Todavía conservo el aroma de las flores más hermosas del mundo. Podrá parecer una desmesura, pero la vida también lo es. Las recibí de manos de Yunier Sarmientos, jefe de redacción de la revista Alma Mater, durante el conversatorio-lectura-descargas dado en llamar Cronicar es salvaren la Casa del Alba Cultural, coordinado por la sede, así como por la Casa Editora Abril, la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) y la centenaria revista de los universitarios cubanos.

Calle Línea, La Habana. Noviembre abría. Era seis.

“La crónica es atmósfera por antonomasia”, repetí tres veces ante el auditorio, llevado por las ganas de fijar una de las claves del encuentro. Me dejé llevar por las miradas de los amigos, radialistas, estudiantes, gente de la comunicación, la pantalla, el mundo editorial… que generosamente acudieron a compartir conmigo en el inicio de esa tarde.

Me permití compartir un fragmento de Cecilia, la antológica cinta de Solás, el encuentro de la madre de Leonardo (Raquel Revuelta) con el Capitán General de la Isla. Aquellos minutos en que llega el personaje, hierático; en el que rinde con todas armas al funcionario, en su propia mesa; en el que se evapora por el pasillo como una aparición. Atmósfera sostenida y modélica, aunque venga del cine y no del periodismo.

Durante el espacio Cronicar es salvar, el periodista santiaguero Reinaldo Cedeño definió que el Periodismo Cultural no es solamente la inmersión en el universo del pensamiento y la creación estética, sino la narrativa de esa inmersión, las estrategias para saber contarla.

La crónica no es adorno, sino penetración. Es un do de pecho. Es el latido más que el corazón, la pincelada más que el cuadro, la ola más que el mar.

Hubo otras claves que intenté repicar en el volumen Ser periodista, ser Quijote (Ediciones La Luz, 2019) y que apreté en esos minutos. El Periodismo Cultural no es solamente la inmersión en el universo del pensamiento y la creación estética, sino la narrativa de esa inmersión, las estrategias para saber contarla. El Periodismo Cultural no es un elemento sucedáneo o ajeno, no es lo que llega después; sino un componente capital de dicho proceso. Sin él, la obra artística se consume en sí misma, como una vela.

Abrazos

Cuando las emociones se desbordan, llega Rosa Elena Encinas, directora de La Jiribilla, para dejar en mis manos los distintivos por los 20 años de esta publicación. ¡A que mantengo mi cultura!, dice la taza. Lista para mi colección, al lado de la que diseñamos para el Concurso Caridad Pineda, al lado de la que remeda la pirámide del sol de Teotihuacán. Lo mejor de todo es el abrazo.

Un abrazo es la palabra mayor. Es un presagio.

Durante el intercambio, Cedeño recibió los distintivos por los 20 años de la publicación cultural La Jiribilla, entregados por su directora Rosa Elena Encinas.

Y llegan las preguntas, como es menester. Una pregunta es una saeta y una respuesta ha de serlo también. “¿Cómo se sabe cuál es la hora de hacer la crónica?” No resulta fácil devolver la chispa, eslabonar en el aire. “Cuando sientas la punzada, cuando algo te punce”, le respondí.

Mi colega Teresa Valdés —esa que dibuja el mundo con las manos— toma el micrófono. Viajo y vuelvo en un minuto a la hermosa Colima del Pacífico mexicano, donde nos reencontramos. El intercambio versa sobre las redes, las tecnologías, el periodismo. Las uso ardorosamente, pero no me postro ante ellas, tal vez sea porque nací antes. Nunca las he visto como una meta en sí mismas, sino como un canal para seguir expandiendo las ideas. Un canal fabuloso, eso sí.

Se acabaron las fronteras, pero no la exigencia. Ella es siempre la misma: seguir narrando lo que ves, seguir contando lo que sientes de la mejor manera posible. Por supuesto, eso requiere adecuarse a los nuevos contextos… pero ¿cuándo no? Vivir es una continua adaptación.

“El intercambio versa sobre las redes, las tecnologías, el periodismo. Las uso ardorosamente, pero no me postro ante ellas, tal vez sea porque nací antes. Nunca las he visto como una meta en sí mismas, sino como un canal para seguir expandiendo las ideas. Un canal fabuloso, eso sí”.

Nos permitimos leer “Estrías”, el artículo dedicado a la emigración que se publicó inicialmente en la revista Alma Mater y que integra nuestro libro más reciente, ¡Apunten…! (Roque Libros, 2023). Cada partida es una sacudida, escribí entonces. Las partidas siguen sacudiéndome, sacudiéndonos.

Y ahí sobrevino otra interrogante. Del otro lado, Daniel Ernesto Burgos Rodríguez, estudiante de segundo año de Periodismo de la Universidad de La Habana. Introduce, me trata de experto, me pide un consejo. No creo que sea lo primero y no suelo hacer lo segundo, mas lo escucho con respeto: “¿Qué consejos nos da, a las nuevas generaciones, para hacer mejor periodismo… en un país lleno de estrías?”.

El propósito esencial es tocar a la gente, a la tuya, a los cubanos, a Cuba. Tocar es un verbo que define. Cuba es siempre nuestro compromiso, el primero y el último. Todo fluye cuando un cubano le habla a otro cubano con sinceridad. Hay decir lo que a veces duele.

Es otra flecha en vuelo. El propósito esencial es tocar a la gente, a la tuya, a los cubanos, a Cuba. Tocar es un verbo que define. Cuba es siempre nuestro compromiso, el primero y el último. Todo fluye cuando un cubano le habla a otro cubano con sinceridad. Hay decir lo que a veces duele. “Si te duele, es buena señal”, decía Teresa de Calcuta sobre el amor.

He tratado de revisitar el justo instante. No es una réplica fotográfica, mas es el sentido de la respuesta. Tengo que confesar, sin embargo, que se fue conmigo la pregunta, como un eco. Tal vez hoy la respuesta hubiera sido más gráfica, hubiera sido pedirle que se acercara, que se acercara más…

Así, abrazándonos, es como vamos a salvar un país con estrías.

Abrazando la necesidad de servir al otro, sin que se sienta menoscabo alguno por servir. Abrazando los argumentos, no las sentencias. Abrazando a los que están lejos y a los que están cerca. Abrazando la verdad, hasta sentirla en el aire, hasta fundirse en ella.