En Cuba, durante la segunda mitad del siglo XX, presenciamos el desarrollo del teatro para público infantil, y, precisamente son las políticas culturales y sociales las que impulsan e influyen el teatro que se manifiesta como verdadero acontecimiento para los más pequeños. Se trata de un suceso cultural de transformación y cambio que crea y aviva nuevos públicos en nuestro país, públicos infantiles y teatros comienzan andares paralelos que se enlazan como eslabones, los cuales se juntan a medida que pasa la vida, este fenómeno no solo ha motivado mi acercamiento como teatróloga, también me convoca como investigadora escénica mujer, en un tiempo que clama nuevos discursos de equidad y géneros.

“Nuestro teatro para niños fue impulsado por hombres, pero también por mujeres (…) que se erigen como potentes columnas en las bases de este tipo de teatro”. Foto: Carucha Carucha Camejo / Tomada de Cubahora

Es en esta dirección que el panel “Cuando el teatro habla de las mujeres”, a propósito del 19 Festival de Teatro de la Habana, se me plantea como disertación muy conveniente que llega como anillo al dedo. Sin embargo, a partir del pie forzado que nos dio Marilyn Garbey como moderadora, al indagar sobre estos temas di cuenta que en nuestro predio todavía no existe un estudio sobre el teatro para niños con relación a esos nuevos discursos, además, puedo asegurar que las creadoras titiriteras de ayer y de hoy han tenido y tienen como mujeres los mismos problemas que las creadoras escénicas de otras especialidades artísticas de la escena.

“(…) las creadoras titiriteras de ayer y de hoy han tenido y tienen como mujeres los mismos problemas que las creadoras escénicas de otras especialidades artísticas de la escena”.

Antes de adentrarme en estas problemáticas, primero es necesario recordar de qué pensamiento viene el teatro de títeres. Este teatro inicialmente fue para adultos y siempre se pensó desde la perspectiva masculina. En las tradiciones titiriteras de Asia y África, los títeres eran cosa de hombres, aunque existieran mujeres involucradas en sus procesos artesanales y de ayudantía. En los elencos de las compañías familiares que recorrían los caminos, callejones y plazas, las mujeres permanecían a la sombra del titiritero macho, cosían vestuarios, hacían la comida, cuidaban los hijos y animales amaestrados, cantaban y tocaban instrumentos musicales y manipulaban detrás del retablo.

En Occidente la presencia de la mujer en el teatro es un fenómeno moderno, tiene que ver con la comedia del arte. A lo largo de la historia muchas no podían acceder al escenario, algunas hasta  tuvieron que hacerse pasar por hombres para conseguirlo, como, por ejemplo, la inglesa Charlotte Charke, que tuvo que vivir travestida en hombre para poder ser directora del teatro Punch en el siglo XIX.

Hablando de Punch, o del fenómeno punchinela del teatro europeo popular en los títeres de guante y cachiporra. Sus acciones representan la mentalidad de una sociedad que favorece el machismo y esas ideas, entre otras, son las que pesan en la construcción simbólica titiritera masculina y machista que pasa a nuestro continente. En la tradición anglosajona Punch es el títere que pega continuamente con su porra a su esposa Judy, la maltrata sin descanso y eso es lo que provoca el divertimento o la risa en los niños y en los adultos, sin que se tome conciencia de ese problema. Esto todavía ocurre, aunque este personaje-títere cambia y se suaviza en el transcurso del siglo pasado, y, en la tradición española, específicamente dentro del teatro titiritero de Lorca, este personaje tiene otros matices. En la Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita y en El retablillo de don Cristóbal, se muestra la misma violencia contra la mujer que en Punch, vemos el matrimonio forzoso y la violencia machista de tipo físico, pero el maestro Federico la critica sabiamente.

“(…) En la tradición anglosajona Punch es el títere que pega continuamente con su porra a su esposa Judy, la maltrata sin descanso y eso es lo que provoca el divertimento o la risa en los niños y en los adultos, sin que se tome conciencia de ese problema (…)”.

Hay otra fuente que se utiliza en el teatro titiritero, sobre todo en el que se dirige a niños y jóvenes, se trata de los cuentos clásicos con príncipes y princesas, brujas, duendes, animalitos, pero en la adaptación escénica aún subsisten valores negativos, sexistas y machistas. Afortunadamente, con el surgimiento de los nuevos discursos de género cambia la perspectiva y se toma conciencia de que el teatro tiene que ser de otra manera, o sea, tener otros abordajes temáticos, como puede ser la equidad de género.

No es noticia que, en gran parte del mundo, las niñas son más discriminadas que los niños. Por ser hembras padecen casi los mismos problemas de las mujeres y sufren la violencia doméstica que es parte de la propia educación familiar. Por ejemplo, están afectadas por la falta de sororidad, el abuso,… podríamos crear una larga lista de situaciones de conflicto.

