La cachimba
9/1/2018
LA CACHIMBA
Con un trozo de Caoba
y otro trozo de Jiquí
me hice una cachimba así,
no muy grande la joroba.
Al terminarle la coba
en la piedra de esmeril
vino la suegra de Gil,
que vive allá en Alacranes
a comprármela en cien janes,
y yo no la doy ni en mil.
Mi cachimba no la vendo
ni en mil, ni en dos mil tampoco;
si el barrio se vuelve loco
la noche que no la enciendo.
Ayer me estaba diciendo
Juana, una temba, que quiere
después que se recupere
de fiebre y de neumonía,
probar la cachimba mía
sin que el marido se entere.
Y Julia que se enteró
del lío de mi cachimba:
le dijo a Juana Carimba:
"Esa me la fumo yo".
En la mano la cogió
y le puso picadura;
le examinó la ranura
que tiene al final del caño,
y para no hacerle daño,
se quitó la dentadura.
El lunes, de Jicotea,
vino a verme Margarita,
que, por cierto, la chiquita
está que le traquetea.
Como mi cachimba crea
un ambiente dulce y blando
empezamos conversando,
y como el humo emborracha
me pase con la muchacha
toda la noche fumando.
Una vieja, el otro día,
que no fuma, sin embargo
se quiso enterar del largo
que mi cachimba tenía.
En la mano la cogía
como medio entrecortada,
y al probar una fumada
me dijo a mí la señora:
"mañana vuelvo a esta hora
a coger otra cachada".
¿Saben cómo yo combato
el humo y la nicotina?
Muy fácil: una vecina
me la limpia a cada rato
con agua y bicarbonato.
Para que le contrarreste
algún residuo de peste
la pone sobre un cristal
con un esmero especial;
para que yo se la preste.
Y a pesar de tanto uso
que ya mi cachimba tiene
como una vara mantiene
el palo que se le puso.
Y si se lo veo confuso,
se lo mando a reparar
para que pueda contar
con un corazón de roble;
que se parta y no se doble
cuando la tenga que usar.
(El informante sostiene que es anónima, aunque el
poeta avileño Esteban Pagés se la atribuye)