Un nuevo volumen de ensayos enriquece la abundante producción reflexiva sobre poesía, que constituye una de las más prestigiosas tradiciones de la crítica literaria cubana: Las aguas y el espejo. Especulaciones sobre poesía. Su autor, Virgilio López Lemus (Fomento, Sancti Spíritus, 1946), es uno de los más constantes estudiosos cubanos de la poesía en general y de la cubana en particular, y se mantiene hoy como uno de los de mayor diversidad de temas y figuras abordados durante su vital trayectoria crítico-investigativa.

Numerosos resultan sus documentados trabajos, entre los cuales destaca su monografía Palabras del trasfondo. Estudio sobre el coloquialismo cubano (1988), único análisis sobre la tendencia en la lírica cubana con tal género de amplitudes. Otros muchos están dedicados al estudio de la décima como metro estrófico de profundo arraigo en la lírica en lengua hispana, como Décima e identidad. Siglos XVIII y XIX (1997), La décima constante (1999), La décima renacentista y barroca (2002) y Décima fiel (2019), por solo citar algunos. La notable contribución de López Lemus al conocimiento de tan importante metro estrófico de nuestra lengua posee un sentido abarcador e integral, pues a través de cada libro estructurado coherentemente sobre el tema explica desde perspectivas históricas, de relación sociopsicológica, sociocultural, antropológica y propiamente literaria (temáticas, versológicas, etc.) el complejo proceso de establecimiento y desarrollo de la décima en Cuba, el Caribe e Hispanoamérica. Asuntos relativos a la métrica española se extenderían, además, a un verdadero tratado sobre el tema en el volumen Métrica, verso libre y poesía experimental de la lengua española (2008). Otros temas de conjunto sobre el desarrollo de la lírica nacional también han merecido la atención del destacado crítico cubano, así como no hay que olvidar sus estudios sobre Samuel Feijóo, Severo Sarduy, José Lezama Lima y Dulce María Loynaz.

“Virgilio López Lemus es uno de los más constantes estudiosos cubanos de la poesía en general y de la cubana en particular”.

Con los ya referidos textos, López Lemus incursiona en diferentes líneas de la crítica y la investigación sobre la poesía. Con Las aguas y el espejo da continuidad de forma extendida a asuntos teóricos enmarcados en la poética lírica, en especulaciones que dan la justa medida de lo raigal imperante en lo propiamente ensayístico de sus reflexiones. Es un libro complementario de los saberes acumulados por él en estos largos años de estudios y dedicaciones como asunto de la mayor importancia dentro de lo específico literario.

Se trata de un volumen extenso, para leer sin prisa por entendidos, pues las complejidades que aquí se enuncian no creo puedan ser gustadas y menos comprendidas por un amplio público lector. Como se explica en Preliminar, está compuesto por libros escritos entre 1995 y 2017, aparecidos inicialmente de manera independiente. Dentro del volumen, Narciso, las aguas y el espejo [1] (2004, 2007; incluido aquí de manera íntegra) es el primero; le siguen Aguas tributarias (2003) y Gravitación de la poesía (2016), publicados estos dos últimos por Ediciones Unión y reordenados ahora para una edición que merece se destaque por lo cuidada, a cargo de la matancera Ediciones Aldabón: buena portada (detalle de un cuadro de Moreau), excelente papel y atenta corrección: toda una joya editorial.

“Se trata en este caso de un libro complejo en donde se reúnen textos exponentes de su manera personal de entender la poesía como un todo, un desbordamiento de lo propiamente ontológico y gnoseológico en el arte y la literatura”.

