Un día, como este mismo, se levanta uno, coge el teléfono para ver la hora, pincha aquí y allá y de pronto aparece un post de Alejandro Ramírez Anderson, en el que habla de varios de sus documentales y la participación de Senarega como fotógrafo.

Al final no entiendo bien, menciona un nombre, también a alguien que ha muerto. Sigo sin entender bien y ya estoy impactado por lo que puede y no quiero que sea. Hago rodar la pantalla y entonces encuentro otro post, definitivo. Natacha, la compañera de Rigoberto Senarega y madre de sus hijos, agradece a Alejandro por el post anterior, el que yo no entendía y donde ya se daba la triste e inesperada noticia de su muerte.

Senarega estaba trabajando conmigo en un documental que esperábamos terminar en agosto. Habíamos hablado hace unos días. Ayer, Michel Caballero, nuestro sonidista, había hablado con él. Pero la muerte no hace bromas, ni le interesan las ilusiones de un creador, ni las películas.

“Es un golpe para mí, para todos nosotros, (…) pero lo será sobre todo para toda aquella tropa de jóvenes que burlaron el peligro y salieron airosos de la guerra en Angola”.

Era de las generaciones más jóvenes que ingresaron en La Fílmica y formó el grupo de aquellos muchachos, a quienes les dieron “la tarea” de irse al combate en Cuito Cuanavale. No tuvimos bajas en aquella ocasión y regresaron bellos, despreocupados, como sólo se sabe estar a esa edad en que parecemos inmortales.

Con él se podía contar siempre y tenerlo era como contratar un tren con su maquinista. Él sabía y siempre lo hizo, cambiar las cosas, dominar las peripecias de la aventura y meterse en la vida sin más interés que el ver qué pasa.

Era de las generaciones más jóvenes que ingresaron en La Fílmica y formó el grupo de aquellos muchachos, a quienes les dieron “la tarea” de irse al combate en Cuito Cuanavale. Foto: Tomada de Internet

Es un golpe para mí, para todos nosotros, para sus compañeros de los cine clubes donde empezó, de La Fílmica, de la televisión, pero lo será sobre todo para toda aquella tropa de jóvenes que burlaron el peligro y salieron airosos de la guerra en Angola.

Para Giselle su mujer, Natacha y los dos hijos que tuvieron, nuestra compañía modesta, elemental, porque nada podemos hacer ante un pesar tan profundo.

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