Pero Cuba es una sociedad de justicia social, y las mujeres del teatro se han impuesto a lo largo de la historia. Nuestro teatro para niños fue impulsado por hombres, pero también por mujeres, de hecho son mujeres las que se erigen como potentes columnas en las bases de este tipo de teatro. Carucha Camejo, Dora Carvajal, Maria Antonia Fariñas, Beba Farías, Nancy Delbert…, con su trabajo, poéticas e ideas, se impusieron en su momento, hasta donde pudieron y les fue permitido, triunfaron y dejaron un legado muy fuerte. Fue en los años 50 y 60 que fueron formadoras, gestionaron eventos, crearon la programación infantil de la televisión, investigaron, escribieron, propiciaron el camino, por eso mujeres como Xiomara Palacios y muchas otras pudieron proseguir con sus títeres en femenino.

Cada vez son más las líderes artísticas en todas las zonas del país. Directoras de escena como Ederlis Rodríguez, Doris Méndez, Idania García, Ofelia Pacheco, Rocío Rodríguez, Maria Laura Germán, Adys Nubia Cid, Aliexa Argote, Yamisleydis Beltrán…, nos hacen pesar en cierta efervescencia creativa, pero las frías estadísticas de los años 2018 y 2019, sobre cantidad de artistas que asumen este género escénico como prioridad, dicen otra cosa.

“Los contenidos de los cuentos clásicos pueden ser re-adaptados, también los temas contemporáneos presentes en la nueva literatura que maneja nuevas ideas de tolerancia e igualdad”. Tomada de Cubaescena

De 54 grupos teatrales para niños activos en el país en esos años, solo 17 directores fueron mujeres; por otra parte,  únicamente 14 grupos realizaron algún acercamiento a las problemáticas femeninas, y solo 16 tuvieron en su repertorio obras con personajes protagónicos femeninos y de alcance social.

En general, en el movimiento titiritero, el repertorio aún está atado a las viejas estructuras de pensamiento y no es tendencia tratar temas nuevos como el viaje femenino de la heroína por el ámbito social y familiar. No obstante, hay una dramaturga que tiene una mirada de género muy fuerte desde su condición de mujer, se trata de Blanca Felipe, quizás la única dramaturga cubana con obras donde continuamente las protagonistas son personajes niñas, seres fuertes, vulnerables y transparentes, en pleno diálogo con el entorno adverso. Trata problemas de equidad, violencia de género, el bullying, la marginación, el dolor…, las niñas son víctimas de un medio profundamente patriarcal. Su obra Cenicienta alada vuela y prácticamente le dice a su príncipe “si quieres sígueme”. En A las tres de una vez la niña abusada sexualmente supera cuitas y vicisitudes a través del juego equitativo y solidario con su compañero; y en Historias que vuelan dentro, la niña es la verdadera partenaire del niño que la sociedad machista llama flojo, indefinido, o amanerado. En las obras de Blanca estas problemáticas pueden suceder lo mismo a la hembra que al varón, o al chico de tendencia gay, todos son víctimas y las féminas se comportan como verdaderos complementos de los otros cuando descubren el sexo o la vida.

Con esto no quiero decir que hay que ir ya a temas obligados, sino a la sugerencia poética con tópicos que están en la Literatura desde el propio Charles Perrault.

¿Cuáles son las estrategias para, desde el teatro, contribuir a la conciencia ciudadana sobre temas de género?

Creo que siempre debemos volver a la responsabilidad educativa del teatro para niños y su rol social, y recordar que esa responsabilidad no reemplaza a la escuela, como mismo la escuela no reemplaza a la familia; sin embargo, es un hecho que los tres pueden tejer alianzas para educar, instruir y formar.

Por las características propias del teatro para niños es que los tratamientos temáticos adquieren gran relevancia; por eso la visión con perspectiva según los nuevos discursos de género, puede ayudar al teatro, a su desarrollo artístico, al repertorio y su sentido social. Los propios contenidos de los cuentos clásicos pueden ser re-adaptados, también los temas contemporáneos presentes en la nueva literatura que maneja nuevas ideas de tolerancia e igualdad, porque falta en el teatro para público infantil presentar temas incómodos, cosa que tiene que ver con que hay insuficiente investigación de la zona-niño del siglo XXI, hay poco atrevimiento para cambiar, y no se confía en la gran capacidad de recepción y fantasía que los infantes poseen. En otros países ayuda el ideario de las anti princesas, del fin del visto de lo femenino como frágil, débil, o de las chicas rosas protegidas por sus chicos azules que las rescatan.

“(…) falta en el teatro para público infantil presentar temas incómodos (…)”.

Si queremos, podemos desviarnos del legado patriarcal y vincular mucho más el teatro a lenguajes de la actualidad, se pueden transgredir los juegos de roles tradicionales que hacen comprender que existen otros puntos de vista. Intercambiarlos posibilita una comprensión mayor del rol y su influencia, también es muy conveniente acudir a los temas tabúes; pero repito, desde la sugerencia poética, esa de la que solo es capaz el verdadero genio creador, porque debemos cambiar la dinámica que anquilosa, incluir la nueva visión de lo femenino y las nuevas equidades, pero con cuidado, los extremos son malos, y conllevan muy malas prácticas.