Para alcanzar una caracterización general de una obra de esta naturaleza no basta la lectura del libro en sí misma, desasida de los demás temas analizados por el crítico en sus anteriores búsquedas. Cuando hago este tipo de acercamientos, reviso con cuidado los presupuestos desde los cuales se manifiesta el crítico explícitamente y, si lo hace, indago cuál es el lugar de la enunciación de su discurso. Se trata en este caso de un libro complejo en donde se reúnen textos exponentes de su manera personal de entender la poesía como un todo, un desbordamiento de lo propiamente ontológico y gnoseológico en el arte y la literatura; una materialidad que atraviesa otras manifestaciones artísticas (la música, la plástica, la escultura) y a partir de ese concepto se exponen sus puntos de vista en diálogo con el lector, así como su propia experiencia como poeta, canalizada en sus enrevesadas meditaciones. La mirada objetiva y la libre especulación sobre las especificidades de lo poético en estos ensayos se acomodan en un cauce único, difícil de separar —si tan solo fuera como objeto de acercamiento— dentro de un discurso poliédrico, polifacético, asumido orgánicamente por el autor como sujeto crítico, como homo cogitans. Parte de ese esclarecimiento de sus presupuestos se encuentra ya en el primer enunciado de las Páginas preambulares, en las que se declara el interés y finalidad de las mismas:

/…/ consisten en discutir asuntos de poética, o de la teoría de la poesía, con instrumentos por ocasiones amalgamados e incluso eclécticos, no pocas veces subjetivos y lúdicros. Por supuesto, una buena discusión acerca de la poesía conduce a derroteros ontológicos, axiológicos, gnoseológicos y de otras varias naturalezas, a veces impredecibles.

Estas ideas son medulares para entender la forma en que asume el sujeto crítico su materia. No es un regreso a la discusión en torno a la definición del género lírico, sino al significado entrañable de lo que es poético en el arte y la literatura, su belleza intrínseca:

Se entiende por poesía una cualidad-calidad receptivo-expresiva de la vida nacional, capaz de poder ser expresada cuando interviene un sujeto con talento para captarla y transmitirla. Este es un concepto libre de toda definición rotunda, absoluta, última o única; no me atengo a un misterio incognoscible, tan etéreo como inexpresable. La libertad de la poesía resulta tan ilimitada cuanto le sea posible al emisor, y no tiene que trabarse en ningún dogma o estética categórica, “única”, “verdadera”. Será bueno que nunca haya un fundamentalismo poético.

Para lograr su cometido y en consecuencia con lo expresado antes, ha bebido el autor en las “aguas” —esa metáfora esplendente, proclive en este caso tanto a lo sensorial como a lo conceptual— de disímiles definiciones y discusiones sobre la poesía: desde la Antigüedad hasta nuestros días, de poetas a críticos y teóricos de la literatura, desde todo tipo de empoderamiento crítico y teórico (idealista, materialista, estructuralista, impresionista, ecléctico), desde las artes no literarias (la plástica, el ballet, el cine) hasta el verso mismo.

La libertad de la poesía resulta tan ilimitada cuanto le sea posible al emisor, y no tiene que trabarse en ningún dogma o estética categórica, “única”, “verdadera”. Será bueno que nunca haya un fundamentalismo poético.

En Narciso, las aguas y el espejo. Una especulación sobre la poesía, López Lemus desanda el mito desde numerosas perspectivas. Las referencias culturales puestas en discurso son abismales tanto por su profusión, cuanto por la profundidad de las relaciones que establecen: Narciso y otras figuras mitológicas e históricas de la Antigüedad grecorromana (Ovidio, Tiresias, Júpiter, Baco, Eco: toda una legión), la poesía y Dios y la Biblia; lo místico y lo gnóstico, Narciso y las teorías literarias, los teóricos (Platón, Freud, Nietzsche, Bachelard, Genette, Octavio Paz…), personajes de ficción (la Ofelia de Hamlet), escritores de ficciones (Agustín de Castro, Calderón de la Barca, Sor Juana, Max Aub, Mallarmé, Whitman, Rilke, García Lorca, Celaya, Cecilia Meireles, Lezama…, con cuyas interpretaciones del mito se nutre el panteón literario de todos los tiempos).

