Pensar o no pensar: he ahí el dilema
15/6/2017
Hace 70 años, en el Hôtel du Parc de Mont-Pèlerin, Suiza, se reunieron 36 empresarios, economistas, historiadores, filósofos y periodistas del más alto nivel, con el objetivo de articular los esfuerzos académicos, económicos, políticos y en materia de comunicación para imponer la doctrina neoliberal. El austriaco Friedrich A. Hayek advirtió durante los intercambios que la batalla por las ideas iba a ser determinante y demorarían en ganarla, al menos, una generación. La cruzada no se limitaría al renovado antagonismo entre capitalismo y socialismo; debían cargar también contra los presupuestos de John Maynard Keynes que sustentaban el Estado de bienestar en Europa Occidental y el New Deal (Nuevo Trato) norteamericano —política desplegada por Franklin D. Roosevelt con fines electorales, que pretendió transmitir la imagen de unos Estados Unidos empeñados en la reforma de su administración interna y relaciones internacionales para hacer frente a la Gran Depresión de 1929, que puso en riesgo la supervivencia del sistema.
Hôtel du Parc de Mont-Pèlerin, Suiza: El escenario fundacional. Imágenes tomadas de Internet
La Sociedad de Mont-Pèlerin, creada como resultado del encuentro, puso en claro que el neoliberalismo no era una corriente de política económica, ni se reducía a un simple programa de gobierno. Era una manera de concebir el mundo desde la preponderancia del individualismo extremo, con un marco de actuación social desregulado; una concepción ideológica que implicaba un ideal de sociedad con cánones políticos, económicos, jurídicos y educacionales enraizados en los fundamentos del liberalismo económico neoclásico que emergió en la segunda mitad del siglo XIX para enfrentar los postulados de Adam Smith, David Ricardo y Carlos Marx; aunque sostenían con Smith que la mano invisible del mercado constituye el mecanismo idóneo para movilizar los instintos más profundos del ser humano en pro del bien común.
Tres lustros más tarde, otro asistente a Mont-Pèlerin: Milton Friedman, con Capitalismo y libertad aportó el manual necesitado por el neoliberalismo para su implementación, sustentado en el más cínico darwinismo social:
Las libertades económicas que proporciona el mercado incluyen la libertad de morirse de hambre, para usar una frase muy querida por los enemigos del mercado. El mercado le garantiza al individuo la libertad de aprovechar al máximo los recursos que están a su disposición, siempre que no interfiera con la libertad de los demás de hacer lo mismo. Pero no garantiza que tendrá los mismos recursos que otro. Los recursos que pueda tener reflejan, en gran medida, los accidentes de nacimiento, herencia y previa buena o mala fortuna. Y no hay nada que pueda evitar que conduzcan a una gran disparidad en riquezas e ingresos. Para muchas personas, estas disparidades son moralmente repugnantes y plantean difíciles problemas éticos que no pueden explorarse aquí (Friedman, 1966: 5-6).
La ley de la selva. No importaba en qué rincón del planeta estuviese un país ni cuáles fueran sus condiciones de desarrollo histórico, económico y social; Friedman sostuvo como hecho irrefutable que la libertad solo podía alcanzarse en un capitalismo “competitivo” de orientación neoliberal, e instó a los individuos a asociar consumo y bienestar material con libertad: “…la libertad económica es un fin en sí misma” (Friedman, 1966: 22).
Capitalismo y libertad constituye un panegírico a la economía de mercado, con disfraz científico para encubrir su esencia ideológica. Friedman alegó que la competencia era la única fuerza capaz de generar el bienestar del consumidor y conminó al individualismo sobre un presupuesto engañoso: las personas conocen sus intereses mejor que un funcionario del gobierno o que cualquier otra institución. Según afirmó, el libre mercado es el único medio eficaz de organizar los recursos; abogó por desmontar toda regulación que obstaculizara la acumulación de capital, sin importar los costos sociales, e incitó a subastar cualquier activo público, en primer lugar, los correspondientes a salud, educación y seguridad social. Llamó a implementar recortes drásticos de los fondos para programas sociales y a dejar los precios —incluida la contratación de la mano de obra— a merced del mercado. En materia de comercio internacional, exhortó a eliminar las barreras establecidas por los Estados para proteger su industria y al empresariado local; en fin, la Tierra a disposición del capital financiero y de las grandes transnacionales.
