La simplicidad y la espontaneidad, así como la representación, muchas veces asociada a los espacios rurales, de forma ingenua y sin pretensiones técnicas, caracterizan grosso modo al arte naif, corriente cuyo origen —tal como lo conocemos, porque podríamos rastrearlo desde los inicios mismos de la expresión plástica— se remonta al siglo XIX en Francia (la palabra deriva del francés naif, que significa justamente ingenuo o simple) y se vincula, en este primer momento, a la obra de artistas como Henri Rousseau, El Aduanero (1844-1910).
El autodidactismo de los creadores, muchas veces asociados a movimientos populares, la interpretación libre de la perspectiva o su ausencia, la utilización de los colores brillantes y contrastados, la perspectiva captada por intuición, que en muchos aspectos recuerda (o se inspira) en el arte infantil, subrayan también características del naif, que en Cuba ha tenido ámbito fecundo y exponentes notables como Ruperto Jay Matamoros, quien recibió en el 2000 el Premio Nacional de Artes Plásticas, Uver Solís, Gilberto Vargas, Julio Breff, Lawrence Zúñiga, los grupos Bayate y Miranda, en Mella, Santiago de Cuba, y en varias regiones del centro del país.
Justamente varias piezas de Julio Breff —el más reconocido, fuera de las fronteras provinciales y nacionales, de los naif holguineros— integran la exposición colectiva Miradas, abierta al público en la Sala Principal del Centro Provincial de Arte de Holguín y compuesta, además, por obras de varios artistas que defienden la expresión en esta parte de la geografía insular: Bertha Beltrán Ordóñez, que fue la curadora de la muestra, Cristina Fonollosa, Jorge Antonio Carmenate Fernández, Lorenzo Pantoja, Luis Téllez Breff, Rafael Cala Lores y Rolando Antonio Salvador Pavón.
“El autodidactismo de los creadores (…), la interpretación libre de la perspectiva o su ausencia, la utilización de los colores brillantes y contrastados, la perspectiva captada por intuición, que en muchos aspectos recuerda (o se inspira) en el arte infantil, subrayan también características del naif”.
Visitarla es abrir (y abrirse a) una ventana que nos permite recorrer las formas del naif en Holguín. Y mostrarlas en esa plenitud grupal y, al mismo tiempo, diferenciadora que posibilita una muestra colectiva, aunque sea cuidada bajo el mismo signo o intención.
Las piezas de Breff, Cristina Fonollosa y Rolando Antonio Salvador Pavón eran de obligada y necesaria inclusión. De ellas he escrito en varios momentos y particularizan especialmente el arte naif local. Breff es un pintor que escapa a las clasificaciones, a veces esquemáticas o académicas, del naif y sus características. Su obra es germinadora de realidad, de un universo paralelo donde todo lo que sueña puede ser posible. Aquí el naif es gozo y vivacidad, no una fórmula.

El pintor pone su empeño en cada pieza, como si hubiera comprendido tarde —¿cómo si acaso ello fuera importante?— las clasificaciones y nombres (naif, primitivo, arte crudo) de lo que hace por vocación, por pasión creadora. Él solo ha querido pintar y hacerlo de la mejor manera posible, aunque insiste en huir de estructuras, de lo que “puede gustar” dentro del naif, porque la obra de Julio Breff es —y ahí el primer y feliz asombro— auténtica.
Lo es en la expansión de las posibilidades de la creación pictórica, en la no asimilación de pautas salvo las que dicte la propia imaginación, en ir en contra de los estereotipos que pueden circunscribirse a la presentación del campo y sus pobladores; y a partir de esto, en los diálogos gozosos entre campo y ciudad, entre lo que podríamos llamar modernidad (entiéndase la ciencia, la tecnología o una “cultura citadina”) y tradición.

