha politizado esta incertidumbre. Uno de sus valores estéticos se localiza en la acertada combinación de narración épica y lirismo, además de integrar y resolver de manera artística las digresiones, y lograr la unidad del canto para enaltecer el sentimiento patriótico del pueblo ruso.

Tras la batalla del Príncipe Ígor Sviatoslávich contra los polovtsianos, cuadro de Víktor Vasnetsov.

En la literatura del período de Rus de Kiev, siglos XI al XIV, escrita en eslavo ─a partir del siglo XIII se diferenciaron el ruso, el bielorruso y el ucraniano─, coinciden un grupo de leyendas, narraciones, tradiciones orales, hagiografías, así como literatura hímnica al servicio de la Iglesia, de gran valor artístico. Hay también crónicas históricas y épicas con influencia bizantina, y variados textos de propaganda religiosa y preceptos morales. La Crónica de Néstor (1113), la primera crónica eslava, relata los “años pasados” o los orígenes de los habitantes de la región entre los años 850 y 1110, e indaga en la génesis del pueblo ruso y su relación con los vecinos. Loas, homilías y textos de viajes completan la expresión literaria de estas culturas hasta las invasiones mongolas. Posteriormente se destacaron obras de carácter eclesiástico y biográfico, como la historia del líder y santo ruso nacido en Kiev, Aleksandr Nevski, que mezcló hagiografía y crónica. La palabra escrita debía servir a la paz entre diferentes, y obras como estas dejaron sentada la belleza clásica de la literatura de los eslavos, unidos por una historia común.

Una hoja de la copia de la Crónica de Néstor llamada Códice de Radziwiłł.

La literatura persa clásica se formó con aportes preislámicos, aunque la mayoría de los textos se han perdido; su acervo se extiende a parte del Asia Central, la India, Pakistán y Afganistán. El período clásico ─que incluye generalmente las etapas de las invasiones árabes─ suma nombres como el del poeta Ferdousí ─935-1020─, creador hacia el año 1000 de Shāhnāma o Libro de los Reyes, considerado la epopeya nacional de Persia por recoger las más auténticas tradiciones orales, mitos y leyendas, posiblemente uno de los pocos ejemplos de este tipo debidos a un solo autor, llamado por ello El Señor de la Palabra.

Se distinguen, asimismo, tres poetas persas del período clásico: Onsorí (¿? -1039), Daqiqí (935/942-976/980) y Rudaki (859-941). Los dos primeros nacieron en territorios que hoy pertenecen a Afganistán, y el tercero, en Tayikistán. Onsorí escribió unos 30 000 dísticos ─composición de dos versos: un hexámetro y un pentámetro─, además de casidas ─género elogioso, como un panegírico, de más de 50 versos─, ghazales ─género lírico semejante a las coplas con estribillos─, cuartetas y otras formas estróficas. A Daqiqí se deben miles de páginas sobre Zoroastro y su religión. Rudaki compuso en todos los estilos poéticos, y a pesar de su ceguera, la alegría y el optimismo distinguieron su obra; hacia 1251 apareció Calila e Dimna, mandada a traducir al castellano por Alfonso X, El Sabio, en España, cuya fuente original llegó del antiguo Pañchatantra, traducido posteriormente a idiomas como el árabe; esta obra tuvo gran influencia en Europa varias centurias después, especialmente cuando se pusieron de moda las fábulas y el sentido moralizante en el siglo XVIII.

“La literatura persa clásica se formó con aportes preislámicos, aunque la mayoría de los textos se han perdido; su acervo se extiende a parte del Asia Central, la India, Pakistán y Afganistán”.

Entre los numerosos poetas persas del período clásico también se destacaron Aschadí (¿?-1040), seguidor de la escuela panegírica de Onsorí en la corte del imperio gaznavida en Jorasán, en el actual Afganistán y en la región del Punyab; Farrojí (¿? -1037), panegirista destacado de la corte de sultán Mahmud, hoy territorio afgano, y Asadi Tousi, importante poeta épico.

Hakim Sanai ─entre los siglos XI y XII─ fue cultor del masnaví, un género heroico, épico o histórico de carácter didáctico, filosófico y religioso, con dos versos pareados y en que la métrica de cada hemistiquio no excede las 11 sílabas; su obra El jardín amurallado de la verdad es una de las más destacadas de la literatura persa, portadora de gran sabiduría y merecedora de notable popularidad. En general, estas piezas lograron un significativo aliento artístico con evocaciones a la naturaleza y sirvieron de fuente de orgullo e inspiración para preservar y avivar el sentimiento de identidad de los persas.

Hakim Sanai, cultor del masnaví, un género heroico, épico o histórico de carácter didáctico, filosófico y religioso.