Milton Friedman: “El mercado le garantiza al individuo la libertad de aprovechar al máximo los recursos
a su disposición,pero no garantiza que tendrá los mismos recursos que otro”
Poco a poco la ideología neoliberal se abrió paso. La puesta en práctica en Chile y su extensión al resto del Cono Sur —de la mano de la Operación Cóndor que, supervisada por la CIA, desapareció a decenas de miles de militantes de izquierda en toda el área— le sirvieron de ensayo; mientras la llegada al poder de Margaret Thatcher, en 1979, y de Ronald Reagan, en 1980, acabaron por sepultar la idea del Estado de bienestar en Europa.
El desmoronamiento del campo socialista puso fin a la confrontación Este-Oeste en los términos de la Guerra Fría. A la distancia de casi 30 años puede concluirse que, más allá del innegable impacto de la subversión ideológica y las políticas de desestabilización promovidas por Estados Unidos y sus aliados de Europa Occidental, el efecto dominó en el derrumbe de aquel socialismo que se llamó a sí mismo “real” estuvo signado por la corrupción, la burocratización del trabajo político y la falta de honestidad de cuadros y funcionarios, gérmenes extendidos progresivamente a todos los estratos sociales. El deterioro irreversible de la autoridad de los partidos comunistas por su distanciamiento de las bases populares y su sumisión, salvo en Yugoslavia, a los dictados del Kremlin —donde se condicionó la solidaridad a los intereses geopolíticos de la URSS—, anuló la esencia democrática del socialismo e impidió que sus pueblos marcaran con una participación activa la construcción de sus destinos nacionales. Con tan endebles cimientos, sostenidos no pocas veces con los tanques y tropas soviéticas, la implantación de un “socialismo de mercado” que se trazó como meta el consumo y desatendió a los sectores más humildes de la población, le abrió las puertas de Europa del Este a la ideología neoliberal.
Cinco años después de que Reagan abandonara la Casa Blanca, William Clinton desmanteló el último despojo de los mecanismos regulatorios financieros y dejó al planeta bajo absoluto dominio de las grandes transnacionales. Ello acentuó los rasgos predatorios de un capitalismo cuyas normas de rentabilidad imponen la sobreexplotación de la mano de obra y los recursos naturales, y generó una crisis de legitimidad a la democracia representativa. Entonces las grandes transnacionales se dieron a la tarea de perfeccionar los instrumentos de la dominación cultural. Entre sus prioridades estuvieron la privatización de la enseñanza y los programas exportados por universidades y academias de Estados Unidos, mientras una campaña diseñada sobre la base del marketing, la neurociencia y métodos de guerra psicológica intentaba someternos a la creencia de que se habían acabado las alternativas, de que la globalización neoliberal no tenía vuelta atrás y no quedaba más opción que comulgar con su ideología.
Hollywood, las compañías publicitarias, la prensa, los intelectuales orgánicos del imperialismo y la izquierda arrepentida, aquella que durante tanto tiempo había insistido en la supuesta necesidad de transitar por una “tercera vía” —y cuyos herederos utilizan hoy el eufemístico término de «centrismo»— se aliaron para enterrar el espíritu revolucionario. El progreso de las comunicaciones les abrió una oportunidad, dado el formidable alcance en tiempo real de los medios actuales sobre un consumidor cautivo.
“La forma socava al contenido y la razón saca la peor parte”.
En esta guerra de símbolos en la que el conocimiento y la razón sacan la peor parte, en que la forma socava al contenido y se legitima el divorcio entre la ética y el arte, y —lo que tiene mayor connotación— entre la ética y el ejercicio de la política, se nos presentan como paradigmas del sistema solo a quienes juegan dentro de las reglas del mercado y sus pautas de socialización, marcadas por el individualismo más desenfrenado. En la “sociedad del espectáculo” todo vale; la doble moral y el hedonismo dominan la conciencia. Y en nombre de un modelo de democracia política que preconiza la ley de la jungla, se avasallan la democracia económica y la social. Cada año se destinan más de quinientos mil millones de dólares a la inversión publicitaria y otros quinientos mil millones para guiones de cine y series de televisión. Tratan de establecer una nueva subjetividad asociada a los valores del capitalismo salvaje que intenta derribar los paradigmas de solidaridad y convertirnos a todos en apéndices del mercado, en súbditos conscientes de esa ideología, lo que ha implicado la concentración de esfuerzos teóricos y financieros en estudiar la influencia y condicionamiento de la conciencia humana por los medios de comunicación que establecen la agenda global y fijan el marco alrededor del cual se conforma la opinión pública hoy en todo el planeta.