Su pintura está traspasada —él ha insistido en ello— por lo sobrenatural: por una concepción de lo sobrenatural ligada al campo cubano y sus tradiciones, incluso a la religiosidad, más que a la religión, de una zona del país abundante en confluencias y asimilaciones, en el lento pero constante avance de los sedimentos que componen la identidad nacional.
Por su parte, Pavón ha sabido armar una cosmogonía distinguible a simple vista en el contexto plástico local y su obra es una invitación para descubrir la ciudad desde varios ángulos: lo social, lo político, lo religioso, lo cultural… La Loma de la Cruz, epicentro de buena parte de los cuadros, los carnavales que peculiarizan los festejos estivales, el béisbol como pasión e identidad, eventos culturales como las Romerías de Mayo, el transporte público… son los elementos que distinguen una poética llena de guiños e insinuaciones sociales y culturales. Su mirada sigue, desde el naif, la mejor tradición insular que se ha apropiado de las urbes. Así revisita sus elementos identitarios, los hace suyos y nos lo muestra con la sugerente línea de su pincel.

Cristina Fonollosa, artista catalana que hizo suya la ciudad, aporta un “rasgo diferenciador” que la aleja tanto de la poética de Breff como de Pavón (y del resto de los artistas de Miradas). Añade una visión “mediterránea” donde afloran los temas recurrentes en su obra: la feminidad consiente que coloca a la mujer en el centro de su mirada lírica, los gatos, el mar, la luna, la isla, las flores… incluso elementos de la religiosidad y de la literatura española y también cubana, distinguen la singularidad creativa de una artista presente en museos y eventos de arte naif en el mundo.

Fue grato encontrarme con la obra de estos tres creadores, imprescindibles. Como también con las piezas de Bertha Beltrán Ordóñez, quien parte del naif para alimentar una poética tan personal y sugerente, en la que sigue buscando y lo mejor, encontrando disímiles posibilidades de expresión que desbordan las calificaciones para adentrarse, felizmente, en los terrenos y los cauces de la imaginación.
Bertha ha consolidado con creces una mirada creativa que —siendo tan original como sus figuraciones y al mismo tiempo, tan alejada de poses y ciclos fatuos— no se aleja en ningún momento de los presupuestos iniciales que siguen sosteniendo las estructuras de sus obras, sino que, al contrario, los redimensiona y potencia para ofrecérnoslos tan originales como fecundos. En su trabajo hay una búsqueda de formas de expresión que evocan la infancia y su socorrida inocencia: la sencillez aparente es un elaborado esfuerzo de evocaciones donde —para que el arte naif sea “auténtico” en toda su dimensión prístina— el propósito inicial ha de expresar formalmente aquello que evoque una infancia supuestamente ingenua.

Pero aun así la obra de Bertha se resiste a este tipo de corsé, aunque sus cuadros sean “evocaciones” y “recreaciones” de escenas campestres, pasajes de la cotidianidad, personajes populares… como las piezas de muchos de los maestros cubanos del naif con los que tiene puntos en común; aunque al mismo tiempo, labra su propio rumbo en el panorama de las artes visuales en la provincia.
Novedades fueron para mí —aunque conocía sus obras de algunas muestras colectivas que ofrecían apenas un bosquejo, una señal; pero aquí la mayor cantidad de piezas por artista, sin dudas, amplía el horizonte y sus posibilidades— las obras de Jorge Antonio Carmenate Fernández, plumillas sobre cartulina que denotan a un buen dibujante que para nada tiene (aunque parta también de una composición “barroca”) que circunscribirse necesariamente al naif.

También las obras de Lorenzo Pantoja, que fue —en sus posibilidades de alegoría, de juego, de uso de la figuración y el color, incluso lejos de los patrones del naif insular, o de lo que habitualmente catalogamos como tal— abriéndose a “fantasías surrealistas”, el descubrimiento más interesante en una exposición que también incluyó obras del maestro moense Rafael Cala Lores, con la belleza colorida y exuberante de las imágenes campestres y escenas de la cotidianidad, así como las piezas (un díptico) de Luis Téllez Breff, obras que nos permiten apreciar, junto a las demás piezas, con la curaduría de Bertha y dirección general de Yuricel Moreno, las representaciones del naif holguinero en un mismo escenario, la Sala principal del Centro Provincial de Arte, a partir de sus diálogos, variaciones, peculiaridades y su confluencia vital.