Farid al Din Attar (1145-1221), poeta místico musulmán persa, ejerció como boticario ─attar es farmacéutico─ y viajó mucho desde Egipto hasta la India. Piadoso sufista ─practicante del misticismo del islam─, con unos 10 000 dísticos, en su extensa obra atribuida, sobresalen sus diwanes o recopilaciones de poemas, distinguidos por sus complejas descripciones y evocaciones místicas de profundo hermetismo y notables valores religiosos: sus masnavíes narrativos, la colección hagiográfica Memorial de los Santos, El Libro divino, referido a la historia de un califa y sus seis hijos ambiciosos, y el Libro de los misterios, con su mensaje de esperanza por la liberación del espíritu a partir del despojo de las vanidades, estuvieron entre los acervos místicos más importante de la literatura clásica del mundo islámico. Attar escribió muchos más textos, pero Lenguaje de los pájaros ha sido considerada su obra mayor, una especulación artística referida a las aves como representantes simbólicas del alma humana, con lenguaje propio en su acercamiento al cielo.

De Farid al Din Attar, poeta místico musulmán persa, sobresalen sus recopilaciones de poemas, distinguidos por sus complejas descripciones y evocaciones místicas de profundo hermetismo y notables valores religiosos.

Posiblemente el poeta clásico persa más difundido en Occidente ha sido Omar Jayyam o Khayyam (1048-1131), quien tuvo una sólida educación filosófica y científica; en Samarcanda estudió Álgebra y fue llamado junto a otros para la construcción del observatorio astronómico en Marv, en el actual Turkmenistán. Se relacionó con poderosos califas, religiosos, científicos…, abrazó el islamismo y escribió en persa antiguo. Sus poemas son ejercicios de sutileza y ejemplos de irónica delicadeza escéptica; su obra más famosa son los Rubaiyat, traducido como Cuartetos ─riman el primero, el segundo y el cuarto versos, y queda libre al tercero─, una profunda mirada a los placeres y la amargura, la forja del carácter ante las contingencias, los sacrificios por los ideales, la lamentable permanencia de los prejuicios y la búsqueda de la verdad. Se trata de un clásico no solo de la literatura persa, sino de la universal, pues se proyecta hacia el ser humano de cualquier tiempo y lugar. Como Khayyam, hay otros escritores persas de dimensión mundial, sin suficiente divulgación.

Omar Jayyam o Khayyam. Sus poemas son ejercicios de sutileza y ejemplos de irónica delicadeza escéptica.

El gran poeta Rūmī (1207-1273), místico sufí conocido como Mavlānā, nació en el Gran Jorasán de Persia, en la ciudad de Balj ─actual Afganistán─ y murió en el sultanato de Rum ─actual Turquía─.  Su poesía, que influyó sobre la literatura persa, urdú y turca, incluye cuartetas o rubaiyat, odas o ghazales, y sus coplas espirituales apoyan desde la poesía las enseñanzas del Corán; escribió además discursos, cartas y sermones. Los discípulos de Rūmī fundaron la Orden Mevleví de los derviches, tariga o místicos de Turquía. La poesía del misticismo islámico o sufí en esta región alcanzó su mayor perfeccionamiento a partir del siglo XIII, especialmente a partir de Rūmī; su emoción lírica, variadas rimas y síntesis del lenguaje, marcan una sutil belleza de profundas subjetividades.  

“Su poesía, que influyó sobre la literatura persa, urdú y turca, incluye cuartetas o rubaiyat, odas o ghazales, y sus coplas espirituales apoyan desde la poesía las enseñanzas del Corán”.

Entre la literatura preislámica turca clásica puede mencionarse el Libro de Dede Korkut ─1300─, epopeya con testimonios sobre el estilo de vida y las tradiciones del pueblo turco, extendido entonces hasta territorios de la actual Asia Central. Haci Bektas Veli ─siglo XIII─ fundó la orden Bektasi y fue uno de los primeros autores turcos, aunque nació en el norte de Persia y después de un peregrinaje se estableció en la Anatolia turca; su proyección humanista contempla la igualdad de la mujer; fue asesinado por gobernantes selyúcidas, para quienes algunas de sus doctrinas pudieron haberse convertido en una amenaza. Yunus Emre (1240-1321), poeta místico turco también de Anatolia, es conocido por El opúsculo de los consejos y por su Diván; en su obra de carácter filosófico se exalta la igualdad y se condena la soberbia, critica las ambiciones de poder y el fanatismo religioso, defiende el control de las pasiones y el estudio de la ciencia.

Libro de Dede Korkut (1300), epopeya con testimonios sobre el estilo de vida y las tradiciones del pueblo turco, extendido entonces hasta territorios de la actual Asia Central.

Una de las obras más famosas de este período clásico del Oriente Medio es la célebre recopilación de cuentos escritos en árabe, conocida como Las mil y una noches. Formada a partir de un libro de mayor antigüedad llamado Mil leyendas (850), su compilador árabe vivió en el siglo IX, pero su fuente anterior se originó en la India. Se cree que la historia de Scheherezade, reina sasánida en conflicto con su malévolo esposo, el rey Shahryar, se añadió en el siglo XIV. “Aladino”, “Alí Babá y los cuarenta ladrones”, “Simbad el marino”, entre otros, constituyen ejemplos de narraciones muy famosas apreciadas en la literatura occidental. Se trata de una obra de la tradición oral con versiones a través de los siglos, no solo para la literatura, sino para otras expresiones de la cultura, y ha contribuido a la imagen de estos pueblos, no pocas veces estereotipada y simplista.