De acuerdo con Ignacio Ramonet, a la publicidad moderna —eje esencial de la seudocultura neoliberal— más que un producto lo que le interesa vender es una idea asociada a cómo una persona puede aumentar su valor en términos profesionales y sociales al consumir ese producto. Víctima de la plataforma de restauración neoliberal en Argentina, el profesor universitario Ricardo Foster apunta que “…una de las características del neoliberalismo es generar una extraña fantasía a partir de la cual los sujetos sometidos se creen dueños de sus decisiones, actores libres que se desplazan por la realidad buscando satisfacer sus deseos infinitos […]” (Forster, 2016: 139).
Todas las ramas del saber —desde la antropología hasta la neurociencia—, se han puesto en función de generar adicción al consumo. En nombre de la libertad se manipulan los prejuicios, anhelos y necesidades de las personas, al tiempo que se fomentan el conformismo, el miedo, la resignación y los instintos primarios de conservación. A su vez, se modifican el discurso y los mecanismos de persuasión con códigos seductores que han confundido, incluso, a buena parte de la izquierda tradicional. El propósito final es generar apatía ante los asuntos políticos e indiferencia por los graves problemas que afronta la humanidad frente al peligro de un holocausto nuclear, las catástrofes climáticas y el avance acelerado de la exclusión social de millones de habitantes en la Tierra. En esta alienante lógica solo cuenta cómo obtener cada vez más dinero y cómo conseguir el máximo de beneficio individual.
“ En nombre de la libertad se manipulan los prejuicios, anhelos y necesidades de las personas”
Mucho tiene que ver en el logro de esta finalidad la fragmentación de la vida cotidiana y el dominio del instante como garante de la desmemoria, mientras se atiborra al receptor con un aluvión de noticias irrelevantes, provenientes de las fuentes más diversas. En ese delirante escenario barrer el liderazgo de la vanguardia intelectual revolucionaria constituye una necesidad de primer orden; no puede haber nadie capaz de marcar la pauta, nadie que contribuya a desarrollar un pensamiento crítico y emancipador.
Esta maquinaria se sostiene sobre los avances tecnológicos en materia de comunicaciones. El panorama mediático ha cambiado, la televisión y la radio no han dejado de ser importantes y preservan influencia —con mayor peso en las naciones en vías de desarrollo—; pero en el escenario global la batalla principal se está librando en las redes sociales de Internet. Sobre Facebook, Twitter e Instagram se ha cerrado el cerco. Contrario a lo que pretenden hacernos creer, los nexos entre las multinacionales que los controlan y los círculos de poder político en Estados Unidos tienen una articulación eficaz. Hoy estas empresas son las que más dinero mueven en los lobbies del Congreso en Washington, por encima de General Electric, los gigantes de la defensa Boeing y Lockheed Martin, o de la petrolera ExxonMobil.
En materia de comunicación política, Cuba perdió su carácter insular; la red de redes permite que hoy medios de Estados Unidos y Europa se disputen sus audiencias, sin contar que en la era de Internet y la telefonía móvil ya no existen secretos. Voltearle la espalda a esta realidad constituye un peligroso error.
“En el escenario global, la batalla principal se está librando en las redes sociales”
En su último libro: De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro que nos espera, Umberto Eco dialoga con la pregunta de un estudiante a su profesor, que algunos de nuestros jóvenes pudieran hacerse: “Perdone —dijo el muchacho—, pero en la época de Internet, ¿usted para qué me sirve?”. Eco respondió desde una lógica que llama a la reflexión: “Lo que hace que una clase sea una buena clase, no es que en ella se aprendan fechas y datos, sino que se establezca un diálogo constante, una confrontación de opiniones, una discusión sobre lo que se aprende en la escuela y lo que ocurre fuera de ella” (Eco, 2016: 89-90).
