La crítica y la autocrítica en la Revolución Cubana y, en particular, en la concepción de dos de sus figuras principales, Fidel Castro y Ernesto Guevara, fueron los temas que signaron el encuentro promovido por la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC) y que se desarrolló en el Salón Principal de la Casa del Alba Cultural. Bajo el título “La crítica revolucionaria en Fidel Castro y Che Guevara”, el panel moderado por el investigador Rafael Hidalgo contó con la participación de la también investigadora y profesora titular en la Universidad de La Habana, María del Carmen Ariet y del historiador Luis Suárez.
Ariet destacó la capacidad de ambas personalidades en la configuración de una concreción práctica de los postulados marxistas. En el caso del Che, la investigadora abordó el estudio que realizó de los problemas concretos de la región de América Latina y el proceso a través del cual formó parte de la lucha contra la dictadura batistiana.
También lo valoró como un hombre de su tiempo, que asumió el proyecto de la Revolución Cubana con espíritu crítico y renovador desde un conocimiento práctico de la realidad en el cual se imbricaron diferentes materias, asidas desde el marxismo y el pensamiento de clase para la transformación social. Si algo fue el Che es un verdadero marxista, afirmó la investigadora.

Igualmente reconoció la concepción que él tenía sobre la participación del pueblo y el valor del ser humano como sujeto histórico, convencido del proyecto que está defendiendo. En ese corpus, reiteró, Guevara tuvo una visión totalizadora del marxismo en el cual se integran diferentes ideas de acuerdo con la realidad concreta.
Ello, de acuerdo con la profesora, se estructuró en base a la búsqueda de la igualdad, la justicia social y la dignidad, donde la construcción de una nueva cultura pasa ineludiblemente por un ejercicio de espíritu crítico y autocrítico como medidor de deficiencias, aspecto en el cual fue determinante el líder histórico de la Revolución. “El ejercicio de la crítica es un elemento vital para la sobrevivencia de cualquier proyecto político y, si se llama Revolución cubana, más todavía”, manifestó Rafael Hidalgo.
Al respecto, Luis Suárez destacó la concepción de esos rasgos frente al enfrentamiento de errores no como un rastro epidérmico o demagógico, sino transversal a la gestión del proyecto revolucionario. En dicho apartado, el historiador reseñó los informes hechos por Fidel a los Congresos del Partido Comunista, y destacó el planteado tiempo antes de la puesta en práctica del conocido proceso de rectificación de errores y tendencias negativas.
Elementos puntuales y manifiestos a lo largo del accionar de ambas personalidades están contemplados además desde la participación de las masas, la reseña a la figura de Guevara y la valorización del diálogo y la crítica al sectarismo y otros errores.
“La actualización del socialismo cubano está exigida de un análisis crítico y autocrítico de los problemas que afectan al país”.
Algunos de dichos señalamientos aparecieron en la carta inédita del Che a Fidel poco tiempo antes de salir del país hacia África. En dicha epístola, como destacó Ariet, advierte entre otros problemas la improvisación, la indisciplina administrativa, la falta de exigencia en los cuadros de dirección, la desorganización, la ausencia de una estructura en los niveles de decisión y la falta de visión.
La investigadora reseñó también la reunión bimestral del 10 de marzo de 1962, en la cual Guevara señaló otras insuficiencias en la construcción del proyecto revolucionario. En tal escenario el Che recordaba que: “La función del núcleo es, digamos, una función del motor de la Revolución, de movilizador de masas y de control. Ahora, el organismo de control se convierte en organización o ejecutor. ¿Quién controló ese organismo? La crítica desaparece automáticamente. Al desaparecer el canal por el que se expresa la crítica, los organismos superiores no reciben esa crítica. No se puede ser censor de sí mismo. El Partido debe ser el motor que impulse la acción y que la controle, pero a su vez debe ser controlado”.
Suárez, a su vez, señaló la importancia que ambas figuras históricas le otorgaron a la formación de la conciencia, a escuchar las opiniones de la población y fomentar su participación, junto a otras ideas manifiestas en el libro El pensamiento del Che y el legado de Fidel sobre la transición socialista. “La actualización del socialismo cubano ─subrayó─ está exigida de un análisis crítico y autocrítico de los problemas que afectan al país”.

