La gente, la calle, la desobediencia

Maikel José Rodríguez Calviño
3/12/2019

“La gente, la calle, mirando cómo va la vida, sin tiempo, esperando que caiga, que aparezca el sol, viviendo en la furia del día como si un segundo fuera todo y más…”

(Conga del diario, de Niuska Miniet,
en voz de Ivette Cepeda)

 

Disentir. Discrepar. Desobedecer. ¿A dónde nos llevan? ¿Qué consecuencias traen? ¿Somos conscientes de ellas? ¿Podemos, realmente, disentir, discrepar, desobedecer? ¿Trascendemos la simple manada de cuerpos inertes caminando sin rumbo fijo, sin horizontes a la vista, rumiando en colectivo nuestra soledad? Estas interrogantes me asaltan siempre que entro en contacto con la obra de Alejandro Gómez Cangas, cuya más reciente muestra personal puede ser apreciada, bajo el título Estudios sobre la desobediencia, en la capitalina galería Villa Manuela. 

Artista de la plástica Alejandro Gómez Cangas. Foto: Tomada del sitio del artista
 

Alejandro es conocido por sus óleos sobre lienzo repletos de personas, usualmente representadas de espaldas, que caminan en grupo apretado, conforman aglomeraciones o se agrupan en círculos. En ocasiones van emergiendo poco a poco del fondo pictórico; en otras, aguardan, pacientes, por algo que desconocemos, avanzan con los ojos fijos en una roja línea dispuesta sobre la blancura del soporte o conforman palabras u oraciones de un texto propenso a ser leído a vuelo de pájaro. Al decir del crítico Héctor Antón, estos individuos “padecen de un extravío que no los conduce a ninguna parte”, pero ahí están, siempre juntos, con sus bolsas y bicicletas, con sus uniformes y ropas de diario, a la expectativa.

La Ilusión y el destierro mental. Óleo sobre lienzo. Fotos: Maité Fernández
 

Alejandro obtiene dichas aglomeraciones representando, una a una, las personas que retrata en la calle. Dispuestas sobre la misma superficie, reunidas en la misma realidad pictórica, estos cubanos de a pie (entre los que cuenta el propio artista) parecen establecer entre sí un extraño diálogo, a veces susurrado con los mentones pegados al pecho, a veces totalmente silenciado por la frustración y el desencanto, o tal vez por la esperanza, a la que jamás renuncian, pese a todo.    

El particular universo iconográfico de Gómez Cangas está presente en esta propuesta, si bien el tejido curatorial incluye piezas que expanden los límites técnicos explorados por él hasta el momento. Así, encontramos óleos sobre lienzo de gran impacto visual (Brecha No. 4, cuenta entre las más atractivas) y dibujos de gran precisión y solidez conceptual, pero también hallamos pinturas sobre soportes menos tradicionales, en un valiente y plausible afán del artífice por abandonar su zona de confort. En este apartado destacan La promesa, realizada en gouache sobre concreto, la acuarela Diluvio e Isla o estudio aislante, elaborada con plomo, corcho y lana de vidrio. Muchas veces los materiales aportan contenido simbólico a las obras. Así, La promesa es perpetuada por el cemento, el grupo de Isla… se mantiene a flote gracias al corcho o terminará hundiéndose gracias al plomo, y los personajes de Diluvio sobreviven a duras penas el derrame pluvial intrínseco a la técnica con que fueron representados.

La Promesa. Gouache sobre concreto.
 

Como cierre de la muestra encontramos Ciclo,  pieza que merece especial atención, por cuanto nos muestra al propio creador atrapado en un fenaquistiscopio,[1] debidamente modificado por él mismo, que, paradójicamente, le impide disentir, discrepar, desobedecer. Es como si Alejandro estuviese centrando su atención, progresivamente, en grupos cada vez más reducidos de personajes, hasta el punto de ponderar un individuo, de detenerse en una historia personal, en una microhistoria (en una microagonía viciosa: la suya) para regodearse en ella, exponerla, compartirla. Con esta pieza estamos, pues, ante un artefacto que nos propone una ilusión de movimiento reafirmada por el hecho de que el personaje representado en ella camina en círculos. Así, el espejismo nos golpea por partida doble; no hay escapatoria en ese Uróboros que se muerde la cola, que se consume a sí mismo una y otra vez.  

Estudio en Madera. Óleo sobre madera.
 

Parte de esta idea halla refuerzos en la museografía de la muestra, cuya disposición nos conduce con gran acierto de lo colectivo a lo individual, de lo grupal a lo personal. Efectúo un aparte para destacar la labor que, en este sentido, viene desarrollando el equipo de Villa Manuela; trabajo acentuado cuando los artistas ejecutan las obras a exhibir en función del espacio galerístico, algo que no siempre toman en cuenta exponentes y/o curadores, y que es esencial para la adecuada visualidad de las muestras. Con Estudios… se logró una coherencia entre la selección de piezas, sus formatos y la distribución in situ, lo cual constituye uno de sus aciertos.

Los personajes de Alejandro siguen aguardando, siguen caminando, siguen… Yo, que formo parte de ellos (que los siento y respiro, como ellos me respiran y sienten), avanzo, resisto, sobrevivo, siempre a la espera del momento para disentir, discrepar, desobedecer. Mientras, me abandono al compás del ritmo cotidiano, de la música de la existencia, de esos compases, en voz de Ivette Cepeda, que nos hablan de la gente, de la calle, del amanecer, de los pedazos que dejamos en los caminos…

 
Notas:
 
[1] Primer juguete óptico que permitió reproducir una imagen en movimiento. El nombre deriva de los vocablos griegos phénakisticos, «engañar», y scopein, «mirar, examinar». Fue inventado simultáneamente en 1832 por el físico belga Joseph-Antoine Ferdinand Plateau y el matemático austríaco Simon von Stampfer. Está fundamentado en el efecto de la persistencia de la visión o persistencia retinal, y se compone de un disco giratorio de cartón con una serie de rendijas o ranuras equidistantes. En uno de los lados incluye un conjunto de dibujos que descomponen las fases del movimiento. El espectador se sitúa delante de un espejo y coloca las imágenes de cara a este, de forma que, al hacer girar el disco y mirar a través de una ranura, se obtiene la ilusión de cinetismo.
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