Crecí alertado por una certeza: “El papel aguanta lo que le pongan”. Hoy, para no pocos de nuestros navegantes en Internet, la máxima carece de significado. Quizás no la conozcan. El resultado es que se da crédito a lo que se lee, sin comprender que el espíritu de los mentirosos del papiro reencarna en los corsarios digitales. Se necesita conocimiento para no naufragar en el ciberespacio. También se requiere de mucha lectura para no dejarnos embaucar por audiovisuales que remedan la realidad o se encomiendan al diablo, como ese documental perverso y manipulador que circula hace dos años en el que se acusa a Fidel por la muerte de Camilo Cienfuegos, para desprestigiar la imagen del gran símbolo revolucionario cubano.
Recientemente fue estrenado en Internet un sitio especializado en tergiversar nuestra historia. En paralelo, se intenta “convencernos” de que la Revolución es el pasado, lo viejo, idea que cuenta con el entusiasta apoyo de algunos académicos articulados a proyectos que desde su nacimiento han recibido en Washington la más grata acogida por parte del Departamento de Estado y de Diálogo Interamericano, institución que comparte ese tipo de proyección ideológica. También se nos quiere persuadir de que ciertas publicaciones digitales privadas que sirven a Goliat constituyen un medio ciudadano, o de que la propiedad privada resulta el camino para “empoderar” al pueblo.
Cuba es una isla, un archipiélago, y es también un símbolo de alcance universal. No podemos permitir que su llama se apague. Debemos ser capaces de descifrar el enigma de su vitalidad desde la acción concertada y el diálogo colectivo, incluyente. En esta época de la posverdad, en que las tecnologías de las comunicaciones absorben hasta la idiotez la atención de los públicos —tendencia a la que no estamos ajenos—, pensemos la nación desde la articulación del complejo entramado de las ideas y la experiencia de nuestra práctica social, con una actuación política acorde con los tiempos que corren. Y en la consecución de ese propósito, hagamos de cada rincón del país un campo de batalla, que es lo mismo que decir un espacio de debate.
Ante el dilema… pensar o no pensar…. YO, no veo alternativa más que “pensar”…. Esa es una de las principales cualidades que nos diferencia a los hombres del resto de los animales… Pienso, luego existo…. o Existo, luego pienso… La capacidad de pensar es para que existamos y existimos para pensar… para transformar, para hacer que la especie humana y el mundo en que habitamos logren vivir en armonía…. La historia vivida nos muestra que debemos pensar, siendo consecuentes con el Padre Varela que tanto se esforzó para que fuéramos capaces de hacerlo desde la perspectiva de nuestra propia nacionalidad… la vida está llena de dilemas y sólo pensando logramos el mejor discernimiento…pensando creativa y creadoramente en el bien común…
Me alegró mucho leer aquí la frase “el papel aguanta todo lo que le pongan”…. pues en 1961, durante la campaña de Alfabetización… sostuve una discusión con el campesino en cuya casa vivía, un hombre semi-analfabeto a la sazón…. Yo, con mi humilde y discreto sexto grado, trataba de explicarle la sucesión de los días y las noches y los movimientos de rotación de la Luna y de la Tierra… El hombre no entendía, yo no lograba persuadirlo… y en un arranque por falta de otras herramientas, le espeté… bueno, si usted quiere, no me crea… pero es lo que dicen los libros… Justo ahí vino el cubo de agua fría… cuando el rústico me respondió: Sí, el papel aguanta todo lo que le ponen. Por años he rememorado esa respuesta que no indicaba otra cosa que un acto de defensa proveniente de un campesinado cubano que por muchos años había sido explotado y robado con papeles firmados por abogados, jueces, terratenientes privándoles del derecho a poseer la tierra y obligándolos a distintos regímenes de servicios…
MI POSICIÓN IDEOLÓGICA, ANTE LAS DISCUSIONES DE PRINCIPIOS.
por: Alfonso Alonso Fránquiz.
En estos días se ha suscitado una fuerte polémica en torno a los destinos de mi país. Esta no es nueva: es una discusión histórica recurrente. Y, como casi siempre ocurre, esta comienza por uno o varios contendientes ideológicos –de uno y otro bando– y luego se van sumando correligionarios en ambos lados. Después, comienzan a aparecer posicionamientos temáticos y definiciones ideo-políticas que acuñan conceptos, frases, se citan a otros y se invocan a personalidades históricas, etc.