Cubierta de una de las de ediciones de Las mil y una noches.

La literatura hindú, después de largo período de textos sagrados de trasmisión oral, muestra brillantes exponentes que la enriquecieron en su esplendoroso debut, entre los más antiguos de la humanidad. Cuantiosas leyendas heroicas y epopeyas, mitos sagrados y textos históricos y amorosos fueron escritos durante siglos, casi siempre usando como referentes originales fuentes de belleza inspiradoras de muchísimas obras posteriores. Posiblemente las piezas clásicas más frecuentes en este período pertenecen a la literatura dramática, con más de 400 obras conservadas, escritas en sánscrito.

Asvaghosa, del primer siglo de nuestra era, considerado el primer dramaturgo hindú, fue poeta budista cultivador del kaviá, estilo retórico sánscrito que se usó en las cortes desde del primer milenio hasta el siglo VII; mezclaba para la escena poesía y prosa con extraordinaria belleza y armonía.

El más influyente de estos poetas-dramaturgos hindúes fue Kālidāsa (375-414), autor colmado de leyendas; a él se le han atribuido numerosas obras, pero con certeza es el creador de Sakuntalá, admirada posteriormente por el romanticismo europeo. Cuenta la historia de amor entre la hija de Menakā ─una apsará que bajo la interpretación europea sería una ninfa celestial, aunque más bien se trate de una representación de la naturaleza─ y un asceta, y el rey Dushyanta; para ello desarrolla equívocos y magia con exquisito refinamiento, elegancia, sobriedad, evocaciones de encantamiento, combinaciones de diálogo en prosa simple y sublime, con estrofas poéticas muy elaboradas, descriptivas y destinadas al canto. De la producción lírica de Kālidāsa se recuerda, entre otras, Ritusamhara o Descripción de las estaciones, obra maestra clásica de la poesía descriptiva, que alude al vínculo entre el amor y el erotismo con el ciclo estacional del año en la India, con extraordinario sentido plástico. Estas creaciones dejaron establecido un clásico ideal de belleza en la concepción de los seres humanos como parte de la naturaleza.

El curso de las estaciones (Ritusamhara) alude al vínculo entre el amor y el erotismo con el ciclo estacional del año en la India.

Otros autores clásicos de la literatura dramática hindú son: Vishakha Datta ─hacia el 400─, cuya Mudra rakshasa o La protección del símbolo del rey es un drama histórico que narra la ascensión al poder en la India septentrional del rey Chandragupta Mauria, entre 340-298 a.n.e., bajo el ambiente de engaños y traiciones de dos ministros rivales. Bhavabhuti ─ca. 700─ escribió historias de amor con intensas oposiciones familiares. Krisnamishra ─siglo XI─ concibió un teatro alegórico de gran complejidad, abstracción y propaganda doctrinal. Jayadeva ─siglo XII─, poeta hímnico, en su Guitá govinda mezcla poesía, teatro, épica narrativa, himnos amorosos cantados y música danzada, aborda el idilio amoroso entre Govinda o Krisna, encarnación de Visnú, y Radha, una alegoría de dios y el alma humana escrita con belleza comparable a la del al bíblico Cantar de los Cantares.

La lírica tuvo grandes compiladores de literatura amorosa, con descripciones de la naturaleza y meditaciones sapienciales, como en los casos de Saptasati ─siglos I- II─ y Bharthaibari ─siglo VII─. Apólogos y fábulas extraídos del antiguo Pañchatantra son revisitados en este período clásico y marcaron una huella importante en Occidente. Las fábulas siguieron esta tradición y no pocas historias de amor de muchos autores europeos noveladas con intención moralizante, tomaron como patrón el núcleo argumentativo de la literatura clásica de la India, a veces de maneras muy alejadas a sus propósitos originales.

Manuscrito del texto castellano Calila e Dimna (1251), basado en el Panchatantra.

En este período predominaron narraciones hindúes históricas y eróticas. Dasha Kumara Charita ─ca. 650-750─, que vivió en Kanchi, cerca de la actual Masrás, aportó entre otras obras poéticas y prosas épicas, Las aventuras de los diez príncipes, ubicada espacialmente en casi toda la India, y con lances de gran erotismo. De este género, la pieza más difundida y editada en Occidente ha sido el Kamasutra ─hacia el 500─, con aforismos de las ancestrales prácticas del comportamiento sexual humano, dispuestos en orden y claro lenguaje, compilados por Vatsyayana ─entre los siglos I y VI─, de la época del imperio Gupta. No pocas versiones vulgares se distancian de las intenciones de su autor, quien declaró: “Este texto no se debe usar meramente como instrumento para satisfacer los deseos. Una persona conocedora de los verdaderos principios de este conocimiento, que preserva su dharma [virtud o mérito religioso], su artha [riqueza material] y su kama [placer sexual], y que tiene cuidado con las costumbres de las personas, seguramente obtendrá el control sobre sus sentidos. Es decir, un hombre inteligente y conocedor que cuide tanto dharma como artha y kama, que no se vuelva esclavo de sus pasiones, obtendrá el éxito en todo lo que quiera hacer”.