Doce ensayos sobre Poética es un texto adentrado en el manejo de definiciones, categorías y conceptos para explicar y caracterizar qué se entiende por tal. Se trata aquí de la indagación en las formas de la concepción creativa como hecho asumido de manera implícita o como noción sistémica y metódica consciente. El creador se posiciona frente a preguntas como: “¿qué es poesía?, ¿cómo se escribe?, ¿para qué se escribe?”, verdaderos dilemas a los cuales desafía siempre en cualesquiera de los casos.

En epígrafes como “Razón de ser”, se diría que este libro esquiva el acento especulativo de la totalidad del volumen. Que ante el recio azote de lo sistémico y lo metódico, sucumbe lo propiamente meditativo, pero pronto se verá la habilidad del crítico para mantener el tono reflexivo esencial del volumen a pesar del árido trasfondo analítico-instrumental que trata de mantenerse en un segundo plano. Dudar, cuestionar, polemizar, son condiciones sine qua non. Al definir se abandona la forma externa del tratado. Un recurso empleado en esta estrategia es el empleo del si condicional para evadir la aseveración rotunda. No se dice: la poesía es un acto de creación, sino “si la poesía es un acto de creación…”. El poeta no es un traductor que copia el mundo, sino “si la poesía es imitación, el poeta resulta un traductor…”; no se define al poeta como un médium, se afirma, “si la poesía es recuerdo, el poeta actuará como un mentalizador o como un médium…”; no se discute la capacidad del poeta para transmitir conocimiento, se asegura: “Si la poesía es conocimiento, el poeta es un ser cognoscente…”. Y así en las entradas subsiguientes se continua la paradójica dubitación: Si la poesía es inmanencia, si es servicio, si es comunicación… “Tales conceptos de la poesía, que entrañan diversidades de definiciones de lo que ella es o no es, son básicos en las poéticas personales o colectivas del siglo XX /…/”, afirma López Lemus. Ya en “El poeta, la poesía, lo esencial”, se retoma la estrategia de continuar las especulaciones manteniendo el repaso de lo aportado por otras figuras sobre el tema a veces en diálogo con ellas.

Es importante aquí, como parte de esa concepción, la relación del autor, de un modo introspectivo, con creadores entrañables en su vida y su obra.

La propia concepción de la poesía de López Lemus, quien no es solo un estudioso constante del tema, sino también un estimado creador, aflora en buena parte de estas ideas. Es importante aquí, como parte de esa concepción, la relación del autor, de un modo introspectivo, con creadores entrañables en su vida y su obra.

En el caso de Martí, por ejemplo, hay una respetuosa devoción por la figura, por sus concepciones sobre la vida y la muerte, y por la infinita capacidad de su verso lleno de resonancias, “de vibraciones intensas”. “Un poeta así no cabe en una tesis política, solamente”, afirma el crítico, quien no solo señala la imposibilidad de reducir la obra martiana a una vocación política de servicio que minimice su valor como poeta, sino que también señala aspectos de su obra poco atendidos por la crítica ortodoxa como la presencia y relevancia del esoterismo.

La devoción por el pensamiento y la obra martianos no le impiden al crítico discutir con el Maestro tópicos trascendentales como el del sentido de la vida. Como en muchos momentos a lo largo del libro, el sujeto crítico habla con voz propia, muestra descarnadamente su yo interior cuando afirma que ha vivido toda su vida impuro, rodeado de impurezas, con lo cual se opone al concepto y reclamo martianos de pureza: “Vivir impuro. No vivas, hijo”. Las de Virgilio, además de mostrar su atrevimiento al desafiar el concepto martiano de pureza, son palabras de profundo aliento confesional cuando afirma: “Yo que he vivido toda mi vida impuro, rodeado de impurezas, miro en torno, y la veo en la inmensa mayoría de aquellos seres a los que he amado, querido, estimado, respetado o solo conocido”.