Así se va tejiendo la urdimbre de la discusión y los tonos de estas se elevan por momentos, aparecen sujetos conciliadores que “desean” acercar las posiciones de los principales contendientes, que generan “eufemismos” para tratar de llamar la atención sobre los “matices” y aspectos conciliatorios y dejar a un lado los “nudos duros” de la discusión. Y hasta aparecen árbitros que –desde supuestas posiciones “neutrales” comienzan a calificar, juzgar y darle créditos (con puntuaciones o calificativos) a los cada una de las posiciones de los rivales– de modo que se sienten con derechos de constituirse en la “conciencia crítica” (si no de la sociedad cubana) de la discusión.
En ocasiones sucede que temas álgidos y de mucha importancia comienzan a discutirse con una elevada carga de profundos razonamientos y luego van degradándose hasta culminar en “dimes y diretes” y francas ofensas personales que nada sustancial aportan al tema en discusión. Palidece todo intento de aportarles mejoras a los procesos reales que tienen lugar en la vida de los cubanos; en el naciente intento de llevar a buen término el Proceso de Normalización Progresiva de las Relaciones Cuba-EEUU; la solución de conflictos en nuestra área regional: narcotráfico, migraciones, guerras, problemas fronterizos, reclamaciones de derechos de recursos naturales, injerencias, ataques mediáticos, etc.
En virtud de todo lo anterior quiero dejar sentado algunos argumentos de principios:
1ro- Querer esconder con eufemismos, citas de otros o con ataques personales al contendiente ideopolítico, pretender “derrumbarlo” a toda costa, “doblegarlo” en sus posiciones, ridiculizarlo, demeritarle en su integridad personal, etc no aportará un ápice de valor a la discusión.
Lo anterior no significa dejar de enjuiciar los planteamientos, las intenciones y los posicionamientos teóricos, ideopolítico y conductuales de los oponentes. Todo esto es parte consustancial de cualquier debate entre antagonistas con posicionamientos irreconciliables. Lo importante aquí es ponderar el dialogo con respeto y no el tratar de que el aceite y el vinagre se “liguen” armoniosa y perdurablemente, dejando cada antagonista (o uno de ellos, en el peor de los casos) de ser quien es.
2do- La importancia, objetivo y fin de una polémica es vital dejarlo claro desde el inicio, debiera existir un protocolo de presentación que pudiera acercarse a estos términos (doy aquí un botón de muestra poniendo un caso particular) que siempre destaco en todo análisis o discusión de principios:
Yo (Alfonso Alonso) en mi condición de intelectual revolucionario cubano –Comunistas que se siente horado y orgulloso de serlo– sirvo en cuerpo y espíritu a mi pueblo en su empeño colectivo de mejorar su proyecto económico-social y combato todo ataque que a este se le haga, todo intento ladino de acercársele con ideas e intenciones reprobatorias o de desviarlo de su cauce revolucionario, de “venderle” sueños, de falsas promesas, de pretender comprarle la soberanía a cambio “mejoras” (apoyando políticas de la misma potencia que hasta hoy lo ha bloqueado, agredido –y que durante más de un siglo se adueñó y le saqueo sus mejores riquezas- y el mismo país cuyo sistema económico y político le valió una exaltada expresión de denuncia de nuestro héroe nacional: “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas” (a pesar de su nivel de vida material, sus lujos, sus “oportunidades” para atraer fuerza de trabajo o promover migraciones “inducidas” por razones políticas) algo que el pueblo revolucionario cubano no olvidará.
3ro- Dejando esclarecido el posicionamiento ideopolítico debemos desterrar los personalismos y dejar bien a la luz otras cosas más importantes. Veamos:
No se trata de seguidores de personas, se trata de seguidores de corrientes de pensamiento, de posiciones políticas, de servicio a favor del pueblo o contra el pueblo, de tomar partido ante una causa u otra. Obama va a pasar a la historia por lo que ha hecho bien y mal en su mandato, y más importante que ser “Obamista” o no –para los que defienden el sistema Imperialista de los EEUU y otras potencias Capitalistas– sería descubrirse, como lo que son, y autoproclamarse fieles servidores de ese tipo de régimen. Y los que defendemos a Cuba revolucionaria, a su dirección histórica y a la que la continuará –por ley natural de la vida– con el proyecto de un Socialismo Próspero y sostenible, por el cual trabaja la mayoría del nuestro pueblo revolucionario, no necesitamos personalismos de ninguna clase, ni “gurúes” ideopolítico, pues ya tenemos una fuerza colectiva –cuya inteligencia, capacidad de mostrar méritos y ejemplo ante el pueblo está más que demostrada– que acaba de trazar derroteros estratégicos en su VII Congreso y llevados a discusión democrática-participativa real a todo el pueblo en los próximos meses, donde se recogerá todas las propuestas, señalamientos, iniciativas, etc. para estudio previo e inclusivo y luego llevarla a aprobación en el Partido Comunista de Cuba.
*Todas las voces que se sumen al análisis colectivo de los problemas y sobre todo de los proyectos de desarrollo y transformaciones que propicien la consolidación de mejoras para todo el pueblo cubano nos es consustancial a todos. Debemos centrar la atención en todo lo que nos une y no en la desunión por falsos credos, por personalismos, y egolatría intelectual. Todos estamos convocados por nuestro general presidente Raúl Castro a ser partícipes de la sociedad que nos hemos ganado en estos años de resistencia heroica.
*Lo que hiere la sensibilidad patriótica y revolucionaria de nuestro pueblo no son los juicios honestos y las preocupaciones de los cubanos que están residiendo en otros países estos –equivocados o no en sus criterios, propuestas y juicios sobre nuestra realidad nacional- lo hacen como cubanos que son, con honestidad, y contribuyen a conformar una matriz de opinión favorable a su pueblo. Lo que sí hiere, y encabrona a nuestro heroico (nótese cuantas veces he utilizado este término: Heroico para calificarnos), es ver a los que ya cambiaron de posiciones ideopolíticas y sirven a una potencia extranjera en contra de su propio pueblo (con el falso pretexto de que están atacando solo al gobierno, a la “dictadura de los Castros”, etc), y que –en el peor de los casos- quieren ser más yanquis, o más capitalista que los yanquis y los capitalistas. Y resulta que son estos los que más vociferan en los medios, los que se creen con “derechos” de opinión o de status en la Cuba revolucionaria que abandonaron (por disímiles causas y decisiones muy personales) y que ahora quieren “corregirle” el rumbo, “transicionarla hacia la democracia burguesa”, presentarles “modelos de cambios” alternativos al Socialismo que constitucionalmente los cubanos hemos refrendado.
*Lo inadmisible de esta “tendencia” es que ella se traslade hacia el interior de nuestra sociedad, de nuestros colectivos de trabajadores -en virtud de las inquietudes y emociones diversas que suscitan las transformaciones y el futuro de nuestra revolución–, sin que exista la cohesión de principios, la firmeza ideopolítica y la capacidad de acompañamiento esclarecedor de nuestra intelectualidad revolucionaria y, sobre todo, de nuestra militancia política de vanguardia. Es por ello que, las consideraciones que aquí expreso, pueden ser una modesta contribución a la batalla que muchos debemos librar en defensa de la ideología martiana y marxista de nuestra revolución socialista y por la fortaleza, unidad y espíritu de combate en defensa de nuestro pueblo, de la militancia de nuestro partido y los militantes de la vanguardia juvenil cubana.
Las discusiones continuarán, se harán por nuevos protagonistas y seguidores, abordarán temas recurrentes y otros nuevos, cada cual “vestirá” sus mejores galas intelectuales, ideopolíticas y éticas pero, lo más importante es que se “juegue limpio”. Hablando entre cubanos, y usando términos beisboleros, lo más importante en estas discusiones de principios es saber muy bien: en qué equipo se está jugando, por qué se está jugando, que posición ocupa cada jugador y cuáles son los intereses que tenemos en el campeonato. Y algo muy necesario: que todos aprendamos las “reglas del juego”, para que nos comportemos como contendientes cultos y que jamás olvidemos que –junto a nuestras conciencias– el árbitro principal de todas nuestras acciones revolucionarias es y será siempre nuestro pueblo y su historia de lucha, sacrificios y victorias.
Excelente reflexión… felicidades porque a pesar de tu juventud escribes estos textos que nos pone a PENSAR