Otras referencias se hacen cordiales en la lectura, como las dedicadas a Pessoa, Boti, Wilde, Nerval, Hölderlin, Juan de Mairena y Antonio Machado, Buesa, Francisco de Oraá, Alberto Acosta…

Como mirada a la poesía y especialmente a las maneras de concebirla desde cosmovisiones heterogéneas, son repasadas aquí las relaciones entre pares que fuera del campo de la poesía parecieran irreconciliables, como la ciencia y la superstición, donde convergen la alquimia, la filosofía, la medicina, la magia, la astrología; la poesía profética; el espiritualismo, la parapsicología, el ocultismo, la teosofía y hasta la física cuántica, entre otros, con su legión de benditos alucinados: Paracelso Nostradamus, madame Blavatski, Zaratustra, Valle Inclán… El segmento “Elogios” exhibe también un nutrido número de conceptos y relaciones que tal parecen enlazados con la poesía de manera tangencial, pero aquí el homo cogitanslos incorpora al complejo tejido a través del cual se trata de explicar qué es la poesía, su naturaleza veleidosa, inquieta, inconstante. Es así como se presentan otras especulaciones libres de coherencia o lógica racional en su ilación como el amor, la amistad, la soledad, la alegría, el agua, el fuego, la tierra, la sombra, la luz, el ciberelogio.

Una luz recorre el libro de parte a parte. Es la evocación constante del legado lezamiano, de su poética, de su sistema. No estamos hablando aquí del uso de definiciones y citas, que no faltan profusamente a lo largo del libro, sino de una concepción de la Poética en la que podemos hallar indudables, aunque no siempre directos, paralelismos. En “Lezamiano, de Narciso y las escrituras”, con la brevedad del ensayo y la profundidad de su acercamiento, aflora además el criterio como ejercicio de interpretación —y en este caso también de rectificación de sí mismo— a la manera en que ya nos tiene acostumbrados López Lemus en su abundante obra crítica. A partir de un nuevo análisis de “Muerte de Narciso”, en diálogo con las opiniones de otros estudiosos, se discuten las interpretaciones del mito en la obra de Lezama, así como conceptos de su sistema poético prefigurados en esos versos trascendentales como imago y potents.

Una luz recorre el libro de parte a parte. Es la evocación constante del legado lezamiano, de su poética, de su sistema.

A lo largo de sus muchas páginas, el mito de Narciso se sitúa en el vórtice de las innumerables meditaciones del volumen Las aguas y el espejo. Especulaciones sobre poesía. Lo esencial del uso del mito no está ni en la recreación de la belleza del joven ni de su comportamiento arrogante, sino en las equivalencias entre Narciso y el crítico, y su investigación sobre los conceptos de belleza en el arte y la literatura (ese trayecto de puro narcisismo que es la indagación al asomarse a las aguas del conocimiento). El mito no solo participa aquí del sentido trágico del término agónico en su acepción contemporánea, sino también en el del άγών griego entendido como la polémica, el contrapunteo o el debate de los cuales se nutren substancialmente estas especulaciones. Es metáfora avasalladora, imagen sensible, verso doliente, y como tal se asoma el crítico a estas inquietas y enigmáticas aguas: el flujo de las aguas del conocimiento donde encontrar el concepto de la poesía de todos los tiempos en un ejercicio de pensamiento totalmente libre y desprejuiciado.

Confío en que Virgilio pueda ver —más allá de la amistad como el amor de espíritu que de mis palabras brota— que, por doquier, emana de mi lectura la atenta captación reflexiva de unas pocas, pero atinadas ideas, tomadas, tal vez muy apresuradamente, de entre las páginas de su libro.


Notas:

[1] Este libro fue “/…/ publicado por primera vez en Las Palmas de Gran Canaria, en 2004, tras ganar el Premio Internacional de Ensayo sobre Investigación de Humanidades Millares Carlo, otorgado por el Gobierno de Canarias y por la Universidad a Distancia de España; tuvo su segunda edición en La Habana en Ediciones Unión, 2007. Ambas ediciones contaron con las inestimables contribuciones de los doctores y eminentes ensayistas Fernando Aínsa y Maximiano Trapero /…/”.

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